Ignacio Wert, Soraya Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos y Cristobal Montoro, el pasado 31 de abril, en rueda de prensa tras el Consej de Ministros
Ignacio Wert, Soraya Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos y Cristobal Montoro, el pasado 31 de abril, en rueda de prensa tras el Consej de Ministros - óscar del pozo
Opinión

¡Tierra a la vista!

«Si no se tuerce todo por los avatares políticos y las elecciones no nos devuelven un país caótico, por fin volveremos a ser los que éramos», según la economista María Gómez Agustín

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El pasado jueves el Consejo de Ministros aprobó un nuevo cuadro macroeconómico con unas previsiones de crecimiento económico y empleo bastante más optimistas que las de las últimas veces. Se prevé un incremento del PIB de 2,9 por 100 para este año y el que viene y una tasa de paro que descenderá al 20 por 100 en 2016. Además, según explicó el Gobierno, el motor de la expansión será la demanda interna, esto es, el consumo y la inversión privada.

Es decir, que por una parte buenas noticias, parece que por fin la ansiada recuperación comenzará a ser percibida por amplias capas de las rentas medias a lo largo de 2015. Por otra, la cercanía de las elecciones aconseja analizar estos datos con extrema prudencia, sobre todo las proyecciones para 2016, que dependerán de quién gobierna, con quién y con qué programa.

La política condicionará de manera decisiva el comportamiento de la economía el año próximo.

Al estudiar la evolución del PIB en los últimos trimestres se advierte que el crecimiento intertrimestral comenzó a ser positivo a mitad de 2013 y que, en el último trimestre de 2014 y primero de 2015, sus crecimientos son de 0,7 y 0,9 por 100 respectivamente. Estos son datos perfectamente comparables a los de 2006, antes de la crisis económica. En cuanto a los crecimientos interanuales de esta misma variable, la evolución de los datos en esos mismos trimestres es de 2 y 2,6 por 100. La economía española no crecía así desde principios de 2008 justo antes de entrar en este “pozo negro” de la Gran Recesión que ha durado seis años.

Por tanto, el inusual despliegue de optimismo del Gobierno está perfectamente justificado y es incluso prudente. Así lo proyectan también los indicadores cualitativos y adelantados del consumo. Incluso al mirar las cifras del turismo en Semana Santa y las previstas para este puente, son perfectamente equiparables a las de 2007. En este sentido me atrevería a afirmar desde aquí que, con la evolución de los primeros cuatro meses, el año se cerrará con un crecimiento del producto español holgadamente por encima del 3 por 100.

En cuanto al otro dato más relevante que es la tasa de paro, su trayectoria en los tres últimos trimestres se ha estabilizado en un 23,7 por 100 que está lejos del 26,9 por 100 del primer trimestre de 2013, pero que no se acerca ni en los sueños más eufóricos al 8 por 100 anterior a la crisis. En este caso la previsión gubernamental también parece factible. Sin embargo, un 20 por 100 de paro, cuando se logre, sigue siendo una cifra muy elevada. El problema además del paro es la precariedad del empleo pero este hecho oculta un hecho elemental: es mejor trabajar que estar parado porque la inserción en el mercado laboral es una condición básica para romper su dependencia de la asistencia pública.

En cualquier caso es ingenuo pensar que en unos trimestres y después de soportar la crisis más larga y dura de la historia, España puede retornar de inmediato a la situación existente con anterioridad a la misma. Hace falta tiempo para que la economía se recupere y los beneficios del crecimiento se extiendan a toda la población. Aquí la apuesta es que, si todo sigue como en los últimos dos años, esto podría lograrse en otros dos si no volver a la situación de 2006 si a niveles de bienestar parecidos.

Por otra parte las fragilidades que amenazan esta recuperación son la persistencia de un déficit y de una deuda pública muy altas, sin olvidar el abultado endeudamiento del sector privado que hace muy vulnerable la economía española a un cambio a peor en el sentimiento de los mercados y a las condiciones financieras presentes hasta la fecha. España aún no se ha apalancado lo suficiente...

La conclusión es un mensaje de optimismo. Si no se tuerce todo por los avatares políticos y las elecciones no nos devuelven un país caótico e ingobernable, parece que por fin volveremos a ser los que éramos; esto es, un país capaz de crecer y generar empleo. Así pues, después de una larga travesía crítica es posible gritar “tierra a la vista”.

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