Un «Plan Marshall» del siglo XXI para evitar una nueva crisis económica por el coronavirus

Organizaciones como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y la OMC trabajan ya conjuntamente en una respuesta común contra los efectos del coronavirus Covid-19

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El coronavirus amenaza con provocar una nueva crisis económica

Daniel Caballero

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La propia denominación de Unión Europea es una paradoja en sí misma. Cada vez que vienen mal dadas, o amenazan con venir, la desunión rebrota de cuado en cuando para traer a escena que no se trata de un bloque unitario sino de una suma de intereses que chocan cuando el bolsillo está en juego. Eso mismo demostró el Consejo Europeo del jueves con las tradicionales discrepancias entre el sur y el norte respecto a una respuesta económica frente al coronavirus Covid-19 , que golpea el saco comunitario sin compasión y abre más heridas según transcurre el tiempo. Posiciones enfrentadas sobre cómo salvar al Viejo Continente de una más que probable crisis económica que se está cocinando a fuego más rápido que lento.

Hasta nueve Estados miembros (España, Italia, Francia, Grecia...) enviaron esta semana una carta para pedir medidas coordinadas al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que cayó en saco roto. Lo hicieron después de que Pedro Sánchez y Ángel Gurría -secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) - pidieran en sus campos de influencia un nuevo «Plan Marshall». Un programa para revivir a Europa y al mundo cuando el coronavirus deje de ser una emergencia sanitaria. La misiva hacía hincapié en la necesidad de emitir «coronabonos» , sin olvidar el papel que el fondo de rescate europeo (MEDE) puede jugar en esta guerra. Porque no son pocos los líderes y economistas que pronuncian la expresión «economía de guerra».

Ni «coronabonos» -encaminados a mutualizar la deuda comunitaria, es decir, asumir en conjunto los riesgos de las emisiones- ni salida para el MEDE, que podría inyectar vía préstamos directos hasta 410.000 millones de euros -su potencia de fuego actual- en la UE. Países como Alemania y Holanda, tal como transmitieron en el Consejo Europeo, no quieren oír ni mentar la solidaridad de la deuda mutualizada; ni tampoco de que el fondo de rescate europeo preste dinero sin condiciones. « La pregunta clave con respecto al programa del MEDE es la condicionalidad . Ningún país de la Eurozona aceptaría condiciones similares a las aplicadas por la troika a Grecia. Existe un amplio apoyo entre los gobiernos de la zona euro para permitir que el MEDE ofrezca líneas de crédito en condiciones mejoradas, pero el debate sobre las condiciones es políticamente muy sensible», explica Paul Moran, profesor del Master in International Finance del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). La Unión Europea de la desunión. Ahora los Estados se han dado quince días para que sus ministros de Finanzas articulen una propuesta económica para evitar la crisis. Pero de «Plan Marshall», ni hablar todavía.

Respuesta internacional

Llega el turno de instancias globales. El Fondo Monetario Internacional (FMI), la OCDE, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) , entre otras instituciones, trabajan ya conjuntamente para tratar de dar una respuesta coordinada al coronavirus . Se resisten a ponerle nombre al plan que puedan alumbrar a futuro pero la intención es visible. Si esto se tratara de hacer una tortilla de patata, la discusión sobre la cebolla estaría en un segundo plano porque lo esencial es cocinar la tortilla para que los países puedan alimentarse.

Esa metáfora la ha entendido bien el Banco Central Europeo (BCE) con los 870.000 millones de euros que inyectará a las economías vía compra de deuda pública y privada -sin las limitaciones de la letra pequeña de sus otros programas-; incluso, tal como informó «Bloomberg», el BCE se plantea activar el programa OMT , creado en 2012 por Mario Draghi, nunca utilizado y que le permitiría financiar a la Eurozona sin límites, como ha anunciado la Reserva Federal (Fed) para con Estados Unidos.

«Lo importante es mantener vivo el tejido productivo; si cae, tendremos una crisis bancaria y repetiremos los errores de 2008. Debemos asegurarnos de que las compañías con problemas de liquidez no devenguen en insolvencia; todos los bancos dejarían de funcionar como pulmón financiero. Además, si analizas las estimaciones de contracción del PIB, son similares a las que se produjeron en la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial . Las medidas fiscales anunciadas son insuficientes», dice Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners.

Simone Tagliapietra, investigador del «think tank» europeo Bruegel, incide también en esa idea. El MEDE, el BCE, el Banco Europeo de Inversiones... es importante que todos contribuyan para evitar la gran recesión: «Hay dos niveles de acción: el primero, proveer de liquidez a familias y negocios para preservar el empleo y evitar bancarrotas; atajar los efectos temporales a corto plazo. El segundo, reflotar la economía cuando se haya derrotado al virus, para lo que necesitaremos un ‘‘Plan Marshall’’ , que significa un gran plan de inversiones». Inversiones en múltiples sectores para reinventar la economía cuando la infección remita y «reconstruir» todo lo que esté dañado.

El tiempo pasa y las soluciones permanecen escondidas en la alfombra europea. Los expertos no dudan en defender que hay que endeudarse, aunque haya Estados ya en niveles sobre PIB muy preocupantes, como es el caso de España que coquetea con el 100% de deuda pública sobre el total de la economía. «El incremento del gasto y la caída de los ingresos se traducirá en un aumento de la deuda, que ya es muy alta, y eso será una carga pesada en el futuro que habrá que ir pagando poco a poco. Pero el coste de no actuar sería mucho mayor», destaca Ángel de la Fuente, director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Asimismo, este economista refuerza la idea de mutualizar los costes de esta suerte de «rescate», quién sabe a qué escala, si comunitaria o global, y desliza la posibilidad de aplicarnos en España el concepto de solidaridad subiendo impuestos para que el dinero alcance.

Sin embargo, de nada sirve que la UE canalice un río de liquidez si esta no llega a la economía real. Los empresarios, los autónomos, los trabajadores. «Lo que no se habla es la operativa de cómo las ayudas pueden llegar en tiempo y forma a los afectados. Cuando se urdió el tema del rescate bancario, ese dinero no ha acabado fluyendo al ciudadano. Los bancos recibieron dinero pero no podían canalizarlo a las personas y las pymes al estar acogotados por los requerimientos de solvencia. Lo más importante es que exista una operativa ágil para que el dinero llegue a quien lo necesita», explica Antonio Rueda, profesor del Departamento de Estructura Económica y Economía del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y director de VASS Research. En suma, perder parte del control sobre los fondos para que las ayudas puedan llegar rápido a los damnificados y el remedio no se convierta la enfermedad.

Asumir los riesgos

Así las cosas, todos los expertos consultados coinciden en la necesidad de articular medidas a nivel supranacional, tanto para el corto plazo como para el largo. Pero difieren en dilucidar quién debe asumir los riesgos y poner los billetes en el tablero. Tagliapietra estima que la respuesta debe ser europea para el Viejo Continente y que el FMI se centre en mercados emergentes, que empiezan ahora a percibir los efectos, porque -dice- no tendría potencia suficiente para toda la UE . De la Torre es de una postura similar: «El problema de llamar al FMI es que ya tiene un volumen de préstamos muy elevado por los últimos tres años, entre ellos el préstamo a Argentina. Hasta 80 peticiones de ayuda ha recibido el FMI desde que empezó el coronavirus . Está desbordado y no está dotado para todo esto a no ser que los estados inyecten más dinero; el Banco Mundial tendría que centrarse en proyectos sanitarios en países emergentes».

Antonio Rueda, por su parte, se decanta por confiar la respuesta al FMI en primera instancia, y/o al Banco Mundial. Pero entre todas las soluciones surge un gigante que suena con fuerza ya en ciertas esferas para rescatar a parte del mundo: China. «¿Quién tiene la liquidez para acometer un rescate? China. Además, esto va de geopolítica. Si el rescate lo hace China, podría provocar un cambio geoestratégico hacia Asia», dice Isaac Moriel, politólogo y consultor independiente, que además comenta que el gigante asiático podría haberse ofrecido ya a salvar a Italia, con algún puerto italiano como aval. Es decir, si no pudiera pagar, que China asumiera la gestión de esa infraestructura -ya se vería bajo qué fórmula-, algo similar a lo que llegó Xi Jinping con Sri Lanka .

El dinero público ha de llegar con agilidad a la economía real, defienden los expertos

Aun así, De la Torre destaca que el país asiático no podría tampoco asumir ese papel. «China tiene un problema muy grave: está extremadamente apalancada. La deuda china era de 1,4 veces el PIB en 2008 y ahora de 2,4-2,5 . Eso acaba generando enormes desequilibrios, como en el sector inmobiliario, y una adicción al crédito por parte de las empresas. Esa política de endeudarse se puede mantener si se crece mucho, pero este año afrontará problemas serios», defiende este economista.

Las predicciones sobre lo que debería hacerse están claras, sea quien sea el que asuma el riesgo. Primero -dicen los expertos-, mitigar el efecto a corto plazo sobre empresas y familias para que la economía no se pare, evitar las quiebras; y segundo, pactar cómo salir de este embrollo de manera coordinada mediante un mal llamado «Plan Marshall» de inversiones a gran escala y gasto público. Lo que nadie se atreve a vaticinar son los billetes que harán falta para salvar la economía.

Hay quien ya suma esfuerzos a nivel supranacional a la espera de concretar medidas; hay quien -como Pedro Sánchez y Ángel Gurría - da impulsos políticos a ideas de futuro; y hay quien -como Alemania y Holanda- demuestran que su Unión es más de cooperación que de integración Europea. La crisis avanza y el tiempo apremia.

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