Rompetechos no vive en 13, Rúe del Percebe

La zona euro se juega el grado de identificación y vinculación de su ciudadanía con los proyectos comunitarios

Alfonso García Yubero

Cuando no es algo impuesto por turno rotatorio, asumir el cargo de presidente de una comunidad de vecinos es un ejercicio de servicio público que lleva implícitas buenas dosis de responsabilidad y empatía. En estos momentos tan complicados que estamos viviendo, decidir, por ejemplo, la contratación de una empresa de desinfección de edificios como medida preventiva frente al Covid-19 sería un ejercicio responsable y empático, aun a sabiendas de que la práctica totalidad de comunidades de propietarios no destacan por la holgura de sus presupuestos.

¿Se imaginan ustedes que su comunidad de vecinos fuera el Consejo Europeo e, hipotéticamente, el representante holandés tuviera el voto de calidad? Pasando de la absoluta prioridad hoy en día -la salud- a una variable también muy relevante -la economía-, la zona euro ya no solo se juega eludir la recesión, algo cuasi quimérico, sino el grado de identificación y vinculación de su ciudadanía con los proyectos comunitarios. Y es que de poco sirve pertenecer a una «comunidad de vecinos» si en los momentos críticos la discusión sobre una «falsa» austeridad presupuestaria sigue condicionando despliegues que pueden neutralizar males mayores, despliegues que sí han cristalizado en EE.UU., que en esta crisis está haciendo gala, una vez más, del pragmatismo que se demanda a Bruselas.

Un árbol frondoso como el generoso dique (concepto con el que está muy familiarizada la propia Holanda) de contención del riesgo desplegado por el Banco Central Europeo , y no sin dudas como las transmitidas por Lagarde al comienzo de esta crisis, no debe impedirnos ampliar la perspectiva a un bosque aún poco espeso en lo relativo a una política fiscal coordinada, contundente y solidaria frente a la contracción económica que se avecina.

Y ya no solo hay que referirse a la manida «mutualización» de la deuda. Un despliegue más ambicioso del arsenal de choque se podría hacer , adicionalmente, a través de una mayor implicación del Banco Europeo de Inversiones como mecanismo de financiación, tanto para aliviar aún más, y de manera complementaria, la compleja transición que en el corto plazo tendrán que afrontar empresas y familias, como para no perder de vista, a largo plazo, la necesaria transición energética, digital y la gestión del problema de la dependencia, que en esta crisis se están poniendo de manifiesto como déficits estructurales en el conjunto de la zona euro.

El segmento del mercado más profundo y líquido que existe, el cambiario, no suele pasar por alto estas cuestiones. En el caso concreto de la cotización del dólar estadounidense frente al euro, que acumula una revalorización superior al 2% en lo que va de año, los «miopes» argumentarán que la práctica neutralización del diferencial de tipos de interés entre ambas divisas, tras el recorte de 100 puntos básicos en su tasa de referencia acometido por la Reserva Federal en las últimas semanas, justificaría una sensible depreciación de la estadounidense.

Sin embargo, aquellos inversores con más perspectiva ponderarán a buen seguro el impacto negativo que en el crecimiento potencial de la zona euro tendría la hipoteca sobrevenida por la pandemia con unos tipos de interés leoninos en forma de un «autoimpuesto» aplazamiento de la necesaria inversión en los campos que más la demandan (energía, tecnología y dependencia) , lo que terminaría erosionando el potencial de crecimiento de la región, ya de por sí anémico. La traducción directa de este hándicap serían tipos de interés estructuralmente muy bajos, algo que, si ocurre, se produciría en menor medida en EE.UU., economía que cuenta además con una estructura más flexible.

Releer los tebeos del genial Francisco Ibáñez puede ser un pasatiempo reconfortante en estos días de confinamiento. Y mantener dólares en una cartera adecuadamente diversificada podría seguir reconfortando a cualquier inversor incluso más adelante.

Alfonso García Yubero es director de Estrategia de Santander Private Banking

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