Bélgica-EspañaPositivo debut de Lopetegui

Era un partido de selecciones, amistoso, veraniego, en el abrupto parón liguero, acumulado del curso anterior, y encima con seleccionadores debutantes. Un atractivo más bien dudoso.

Además era todo muy parecido. Mismas caras; el mismo gesto de Piqué en el himno, como de estar mirando por una ventanilla. Lopetegui había dicho que «quería el balón». Esto es lo primero que dice un técnico español: quiero balón, como la primera palabra que dijo Kiko Rivera fue «can-ne».

España tuvo una ligeras dificultades iniciales, cuando Bélgica sorprendía con toques rápidos del nueve tanque Origi (el 9, pesadilla recurrente en la Eurocopa).

Se ordenaba con un 4-3-3, con un juego similar, con el equipo casi idéntico. Se podía apreciar, eso sí, un poco más de presión y quizás una disposición más clara, no tan difusa respecto a la última etapa de Del Bosque. España se parecía más a un club, al fútbol de un club. Pero esto, hay que reconocerlo, estaba más cerca de la sugestión que de la observación.

Durante la primera media hora no pasó nada. Pudimos observar a Lopetegui, que miraba con gran sinceridad porque miraba subiéndose los pantalones y poniendo gesto de incomprensión, como ante un mueble por piezas desparramado en el suelo.

Lopetegui nos estaba ofreciendo una transición tranquila de la transición tranquila. Estuvo en la sub-21, asume el «modelo», y respeta el armazón. La RFEF ha copiado el esquema ministerial y se puede hacer carrera dentro.

Lo único que pasó en ese rato fue la sustitución de Morata, contusionado, por Diego Costa.

En el 34 llegaría el gol. España había asomado sobre todo por la banda derecha: gran pase de Carvajal a la carrera de Vitolo, semifallo (o semiacierto, según se mire) de Diego Costa y remate llegando de Silva. La jugada vino de la inteligencia de las dos elecciones más personales de Lopetegui: Carvajal, cuya titularidad es indiscutible, y Vitolo, un jugador delicioso, con una zancada elegante, ambiciosa, que hizo mucho bueno por su banda.

A partir del gol España jugó muy bien. Quince minutos alegres en que aparecía por sorpresa con Carvajal; minutos a los que Thiago puso la hojita de perejil con una acción que casi acaba en gol de Costa. Una de esas virguerías, entre el fútbol playa, el fútbol siete y lo que el rondo tiene de individualidad, que solo hace Thiago. Es decir, que solo hace España. Toda una Bélgica se metía en la portería de Courtois. La Selección volvía a empotrar en campo ajeno.

La segunda parte empezó con el mismo juego y una gran parada de Courtois a cabezazo de Piqué. Thiago y Koke producían como dos motorcillos, lo que esperábamos de ellos. Las jugadas, como el mar de Valery, «recomenzaban» en Busquets, que parece que hace siempre el gesto bautismal ese de cascar la bola en los futbolines antes de echarla a rodar; y era aún más visible la autoridad de Ramos al decidir cambios de juego o faltas.

Eso sí, el gafe de Diego Costa, muy bien en los desmarques, continuaba.

En el 61 Vitolo le sacó un penalti claro a Jordan Lukaku con un amago y un paso cambiado, poco más, y el penalti lo volvió a marcar Silva. Vitolo tiene cosas de futbolista de los 80 y 90. Es buenísimo y fue una de las alegrías de la noche. La otra fue Silva, que jugó otro enorme partido amistoso.

Empezaron los cambios y el partido se fue calmando. España había dominado a una Bélgica, la de Roberto Martínez, como traumatizada, sin personalidad alguna. Tal fue el espectáculo que la afición belga -que ciertamente ha visto muchas cosas, y qué cosas- silbó en varios momentos a su equipo.

Los jugadores españoles se esforzaban por «ganarse al míster». Ah, los futbolistas, qué discutibles seres humanos... Era inevitable, para el aficionado de tipo melancólico, acordarse entonces de Del Bosque, que lo estaría viendo todo -quizás junto a Toni Grande- con ese gesto suyo como de estar dando un pellizquito debajo de la mesa.

En los minutos finales debutó por fin Saúl, otra mejoría que anotar. Se nota en España una nueva energía. No es mucho, y se desconoce su alcance, pero ya se mueven un poco las aspas del molino.

Sin despertar una emoción bárbara, medible en función de las audiencias, de los minutos de televisión y radio, y de los escasos pinchazos que generan las noticias de la selección española en las webs de los diarios, la nueva España regresa después del chasco de la Eurocopa con el primer objetivo de recuperar el cariño de la gente. Se dibujó el paraíso desde la abundancia de los títulos y ahora cuesta mucho asumir que los tiempos ya no son los de antes y que aquella generación nunca volverá, con el agravante de que entonces no se había ganado nunca y la afición no estaba en situación de exigir. Un Mundial y dos Eurocopas después, hay otra selección y estrena inquilino en el banquillo, preparado Julen Lopetegui para el desafío que la Real Federación Española de Fútbol le ofreció cuando Vicente del Bosque dijo no a la continuidad. Para empezar, un amistoso de los buenos en Bruselas contra la Bélgica de Roberto Martínez, que también se bautiza en el cargo. España busca aire fresco sin enterrar lo bueno del pasado.

Porque da la sensación de que nadie quiere enterrar ni olvidar los momentos felices, dando por hecho que la base es la necesaria para retomar el camino del éxito. Hace tiempo que España se olvidó de la furia y del consuelo de la mala suerte para justificar una prematura eliminación en los cuartos de final de turno y se abrazó el toque y la posesión, comprensible viendo la nómina de peloteros que aglutinó Luis Aragonés para abrir el melón de las alegrías. Con Lopetegui, la pelota seguirá siendo protagonista y el dibujo no se altera, igualmente equilibrado el equipo con la misma columna vertebral. Falta que encuentre complementos porque hay jugadores incuestionables y básicos en todas las líneas, pura lógica.

El encuentro de hoy le llega a Lopetegui sin apenas horas de vuelo, pues únicamente ha realizado tres entrenamientos durante la semana. Sin embargo, el cuerpo técnico se ha vaciado durante un mes y ha viajado para ver en directo a todos futbolistas los que entraron en la lista, cercano el seleccionador con los protagonistas para tratar de implantar su idea cuanto antes. «No se trata de tocar una tecla, sino de reconocer el potencial que tenemos y ser capaces de ordenarnos en cómo hacerlo. Estamos en torno una idea y demos ser capaces de desarrollarla y mejorarla», apuntó ayer Lopetegui en las entrañas del estadio Rey Balduino. «La filosofía más o menos es la misma. Todo el mundo tiene ganas de cambiar la situación, nos fuimos a casa muy pronto en los últimos torneos. Debemos tener las ganas y la emoción de querer ser los protagonistas, pero hay conceptos en los que hay que estar más atentos», compartió Busquets. Y para rematar, Ramos con la misma idea. «Vamos a intentar recuperar el dominio de los partidos». España quiere ser España, pero la buena España.

Un paso al frente

Pese a no tener categoría oficial, la cita tiene su miga precisamente porque se verán los primeros trazos en el libro de Lopetegui. El portero es, sí o sí, David de Gea, titularísimo por decreto para silenciar el ruido que genera el fantasma de Casillas. En este equipo, cuya defensa es lo más previsible con Carvajal, Piqué, Ramos y Alba, se mantiene la duda del nueve, con Paco Alcácer, Álvaro Morata y Diego Costa como opciones. Las miradas se centran en los jugadores que ya tuvo Lopetegui en las inferiores como Thiago, Koke, Javi Martínez, Morata o Mata, que deben dar un paso al frente. Asensio, Saúl y Sergi Roberto rejuvenecen al grupo y contagian su ilusión.