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Roberto Martínez, en un entrenamiento con Bélgica - EFE
Bélgica-España

Roberto Martínez, el eterno emigrante

El catalán se fue hace dos décadas a Inglaterra y su éxito como técnico le ha llevado a ser seleccionador de Bélgica

Madrid Actualizado: Guardar
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Antes del desembarco masivo en Gran Bretaña, tan de moda la ahora Premier para el futbolista español, se sabía más bien poco de ese fútbol, cotado únicamente a los jugadores locales que entendían a la perfección el patadón y el éxito de provocar un saque de esquina. Fueron llegando extranjeros para darle otro sello a ese fútbol, y un valiente se atrevió a probar con españoles en un modesto equipo que campaba por divisiones menores. El Wigan, propiedad de Dave Whelan, rastreó por la Península y pescó en Zaragoza a tres muchachos que militaban en el filial maño, tres chicos que hicieron el petate en 1995 y se atrevieron con el tabú del fútbol foráneo. Ahí les bautizaron como los «Three amigos», un grupito compuesto por Jesús Seba, Isidro Díaz y Roberto Martínez. Los dos primeros aguantaron poco y tomaron el viaje de vuelta, mientras que el tercero hizo una notable carrera en Inglaterra tanto con las botas como desde la pizarra. Más de veinte años después de aquella aventura, Roberto Martínez es un entrenador respetadísimo, tanto que es el seleccionador de Bélgica y ha fichado a Thierry Henry como ayudante. Es el premio a la osadía.

En Bélgica, necesitado ese equipo de alegrías después de no cumplir ni en el Mundial ni en la Eurocopa con todo lo que se intuía, Martínez sigue siendo Bob, bautizado así al llegar al Wigan. Nació en Balaguer, el 13 de julio de 1973, y ha sido más como técnico que como futbolista, pues nunca llegó a un grande. Fueron seis años en el Wigan antes de pasar por el Motherwell, el Walsall, el Chester City y el Swansea, club que le concedió el banquillo cuando todavía tenía recorrido dando patadas al balón como centrocampista. Habló con su padre, meditó la propuesta y aceptó ser entrenador. Vista la efervescencia en esos primeros años, acertó con la decisión y el dueño del Wigan pagó más de dos millones de euros para tenerle como líder del vestuario. Durante tres años, logró mantener a ese modestísimo equipo en la Premier y encima ganó la FA Cup en 2013 al derrotar al Manchester City en la final de Wembley, el título más prestigioso de ese fútbol.

Dio el salto al Everton, que es una entidad con un peso innegable por sus éxitos en blanco y negro, pero duró poco ahí, despedido por un mal curso después de haber coqueteado con la Champions en su primer año. Una pequeña mancha para un técnico que presume abiertamente de haber introducido el fútbol de toque en Inglaterra, enamorado de la posesión y de darle velocidad a la pelota sin necesidad de jugar de área a área.

Paradójicamente, a Martínez, que ya habla con acento british, se le conoce más en el extranjero que en España, reclamado por varios clubes importantes mientras aquí poca gente le pone cara. Y hace una semanas se coló un breve en el descanso estival que llamaba poderosamente la antención. «Roberto Martínez, nuevo seleccionador de Bélgica». Un ilerdense al frente de uno de los países con más talentos del momento, pero con escasa capacidad competitiva y sonrojado por País de Galés en la última Eurocopa de Francia. La maravillosa generación de Hazard, Lukaku, De Bruyne, Vertonghen, Origi, Witsel, Dembele o Carrasco tiene nuevo jefe, que también se estrena hoy en el amistoso contra España.

Sin que haya demasiados cambios en su primera lista, la apuesta más impactante de Martínez es la de contratar a Thierry Henry como ayudante. «Enseguida aceptó unirse al equipo. Él sabe cómo desarrollar una mentalidad colectiva, cómo trabajar en grupo para ganar», apunta el español. Bélgica es la nueva casa de este emigrante de éxito.

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