Silvia Navarro, en acción
Silvia Navarro, en acción - AFP
Balonmano

Silvia Navarro: «De aquí no me mueven»

La guardameta se ha convertido en un seguro de vida para España en estos Juegos

Río de Janeiro Actualizado: Guardar
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Es el puesto más ingrato. En el que más se fija el público, los aficionados, los jugadores. Es la última frontera antes del gol y un despiste supone un tanto más que remontar. En el colegio, es la posición que va rotando porque casi ningún niño la quiere. Casi. Siempre hay grandes excepciones. Una de ellas, Silvia Navarro, portera indiscutible de la selección española.

A pesar de sus 169 centímetros de altura, atípica estatura para la posición de cancerbero, Navarro siempre tuvo muy claro que su casa eran los tres palos. «Hice una prueba como jugadora y no me gustó nada, pero fue ponerme debajo del larguero y dije: este es mi sitio, de aquí no me mueven.

Me encanta», cuenta después de un entrenamiento en Río, en el que en su portería apenas ha entrado un balón.

Navarro no solo la reconoce el mundo del balonmano por sus paradas, incuestionable su poderío de salto y sus reflejos, como demostró en el estreno de España ante Montenegro. También por un atuendo bien particular que ya la ha hecho famosa juegue en el pabellón que juegue. Silvia Navarro no se entiende sin esos calcetines negros que siempre utiliza por encima del pantalón. Es su seña de identidad, una característica cuyo origen está lejos de ser estético e intencionado. Más bien, una muestra de que a grandes problemas, calcetines negros. «Todo tiene una explicación, verás. Yo me marché de casa a jugar al Itxako navarro y siempre me daban unos pantalones más grandes de mi talla. Normalmente era mi madre la que me hacía un apaño y me los cosía para que me quedaran a mi tamaño, pero... en Pamplona no estaba ella y qué quieres que te diga, yo de parar balones sé, pero de coser... poco. Soy malísima. Así que se me ocurrió un día ponerme los calcetines por encima para evitar que me pisara los bajos y mira, oye, que ahí se quedaron», cuenta del tirón la valenciana, riéndose mientras desgrana la confesión. «Sí, sí, es así, nada de moda, esto viene porque no me sabía coser los pantalones».

Ya no es Silvia Navarro sin ellos. Calcetines, siempre negros. «Es de lo primero que pongo en la maleta, y en cantidad. Traigo mogollón, pero mogollón», sigue sonriendo. Tiene miedo de quitarse esa tradición, pues con ellos puestos fue plata en el Mundial de 2011 y bronce en los Juegos de Londres 2012. Y aquí la emoción brilla en sus ojos. «Fue tremendo. Después de dos prórrogas muy duras por fin era mío, era nuestro. Indescriptible», recuerda de aquel 11 de agosto de 2012.

Un bronce para ella y para todos los que la empujaron a llegar hasta ese momento. Sobre todo, su madre, Mari Carmen, quien la llevó casi a rastras a la primera prueba con la que inició su carrera. «Y la que luego me ha llevado a todos los entrenamientos, me ha preparado la cena para que no tuviera que encargarme yo, y la que me cosía los pantalones, claro, jajaja». Demostró en el estreno que quiere llevar a España hasta el final en Río 2016. Quiere volver a ver a su sobrino David custodiando la medalla que le entregue a la vuelta a Valencia. Hoy regresa su segunda casa, la portería, para proteger los intereses de España contra Estados Unidos (19.40 horas). Ante Montenegro, Nerea Pena no pudo jugar la segunda parte porque su rodillera no era la permitida por la Federación Internacional. No se sabe si los calcetines de Navarro son homologados, pero volverán a lucir en sus piernas. Para protegerse de los balones, para mantener la tradición, para acordarse de su madre, de la que no aprendió a coser.

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