Alerta roja

Ni siquiera la zafiedad tezanista es capaz de desmentir el dato que ha revolucionado el panorama político: el tamaño de los bloques ideológicos ya no es simétrico. Gana la derecha por 4 puntos, pero el PP tiene en el aire a la mitad de sus votantes

José Félix Tezanos, durante su comparecencia en el Congreso el pasado 30 de enero EP
Luis Herrero

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No hace falta ser un druida especialmente ducho en el guiso de pócimas electorales para llegar a la conclusión de que mientras a Vox las cosas le vayan medianamente bien, al PP le irán regular. Con Ciudadanos encapsulado en una estimación de voto sin grandes fluctuaciones, en el entorno del 17%, el otro 30% del pastel del voto de centro derecha se lo tienen que repartir, en raciones inversamente proporcionales, Casado y Abascal.

Mientras la ración de Vox vaya haciéndose más grande -y es evidente a simple vista, sin necesidad de lentes demoscópicas, que su proceso de crecimiento continúa-, la del PP seguirá empequeñeciéndose. Ese es, en esencia, el mensaje del último barómetro del CIS. La serie que mide la intención de voto directo -sin cocina- arranca en 1996 y es un hecho cierto que el PP nunca había estado peor.

Pero no todo son malas noticias para los señores de Génova. Ni siquiera la zafiedad profesional «tezanista», que va camino de batir todos los récords, es capaz de desmentir el dato que ha revolucionado el panorama político de un tiempo a esta parte: el tamaño de los bloques ideológicos ya no es simétrico. El bloque de la derecha le saca cuatro puntos al de la izquierda.

Tómense las cifras del CIS, despójeselas de su cruda brutalidad mediante la receta culinaria clásica -sistemáticamente aplicada por todos los antecesores de José Félix Tezanos- y obsérvese con atención que los votantes de PSOE y Podemos suman el 43%, mientras que los de PP, Ciudadanos y Vox superan el 47. El tozudo empate a 45 que hasta ahora igualaba la pelea entre los bloques ha saltado por los aires.

Y no porque en la escala ideológica del 1 al 10 el electorado se haya desplazado hacia posiciones más derechistas -seguimos anclados en el 6,9- , sino porque el hartazgo transversal de una porción de ciudadanos desencantados con el discurso de la política clásica, el que impulsó el despegue de Podemos hace cinco años, sopla ahora a favor de Vox. Iglesias les ha salido rana y necesitan apostar por otro revulsivo. Por eso entiendo regular el debate interno que se está empezando a abrir paso entre los dirigentes del PP.

El sector crítico cree que el giro hacia el aznarismo que promueve Casado les está haciendo perder votos por el centro y que la mejor forma de combatir a Vox no es acercarse a ellos, sino todo lo contrario. La dirección del partido, en cambio, sostiene que sin el nuevo discurso -que básicamente consiste en recuperar el discurso genuino- la fuga de votos hacia Vox aún sería mayor.

A ambos les preocupa que Rivera consume el sorpasso que les relegaría a posiciones subalternas en los pactos post electorales, pero discrepan a la hora de identificar cuál es el flanco que más les debilita. Según los datos del CIS, un 14% de sus votantes se están yendo a Vox y un 16% a Ciudadanos. Planteada en esos términos, la discusión parece abocada a la conclusión melancólica de que el tratamiento adecuado para contener una hemorragia provocaría el agravamiento de la otra.

Ambos puntos de vista parecen obviar, sin embargo, que el hecho fundamental no es la dirección que tomen los desertores, sino el hecho mismo de la deserción. El peor dato para el PP es que solo la mitad de sus votantes declara estar estar dispuesta a mantener su apuesta en las urnas. La otra mitad ya está mentalmente en otra onda. ¿Por qué?

Mientras los dirigentes populares no encuentren la respuesta a esa pregunta, cualquier disquisición sobre estrategias de supervivencia resulta extemporánea. Si la cuestión de fondo tuviera que ver con la falta de credibilidad, los discursos floridos y vibrantes de Pablo Casado no le sacarán del apuro. Es el momento de la acción. Pincho de tortilla y caña a que si no es capaz de acabar con los versos libres, de podar el lastre, de hacerse respetar por los ancianos de la tribu, de atraer novedad excelente a las candidaturas de mayo y de liderar con valentía la rebelión cívica que demanda el hartazgo de la calle, el mes que viene el color de la alerta virará al rojo.

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