El PP, pendiente de los pactos para calmar los incendios internos

Sectores del partido piden respeto a las estructuras territoriales

Pablo Casado, tras las elecciones del 26 de mayo

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El ambiente de euforia que se vivió en Génova la noche del 26 de mayo tenía una trampa, porque nada estaba hecho ni conseguido todavía . En un escenario de retroceso general del partido en las urnas, faltaban los pactos para que las mayorías de centro-derecha se tradujesen en poder real. Pablo Casado, y con él todo su equipo, camina estos días por un fino alambre, que puede acabar en éxito, si consigue plazas como la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid, o en un rotundo fracaso, si no logra ponerse de acuerdo con Vox y Ciudadanos. En este impasse, las voces críticas dentro del PP por el descalabro de las elecciones generales están al acecho, y los incendios que el partido tiene declarados en distintos puntos del mapa nacional amenazan con quedar fuera de control. La suerte del PP, y por tanto de Casado, dependerá de la marcha de las negociaciones.

Fuentes populares remarcan que son incendios «no conectados» entre sí, lo que les hace perder fuerza dentro del partido. Son focos que pueden apagarse de forma individual, pero que son síntoma de un déficit de control desde Génova. «Los pactos pueden dar la razón a Casado, y en ese caso los incendios se apagarán por sí mismos», advierten. En el PP se ha marcado como punto crítico de la cohesión interna el proceso de elaboración de las listas electorales, cuando tuvo que plasmarse la renovación que se había puesto en marcha en el partido. Muchos en el PP creen que faltó mano izquierda en la dirección nacional: «En algunos casos no se respetaron las estructuras locales y regionales, y de ahí derivaron muchos problemas. Esperemos que se haya aprendido la lección ». Dentro del PP, nadie ha cuestionado el liderazgo interno de Pablo Casado. Entre otros motivos, como indican en el partido, porque «no hay alternativa». Pero existen territorios «rebeldes», donde las diferencias con la dirección nacional son cada día más evidentes. Es el caso del País Vasco o Asturias.

En el País Vasco, el presidente regional es el «sorayo» Alfonso Alonso. «El sorayismo está desarticulado» , coinciden fuentes populares. Pero las diferencias internas entre dos proyectos y dos modelos de partido, que se enfrentaron a cara de perro en el congreso extraordinaria del verano pasado, siguen existiendo. En esta Comunidad, los resultados en las elecciones generales fueron especialmente duros, al no lograr ningún escaño.

Discurso y puestos

La caída del PP vasco en las municipales contrastó con la subida del partido en el conjunto de España respecto a las generales: 5,14 millones de votos y un 22,60 por ciento el 26 de mayo, por encima de los 4,35 millones (16,7 por ciento) del 28 de abril. Esta semana, Alonso, contrario a ningún giro a la derecha, sorprendió dentro del PP al anunciar una convención en septiembre para dotar al partido en el País Vasco de «personalidad propia» . El presidente del PP vasco, que no habló previamente con Casado, reivindicó la «centralidad» de su formación autonómica y aconsejó al líder nacional que respetase a las organizaciones territoriales. Javier Maroto tuvo que salir al paso para advertir a Alonso que lo de tener «sabor propio» está muy bien, pero sin separarse un milímetro del discurso nacional.

En Asturias, el PP tiene un lío más enrevesado todavía, con una presidenta regional del partido, Mercedes Fernández, en plena refriega con la candidata al Principado, Teresa Mallada, la apuesta de Casado para el presente y el futuro. La convivencia está resultando ser una bomba que amenaza con explotar, y mientras lo hace las discrepancias entre los «cherinistas» y los «malladistas» son visibles y la comidilla de todos dentro del PP. «Algunos sabemos construir desde cero, otros saben coger el relevo desde el trabajo ya hecho», aseguró Fernández antes de la convención nacional, en una declaración de guerra en toda regla. El mal resultado en las autonómicas del 26-M, con un retroceso de cuatro puntos en el porcentaje de voto respecto a 2015, no ha hecho más que reforzar la crisis asturiana.

Casado tiene un problema en Asturias, como lo tiene en otros territorios con direcciones locales, provinciales o regionales que vienen de la etapa anterior y que no han surgido del proyecto que ganó en el congreso nacional del verano pasado. En Andalucía, con una dirección regional reforzada tras alcanzar la Junta, Génova tiene una influencia muy relativa. En Huelva, el fichaje de Juan José Cortés en contraste con el abandono de un peso pesado como Fátima Báñez levantó ampollas que aún no han sanado.

En Castilla y León, la pérdida del poder regional después de 32 años puede abrir la caja de los truenos. De momento, la reciente escisión del partido en Ávila le hizo perder uno de sus feudos más sólidos. En la Comunidad Valenciana, fuentes populares han criticado cómo desde la dirección regional se han marcado distancias con el proyecto de Casado. «Hay comunidades que han ayudado poco en las generales, se ha visto deslealtad» , sentencian fuentes del PP.

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