Curri Valenzuela - ANÁLISIS

La suerte de Rajoy

«El único dirigente que no está siendo cuestionado por los suyos está consiguiendo a base de presentarse como un hombre dialogante y humilde lo que se le resistió cuando tuvo en sus manos todo el poder»

Curri Valenzuela
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La suerte le acompaña. Hace tres meses, cuando se disponía a ser investido presidente por segunda vez, casi nadie daba un duro porque su Gobierno llegara a finales de enero sin subsistir acosado por toda la oposición, sin más salida que la de convocar nuevas elecciones en mayo. Hoy, si el ocupante de la Moncloa fumara puros –vicio que dejó hace más de tres años– podría encender uno tras otro contemplando como todos sus adversarios políticos sortean como pueden sus graves problemas mientras él gobierna con más tranquilidad que cuando el PP disponía de mayoría absoluta.

La tranquilidad no le garantiza sacar adelante leyes sin complicadas negociaciones con otros grupos parlamentarios, pero sí gobernar sin sobresaltos. La política no se hace en el Parlamento, como vaticinaron ingenuamente Pablo Iglesias y Albert Rivera.

El centro del poder sigue estando en La Moncloa. El Congreso ha pasado a ser simplemente el plató desde el que los nuevos partidos hablan para los noticiarios de la televisión, el trasfondo de las ruedas de prensa que dan Iglesias y Errejón para dirimir sus disputas, Rivera para tratar de hacerse el hueco que no encuentra entre PP y PSOE.

Sumido en esa tranquilidad, Rajoy está consiguiendo desprenderse de su pasado sin que los medios de comunicación tengan espacio ni ganas de recordarle que ese Bárcenas que mañana se sienta en el banquillo o el embajador Trillo recién dimitido fueron en un día nada lejano dos de sus más directos colaboradores. Las guerras de Errejón contra Iglesias, Susana Díaz contra Pedro Sánchez acaparan toda la atención. Bárcenas y Trillo suenan a asuntos de otra época, aquella en la que mandaba en el PP y en el país un José María Aznar al que ahora la opinión pública parece considerar como la última versión del abuelo cebolleta.

Las encuestas reflejan que la popularidad de Rajoy está aumentando, no solo entre los votantes del PP, donde la subida resulta espectacular. El único dirigente que no está siendo cuestionado por los suyos está consiguiendo a base de presentarse como un hombre dialogante y humilde lo que se le resistió cuando tuvo en sus manos todo el poder. Incluso cuando convoca una conferencia de presidentes a la que Puigdemont y Urkullu se niegan a asistir resulta que el catalán y el vasco han pasado a ser de víctimas a intolerantes. Y Rajoy, el bueno de la película.

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