Juicio en Alicante

El crimen complejo de la viuda de la CAM: una guerra familiar y muchos millones

El caso estará visto para sentencia, previsiblemente, el 7 de noviembre

Imagen del juicio por al asesinato de la viuda de la CAM Efe

J. L. Fernández

La expectación social y mediática del juicio que ha arrancado esta semana en Alicante por el asesinato de dos tiros en la cabeza de María del Carmen Martínez , viuda del expresidente de la antigua Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) , de momento solo ha confirmado la guerra familiar que vivían sus protagonistas por una fortuna de muchos millones de euros. Un patrimonio que ya se han repartido de mutuo acuerdo los dos bandos, antes de declarar ante el jurado popular, sin que nadie aporte pruebas contundentes contra el único acusado del crimen, Miguel López , yerno de la víctima.

El guion previsible no ha proporcionado sorpresas, por ahora. El sospechoso negó de nuevo ser el autor de los disparos y se acogió a su derecho a no declarar, con voz trémula y sin llegar a terminar una sola frase: «Porque anímicamente no...». Su abogado, Javier Sánchez-Vara —que ha trabajado para Messi— le cubrió rápidamente apelando a su «estado psicológico» y desmontó buena parte del relato tanto del fiscal como de la acusación particular, que piden para su defendido 24 años de cárcel por asesinato y tenencia ilícita de armas, con un símil que resumía la estrategia de culpabilidad. Si uno ve un niño con manchas en la boca y antes había en la habitación un pastel de chocolate, ¿eso ya quiere decir necesariamente que se lo ha comido, aunque nadie lo haya visto ni existan pruebas?

Porque a Miguel López lo ven culpable fundamentalmente por el móvil económico, porque llevaba una «vida de lujo» que veía peligrar si su suegra otorgaba el control del emporio empresarial del plástico en Hispanoamérica, que factura 400 millones de euros al año , al hijo primogénito, Vicente Sala, en detrimento de sus tres hijas, Mar, Tania y Fany, su esposa, que al igual que su hijo se acogieron también a su derecho a no testificar. En el juicio, Sala abundó más en ese interés material de López al revelar que su madre quiso cerrar varias veces el concesionario de coches Novocar, que regentaba su yerno y había perdido cuatro millones en los últimos años, y que solo mantenía abierto por voluntad expresa de su difunto marido antes de morir. Finalmente, la familia le echó el cerrojazo después del asesinato , en quiebra.

Hipótesis del sicario

Con los testimonios y las pesquisas policiales no parece que se vaya a arrojar luz para incriminar o exculpar con nitidez al único sospechoso que se sienta en el banquillo. Tal vez las preguntas más incisivas o que apuntan en otro enfoque las pusieron sobre la mesa los miembros del jurado, a pesar de no ser profesionales de la ley.

Así, a uno de los encargados del concesionario, quien se encontró ensangrentada y aún en pie a la anciana junto a su todoterreno en el lavadero, le preguntaron si Miguel López se había cambiado de ropa después de volver de casa al taller cuando le avisaron del ataque a su suegra. Al parecer, estuvo solo unos minutos en su domicilio, pero tuvo tiempo de lavarse y borrar cualquier rastro, aunque hay que ser muy minucioso para superar luego la prueba de búsqueda de restos de pólvora en manos y ropa si uno ha disparado.

El otro interrogante que plantearon desde el jurado también da una idea de las hipótesis iniciales en las que están pensando los integrantes del tribunal popular: «¿Le consta que Miguel López quisiera contratar a un sicario?» . En este caso, se dirigían a la hermana de la víctima, María Antonia Martínez, seguramente el último testigo que la vio con vida, aparte de su verdugo, porque la llevó al concesionario a recoger su Porche instantes antes de los disparos. De hecho, al declarar en el juicio confesó cuánto había lamentado dejarla sola, porque al ver de lejos a Miguel López saludando a las dos hermanas, se marchó para no coincidir con él por su mala relación.

Las dudas sobre si el acusado efectuó los disparos o fue un sicario parece pertinente, dado que si se supone que el único sospechoso tenía premeditado su plan y calculados todos los cabos para perpetrar el crimen, debió tener en cuenta que su suegra no vendría sola a recoger su coche y cabía la posibilidad de que su acompañante se quedara con ella para marcharse juntos. Era arriesgado a priori suponer que esa otra persona se iba a quedar fuera o —como ocurrió— se marchó sin ni siquiera entrar. De haberse torcido esos planes, ¿el asesino habría matado a ambas o habría pospuesto la acción hasta el próximo lavado del coche u otra ocasión propicia?

Más allá de las declaraciones cargadas de subjetividad por las tensas relaciones entre los dos bandos de la familia Sala , hay dos elementos que podrían dilucidar qué ocurrió aquel 9 de diciembre de 2016, y en esos detalles insiste la defensa: el ADN sin identificar encontrado en un casquillo de bala y la hora exacta de la muerte y los disparos, ya que el único acusado fue grabado por las cámaras de control del tráfico circulando por la autovía de salida de Alicante en dirección a su domicilio y los forenses no pueden precisar si en ese momento ya se había producido el crimen. Dejan un margen de unos 25 minutos que pudo durar la agonía, aunque se sabe que en el primer disparo le saltaron los globos oculares y el empleado del concesionario que la encontró solo pudo oírle emitir «sonidos» ininteligibles.

Hasta el 7 de noviembre, fecha prevista para que el caso quede visto para sentencia, van a declarar en este juicio dos docenas de testigos , más de una treintena de peritos, un médico forense, 15 policías nacionales y dos locales, en 13 sesiones.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación