Salvador Sostres - TODO IRÁ BIEN

Normales y extraordinarios

«Ni la magia perdura fuera del parque ni existen los atajos, y explica muy bien el pensamiento ilusorio de Ciudadanos, rozando el fraude, que estos chicos digan que están haciendo cosas extraordinarias cuando de momento no han hecho nada»

Salvador Sostres
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Yo soy como usted, que quiere votar a Ciudadanos. Yo soy como usted y le escribo este artículo desde Disney y creo como un niño en la magia.

Cómo querría votar a Albert y que al día siguiente se hicieran realidad sus promesas, como cuando en la atracción de Peter Pan sobrevolamos Londres mientras el cocodrilo se zampa al capitán Garfio. «Somos gente normal», ha dicho Rivera, «haciendo cosas extraordinarias». You can fly! You can fly!

Pero ni la magia perdura fuera del parque ni existen los atajos, y explica muy bien el pensamiento ilusorio de Ciudadanos, rozando el fraude, que estos chicos digan que están haciendo cosas extraordinarias cuando de momento no han hecho nada, ni mucho menos extraordinario.

No me divierte decirlo porque desearía más que el propio Albert que el sueño fuera cierto. Y estoy seguro de que también el presidente del Gobierno se haría militante del partido naranja si pensara que existe la menor posibilidad de que llevaran a cabo su programa.

Pero votar a Ciudadanos es creer que si hay una avería en Disney, Epcot va repararla. Mi hija ha pasado unos días sensacionales, pero sobre las seis empezaba a estar agotada y ser padre consiste mucho más en cogerla en brazos, llevarla al hotel, bañarla y tener mesa reservada en el restaurante donde acuden las princesas para que los niños puedan fotografiarse con ellas; mucho más en la intendencia asegurada que en tratar de parecer invencible, esa tentadora gran estafa.

¡Cómo querría votar al pato Donald y que no muriera la madre de Bambi! Pero alguien tiene que mantener la cordura para cuando el tiempo de la promesa gratis se acabe. Alguien tiene que conservar todavía fuerzas para cruzar el parque con la niña en brazos cuando se ponga a llorar de cansancio, alguien tiene que saber gestionar el resfriado, inevitable con el frío que hace, y organizar la vuelta a casa.

Las lucecitas de las atracciones cuando oscurece llenas son de gracia, pero siempre le cuento a mi hija que a pesar de que adoramos la obra magnífica de Walt Disney, le queremos sobre todo porque nunca se cansó de delatar a comunistas. Las categorías nunca hay que olvidarlas.

Nosotros sí que somos gente normal, que pagamos lo que se debe, aseguramos el bienestar de los que nos rodean y nunca nos quejamos. Nosotros sí que somos gente normal, ilustres compradores de muñecos, encajadores memorables, pozos de paciencia inagotable. Y aunque nunca presumiríamos de ello, porque somos así y lo consideramos mucho más una forma de entender la vida que un mérito, el continuo de las cosas se sostiene por gente como nosotros, entre el humor y la ternura, entre el miedo y la fascinación, entre la resistencia y la fiabilidad.

Yo soy como usted, que quiere votar a Ciudadanos tal como los niños querrían quedarse para siempre a vivir en las preciosas casitas coloniales de Main Street. ¿Cómo decirles que son un decorado y que dentro no hay nada? ¿Quién no quiere alargar, ni que sólo sea por un año, la inocencia y la magia?

Pero precisamente porque soy como usted, y soy padre, y tengo a la niña, exhausta, sentada en mi falda, mientras esperamos el taxi que nos lleve a Charles de Gaulle, votaré a la derecha tradicional y conservadora, votaré a los que son como yo y como yo saben que el mundo es imperfecto, lento y complicado, y que conducen al dolor, y al engaño, las fórmulas milagreras y las soluciones drásticas; y que la política tiene que ser previsible, prudente y posibilista, y que para realmente extraordinario estoy yo cuando le quito a mi hija los mocos, le seco las lágrimas, y la duermo cada noche entre mis brazos.

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