Igor el Ruso, el asesino de la sierra de Teruel: «He sido entrenado para atacar; elimino obstáculos»

Norbert Feher se enfrenta a 23 años en su primer juicio en España, por dos intentos de homicidio

Nueve días después cometió tres asesinatos; solo entonces, denuncian familiares, vecinos y amigos de las víctimas, hubo un dispositivo adecuado para detenerlo

Igor el Ruso, en el momento de ser puesto a disposición judicial EFE

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Norbert Feher, un serbio de 43 años, más conocido como Igor el Ruso, no hace prisioneros. Mata a todo aquel que se interpone entre él y sus decisiones . Lo hace de forma tranquila, desapasionada, como el que pone un sello en una carta o firma un documento que no le compromete. Él lo llama «eliminar obstáculos». Eso sí, tiene una máxima; actuar solo si hay posibilidades de éxito. En caso contrario, lo mejor es esperar hasta que la situación sea propicia. No tiene prisa. Por eso, los forenses aseguran que «volverá a matar» si tiene oportunidad .

Hace algo más de dos años este paramilitar inundó de sangre la sierra turolense, donde asesinó a un ganadero y a dos guardias civiles. Solo nueve días antes había herido de gravedad a dos personas más... Y ahí no acaba su historial criminal; el que se conoce , porque hay muchos episdios de su vida que siguen en la más espesa oscuridad. De hecho, ha utilizado 23 identidades distintas en ocho países europeos .

Antes de dar el salto a España eliminó dos «obstáculos» más en Italia: el primero de ellos, el 1 de abril de 2017, David Fabbri , dueño de un bar en Ferrara que según Igor el Ruso debía 10.000 euros a un «amigo» suyo. Si cobraba, mil serían suyos.

Cadena perpetua

 

Sólo seis días después, reapareció en el diminuto pueblo de Ostellato, a sólo 45 kilómetros de Ferrara. Dos policías provinciales, Marco Ravaglia y Valerio Verri, habían montado un control de carretera e intentaron parar el Fiat Fiorino de color blanco que conducía el asesino... Éste aceleró, detuvo unos metros después el vehículo y resolvió el inconveniente como siempre: a tiros. Primero fue alcanzado Ravaglia, que se hizo el muerto y oyó a su compañero gritar al criminal: «¡Pero qué coño has hecho, has disparado a un agente de la policía provincial!» . Fueron sus últimas palabras.

En el juicio, celebrado en enero del año pasado y en el que Igor el Ruso declaró por videoconferencia desde la cárcel de Zuera, fue muy claro: disparó a Ravaglia «porque tenía un arma en la mano» y acto seguido mató a Verri «porque pensaba que iba armado». En su mente, por tanto, todo se redujo a un simple caso de defensa personal... Ha sido condenado en ese país a cadena perpetua.

No se sabe si a partir de esos acontecimientos recibió ayuda -«nunca delato a mis amigos», dice-, pero lo cierto es que el 21 de septiembre llegó a España. Entró por Huesca y vivió en Xirivella y Catarroja, antes de poner rumbo a Teruel. Se desplazaba en bicicleta y entre sus escasos enseres tenía armas, munición, un equipo de comunicaciones, algún plano, un saco de dormir y ropa militar . Vivía en el monte, pero no le importaba porque se declara «hijo de la naturaleza», y robaba en las masías, donde cogía alimentos y dormía en ocasiones.

También se desconoce por qué eligió España, ni cuál era su destino en nuestro país. Algunos lo sitúan en Madrid, por una señalización en un plano que se le intervino. En cualquier caso, para la orgía de violencia que vino después, es irrelevante.

Ocho meses después de los sucesos de Italia, Igor el Ruso volvió a dar señales de vida. Fue en las sierras de Teruel, una de esas zonas emblemáticas de la España despoblada, donde vivió de robos y hurtos hasta que el 5 de diciembre fue sorprendido en el interior de una casa de campo cercana a Albalate del Arzobispo cuya cerradura había violentado previamente. El propietario de la vivienda, al advertir que había sido manipulada, pidió al herrero del pueblo que le acompañara, y en el momento de disponerse a entrar en el interior fueron sorprendidos a tiros. A pesar de resultar heridos y tener que ser intervenidos posteriormente, ambos consiguieron huir y dar la voz de alarma en el pueblo.

Precisamente por estos hechos son por los que Igor el Ruso se sentará en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Teruel a partir del martes. La Fiscalía pide para él 23 años por dos tentativas de homicidio. «Peccata minuta» para lo que se vino encima sólo nueve días después.

Trece denuncias

Los sucesos de Albalate provocaron una enorme conmoción en la zona, donde los robos en masucas (casas de campo) de la zona eran moneda común. La población estaba inquieta; no sólo había un ladrón en la zona –se presentaron trece denuncias esos días– , sino que estaba armado y desde luego era peligroso. La Guardia Civil montó un dispositivo de búsqueda, pero según los vecinos de la zona, familiares y amigos de las víctimas era insuficente: « La gente que participó ni estaba preparada, ni tenía los medios adecuados, ni muchos conocían la zona . Como sabían que había miedo, se presentaban voluntarios al servicio para ayudar. Era como ir al matadero», explica Luis Manuel Alquézar, de la plataforma Amigos de Iranzo, el ganadero que moriría a manos de Igor el Ruso el mismo día que fueron asesinados los dos guardias civiles...

La mañana del 14 de abril el ganadero andorrano José Luis Iranzo se presentó en el cuartel de la Guardia Civil para denunciar que la noche anterior habían robado en su masía. Además, contó que había unas cuevas en las proximidades donde el fugitivo podía esonderse. La Benemérita le pidió que los llevase hasta allí para inspeccionarlas e Iranzo accedió. Estuvo con los agentes hasta las seis y media de la tarde, cuando se dirigió hasta su propiedad para ir a buscar a su padre, como hacía todos los días.

A las 18.35 el padre de José Luis Iranzo llamó al COS (Centro Operativo de Servicios) de la Guardia Civil de Teruel para advertir que había oído disparos en la zona... Solo después supo que eran los que habían acabado con la vida de José Luis...

El hombre hacía la llamada escondido en un pajar cercano, donde se había refugiado al oír las detonaciones, y e n medio de la conversación ve las luces de un coche .

Guardia Civi l: Escúcheme; si es un coche a ver si puede coger la placa, si ve algo raro no se pare ahí.

Iranzo : No, no, no. Ahora me iré por ahí.

G. C. : ¿Viene el coche por ahí?

I : Si pero no se quien será, me voy a esconder ahí

G. C .: Mire a ver y si puede coger la matrícula, si puede coger la matrícula me la da.

I : A ver a ver a ver... Parece ser mi hijo, este parece mi hijo. Ahora se ha pasado de largó

G. C .: ¿No la ha podido coger, sabía el coche que era?

I : No no, que era el coche de mi hijo...

En efecto, era el coche de su hijo, ganadero como él, que tenía una «pick up»... Solo que no lo conducía éste, que ya había muerto, sino Igor el Ruso. En ese momento salió tras el vehículo para alcanzarlo, creyendo que así se pondría a salvo, pero tropezó y no pudo lograrlo. Es muy posible que aquello le salvara la vida.

Segundos después, el guardia civil oía más disparos a través del teléfono de Iranzo y le preguntaba qué sucedía. El hombre incluso pensó que el asesino había matado a su perro ; en realidad, eran los gritos de los compañeros del guardia civil tras ser sorprendidos por el fugitivo.

Desde el COS se había activado de nuevo a las dos patrullas que habían estado con José Luis Iranzo en la inspección de las cuevas. No tenían muy claro cómo llegar hasta la masica, de modo que tras ser instruidos por otro vecino del pueblo se separaron, con la idea además de abarcar más terreno. La formada por los agentes Víctor Romero y Víctor Caballero fue la que se topó con Igor el Ruso . Se acercó por la espalda a los agentes y les descerrajó más de una docena de balazos con dos pistolas , ya que es capaz de disparar a la vez con un arma en cada mano.

A partir de ahí, la locura... Entonces sí, la Guardia Civil montó un espectacular dispositivo con sus hombres más preparados, mientras la población asistía aterrorizada a los acontecimientos. La intención del asesino era volver a Xirivella y Catarroja, donde conocía a alguien . Bebió una cerveza, pero de madrugada pinchó una rueda de la furgoneta y volcó en una carretera cerca de Mirambel. Cansado, se quedó dormido en una cuneta: allí lo detuvo la Guardia Civil. No opuso resistencia; esta vez no podía «eliminar obstáculos» sin coste para él. Decidió esperar otra oportunidad. Aún lo hace.

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