Presidenta de HP y de la Fundación I+E Innovación España

Helena Herrero: «Hay que hacer "fácil lo difícil" y aligerar la burocracia a los proyectos innovadores»

La presidenta de HP y de la Fundación I+E Innovación España asegura que «ahora o nunca, es el momento de creérnoslo como país. Si lo logramos, podremos decir que estamos ante un momento histórico»

Helena Herrero, en una imagen de archivo en la casa de ABC Maya Balanya

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La Fundación I+E Innovación España , una entidad formada por multinacionales de largo recorrido en nuestro país, presentaba recientemente un documento, «Mover España hacia una década ilusionante» , en el que volcaba sus recetas para fortalecer nuestro sistema innovador. Su presidenta, Helena Herrero , cree que las enseñanzas de la crisis sanitaria han despertado una nueva mirada en la sociedad que nos sitúa en un contexto de «ahora o nunca» para la redefinición eternamente aplazada del modelo país.

¿Cree que la crisis sanitaria ha servido para que la sociedad descubra la importancia de la investigación y la innovación y las posibilidades que abre la colaboración público-privada? ¿Estamos en un momento histórico para cambiar nuestro modelo económico?

El episodio que vivimos no sólo es único por muchos motivos, sino que puede ser decisivo. Estas situaciones son las que ponen a prueba a personas, organizaciones e instituciones, y nos obligan a dar lo mejor de nosotros. Una de las lecciones que deja la crisis sanitaria es que la sociedad ha tomado conciencia de la importancia de promover la ciencia y la innovación . Transmite optimismo haber comprobado de lo que somos capaces. Hemos asistido a la colaboración entre empresas de todo tipo, tamaño y sector con administraciones públicas, universidades… todos unidos en un proyecto común: fabricar equipamiento y material sanitario, con conmovedoras manifestaciones colectivas de solidaridad, pero además con un gran despliegue de talento y creatividad.

Por otro lado, la sociedad ha estado más pendiente de los últimos avances en vacunas y tratamientos, que de las noticias deportivas; nuestros científicos han salido más que nunca en los medios, la gente los conoce por sus nombres y apellidos, reconoce sus caras y escucha lo que dicen. Esta toma de conciencia debe traducirse en un cambio de paradigma, y entender lo que desde las empresas y desde la Fundación I+E venimos diciendo desde hace tiempo: que la innovación y la ciencia son la base de sociedades vertebradas y sostenibles , de unos servicios públicos eficientes, de una industria competitiva y de la creación de empleo de calidad. Ahora o nunca, es el momento de creérnoslo como país. Si lo conseguimos, en efecto, podremos decir que estamos ante un momento histórico.

En su intervención en la reciente presentación del «Plan de choque por la Ciencia y la Innovación» afirmaba que muchas veces lo urgente acaba haciendo olvidar lo importante. ¿Ocurrirá de nuevo, teniendo en cuenta que las necesidades a corto plazo serán muchas?

La experiencia nos dice que, en anteriores crisis, se ha atendido más a lo urgente que a lo importante. Y en cierto modo, en esos momentos, es hasta comprensible por las necesidades que surgen. Es evidente que hay cuestiones acuciantes, principalmente recuperar la economía y los empleos. Pero no debemos perder la perspectiva. Además de la crisis sanitaria y el impacto económico, estamos en un escenario que ha venido a cuestionar algunas de nuestras supuestas certezas, como sociedad y como civilización. Muchos de los cambios trascendentales que ya tenemos aquí, se venían anunciando y ahora se han acelerado, como el teletrabajo o las reuniones virtuales. Nuestro país tenía ya, antes de la Covid-19, una serie de desafíos por delante, relacionados con nuestro sistema productivo, nuestra competitividad, nuestra educación y nuestros empleos. Y siguen ahí, solo que ahora debemos afrontarlos desde la coyuntura de la recuperación y el replanteamiento de estilos de vida y de trabajo. De nosotros depende verlo como una oportunidad para transformar nuestro país. Debemos combinar luces cortas y largas, prestar atención a lo urgente, sí, pero tener en el punto de mira lo importante, que es trabajar juntos en el proyecto de país que queremos para las próximas décadas y que queremos dejar a las generaciones que nos siguen.

A propósito de ese plan de choque... ¿no será papel mojado cualquier acción de impulso a la innovación que no llegue acompañada de un gran acuerdo político e institucional?

El propio término «plan de choque» significa medidas de contingencia para una situación puntual, lo urgente, que decíamos. Pero servirá de poco si no tiene una continuidad, si no va acompañado de un plan a medio y largo plazo, a salvo de coyunturas políticas o económicas. Ahora se trata de tomar impulso de este momento, aprovechar la inercia de que la sociedad lo haya entendido. Esa sociedad nos lo exigirá, porque la innovación es la base de mejores servicios públicos, y también es una fuente de empleo de calidad, el dinamizador de una sociedad más vertebrada y de una industria más competitiva, que preserve nuestra economía de períodos de inestabilidad o recesión.

Por supuesto, ese plan requiere políticas de Estado, con el mayor consenso posible, que fomenten la colaboración público-privada, la seguridad jurídica para atraer inversiones, que prestigie a nuestras entidades científicas, que cimente una verdadera sociedad del conocimiento preparada para los cambios y que ponga en el centro a las personas, que deben ser el factor diferencial de las sociedades del futuro. En definitiva, centrarnos en lo que nos une, en lo que creo que todos estaremos de acuerdo, porque la innovación, la ciencia y la tecnología no entienden de colores ni de ideologías.

«Necesitamos un plan a largo plazo y políticas de Estado con el mayor consenso. La ciencia y la innovación no conocen de ideologías»

La inversión privada en innovación también está lejos de los niveles de los países de nuestro entorno y a años luz de las grandes potencias innovadoras. ¿Es España un país difícil para apostar por la I+D? ¿Qué es lo que falla?

La innovación necesita impulso público y músculo privado. Es necesario incrementar la inversión pública, sobre todo la que reciben el CSIC y nuestras principales entidades científicas, que es, por ejemplo, entre cinco y once veces inferior a las partidas de sus homólogas en Francia, Alemania y Reino Unido. Pero cada euro invertido por el Estado debería generar dos euros de inversión del sector privado . De manera que represente dos tercios del total invertido en I+D, como sucede en los países avanzados de nuestro entorno.

Las empresas nos tomamos en serio nuestra responsabilidad y, de hecho, en España contamos con recursos, infraestructuras y talento para acometer grandes proyectos, de los que tenemos excelentes ejemplos en Asturias, Tarragona, Málaga o Sant Cugat. Lo que necesitamos para atraer más inversiones como estas es encontrar entornos favorables, que preserven la seguridad jurídica y regulatoria . También ayudaría un marco efectivo de aplicación de los incentivos a la I+D, fijándonos en los modelos que mejor funcionan en los países europeos de referencia. Y, muy importante, lo que llamo ‘hacer fácil lo difícil’, esto es, simplificar y agilizar toda la burocracia ligada a los proyectos que presentan las empresas. Si tenemos en cuenta que cada euro invertido en innovación genera cinco euros de retorno, creo que merece mucho la pena ponerlo más fácil.

¿Por qué la transferencia entre investigación universitaria y empresa no fluye en España?

Habría dos aspectos a diferenciar, la transferencia de talento y la de conocimiento. Desde nuestra experiencia, la primera sí está funcionando en España. En lo que fallamos dramáticamente es en la transferencia de conocimiento. Somos el decimosegundo país del mundo en producción científica, pero sólo el 5,5% de las empresas que hacen I+D se nutren de esos trabajos. La trasferencia a la sociedad es fundamental y una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema de innovación. Necesitamos, en general, conectar la investigación con la empresa, y una de las fórmulas sería promover proyectos de colaboración público-privada. En cualquier caso, hay ejemplos que están funcionando, como la Milla de Oro del Conocimiento, en Gijón. Asimismo, se pueden potenciar los centros tecnológicos, por su función decisiva a la hora de realizar proyectos pegados a la sociedad, que conjugan la investigación y la tecnología con la visión empresarial.

Hay que conseguir que sea una colaboración más fácil y fluida. Hoy depende mucho de la voluntad de las personas porque falta un marco que favorezca de una forma eficaz la transferencia.

¿Está perdiendo España el tren de la capacitación tecnológica para responder a la nueva realidad del mercado de trabajo? ¿Cómo se pueden conectar las aulas con las necesidades reales de las empresas?

Las empresas vivimos día a día la dificultad de encontrar a un ingeniero químico o a un especialista en inteligencia artificial. Tras la situación vivida con la Covid-19, podemos estar seguros de que los cambios en el mercado de trabajo no van sino a acelerarse. Por ello, uno de los pilares fundamentales de cualquier plan de reconstrucción debe ser cimentar una sociedad del conocimiento preparada para los cambios.

Todos decimos que estamos de acuerdo en que necesitamos un plan de educación eficaz, consensuado y perdurable . Que asegure la formación que van a necesitar nuestros jóvenes en la sociedad del futuro. No sólo con capacitación técnica, lo que ya de por sí es vital; también para desenvolverse en un mundo cambiante, volátil e incierto, que desarrollen un pensamiento crítico, creatividad, resiliencia… Respecto a la capacitación tecnológica, hablamos de fomentar las vocaciones STEM, pero la realidad es que, en España, sólo 13 de cada 1.000 estudiantes llegan a completar estos estudios. Conseguir esas vocaciones pasa por estimular desde niños el interés por la ciencia, por la experimentación, por las tecnologías que van a cambiar el mundo.

Una de las realidades que hemos constatado con la pandemia es que necesitamos potenciar la teleducación, considerarla esencial, no ya ante posibles eventualidades, sino por las ventajas que aporta a la hora de aplicar las tecnologías digitales y ofrecer mejores contenidos didácticos. Pero la necesidad de teleducación que ha traído la Covid no ha hecho sino ahondar en la brecha digital entre alumnos. Siendo, como es, educación igual a futuro, no podemos permitírnoslo como sociedad.

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