La «gran mentira» de Daesh llega a Castillejos

Jóvenes que combatieron en las filas de Estado Islámico comienzan a rehacer su vida en la ciudad norteafricana

Imagen del Barrio Negro en Castillejos, un laberinto de casas y calles Jaime García

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Kokito de Castillejos , el siniestro yihadista de Estado Islámico muerto en combate en Siria que se fotografió sonriente con las cabezas cortadas de cinco enemigos, se convirtió en su momento en un símbolo de la barbarie terrorista y arrastró a muchos jóvenes de su ciudad a las filas de Daesh.

De hecho, la Policía marroquí ha hecho un gran número de redadas en sus calles –algunas en operaciones conjuntas con la Policía española–, sabedora de que allí actuaba un núcleo de radicales muy preocupante. La herida aún no está cerrada del todo, porque buena parte de esos chicos enviados a hacer la yihad perdieron la vida en la guerra, pero al menos la mayoría sabe que aquello por lo que tantos lucharon y perdieron la vida no era más que un engaño brutal y mortífero.

No se puede decir que el yihadismo se haya extirpado de Castillejos, mucho menos cuando en algunas de las zonas de la ciudad, como el Barrio Negro y otras próximas, nadie sabe en realidad quién vive en las casas desordenadas y convertidas en un laberinto para todo aquel que no sea de Castillejos, localidad cercana a Ceuta.

«Imposible hacer un censo»

«Abres la puerta de una casa y te encuentras con que hay otras seis que dan a otras viviendas; es imposible hacer un censo serio», explica una persona que conoce el terreno como la palma de su mano. «Por supuesto aquí se ocultan criminales vinculados al narcotráfico, al contrabando o a otras actividades», como puede ser el terrorismo, en algún caso. Las mezquitas, eso sí, están controladas, de modo que los imanes, al menos públicamente, no pueden deslizar mensajes radicales en sus sermones.

No se desvela su identidad para preservar la del intermediario, pero el interlocutor, de 35 años, vendedor de verdura en el mercado, cumple un requisito que hace especialmente interesante su testimonio: en 2009 fue detenido por agentes antiterroristas marroquíes acusado de estar radicalizado y ser una amenaza para la seguridad. Luce una larga barba negra, viste pantalón y camisón musulmán de color gris, tiene la piel blanca y los ojos negros. La charla se produce a la caída de la tarde en la terraza de un café de la ciudad y lo primero que llama la atención de él son unos modales exquisitos y su tono de voz bajo para fijar la atención del interlocutor.

«Fui detenido en diciembre de 2014 –en esa época Daesh estaba en plena ebullición y muchos marroquíes se unían a sus filas–. Eran las tres de la madrugada, y fue una operación en la que fueron arrestadas once personas más, entre las que había tres de Martil , cuatro de Tetuán y cinco de aquí. Todos formábamos parte de la «comisión de Castillejos de apoyo a Presos Yihadistas» y estuvimos en comisaría hasta la medianoche del día siguiente. Me preguntaron todo sobre mí; de dónde era, qué canales de televisión veía, con quién me relacionaba… Ellos sabían las respuestas, pero les daba igual».

Confidentes a demanda

«Tras pasar muchas horas en el calabozo –continúa relatando con absoluta tranquilidad– nos sacaron y nos dijeron que nos dejarían en libertad con una condición: que fuéramos sus confidentes. El plan, nos dijeron, era que provocáramos reuniones entre las personas que estaban en la comisión o se relacionaban con ellas y que luego delatáramos a aquellos que tenían un pensamiento más radical para detenerlos… ».

Aclara que «aunque en un principio aceptamos, e incluso nos dieron dinero para poder volver en taxi a nuestras casas, al final nunca les dimos información… Las autoridades pensaban que éramos radicales, pero no era cierto, aunque tuviéramos esa asociación».

Sea cierto o no su radicalismo en aquella época –hay elementos que hacen pensar que sí tenía simpatía por la yihad–, lo que más llama la atención es cómo ve ahora la situación: «En la actualidad nadie tiene en su cabeza unirse a Estado Islámico. Al principio, en 2013 o 2014, sí había mucha gente que lo hacía, pero a medida que han ido pasando los años han descubierto que en lugar de luchar contra infieles lo que hacían era matar a otros musulmanes. Todo ha sido un gran engaño, los que seguían al Califato ahora no lo hacen… Daesh les lavó el cerebro».

Muchos de los que entonces dieron el paso lo hicieron sin tener una mínima preparación sobre lo que era el yihadismo, seducidos por la aventura y una propaganda de una eficacia que muy pocas veces se ha conocido antes. «Yo no era yihadista, no tenía ni idea de yihadismo», asegura este hombre. «Los que se unieron a Estado Islámico tenían la ilusión de coger las armas, de luchar por su religión, pero cuando fueron allí se encontraron con la realidad». El daño para Castillejos fue enorme, porque perdió a parte de su juventud y porque la ciudad fue señalada como uno de los principales viveros de Estado Islámico.

La mayoría de los que se fueron han muerto , y otros descubrieron el engaño cuando ya estaban allí. De los que han conseguido regresar –no demasiados– casi todos están en prisión, porque en cuanto vuelven a poner un pie en Marruecos son detenidos y encarcelados. «Esa gente ahora tiene otras ideas, hasta se han quitado la barba para marcar distancias con su pasado».

Sin noticias

Hay muchas familias que no saben qué ha sido de sus hijos y lo más probable es que hayan muerto. Así, es imposible el olvido, a pesar de que en la ciudad muy pocos quieren hablar de este asunto, y mucho menos las directamente afectadas: «Están hartos de que les pregunten siempre lo mismo». Con todo, hay algún motivo para la esperanza. Tres exterroristas de esta ciudad que lucharon en Siria han salido ya de la cárcel y se han reincorporado a la sociedad. No son muchos en comparación con los que se fueron, pero algo es algo. «No amenazan a nadie, escuchan rap y alguno hasta se fuma un porro… Oto, que salió de prisión hace un año, se ha casado, tiene trabajo y pronto una familia». La sociedad los ha aceptado con normalidad: «Uno de ellos trabaja, vende bocadillos», dice, intentado hacer ver como normal algo que por ahora es una excepción.

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