Vuelta a España

Jakobsen vuelve a la vida en Molina de Aragón

El holandés, que estuvo a punto de morir en la pavorosa caída de Polonia, vence al fin en una gran carrera

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El parte de daños en aquella UCI del hospital de Katowice era una sentencia de muerte. Contusión cerebral, cráneo fracturado, nariz rota, paladar roto y desgarrado, diez dientes perdidos, partes de la mandíbula superior e inferior desaparecidos, cortes en la cara, un gran corte en la aurícula, un pulgar roto, contusiones en el hombro, contusión pulmonar, el nervio de las cuerdas vocales sufrió un golpe, los glúteos muy magullados... A Fabio Jakobsen solo lo reconocía su novia por las cejas y las pestañas cuando fue a visitarlo a Polonia, escenario de una terrorífica caída del ciclista neerlandés empujado por su compatriota Dylan Groenewegen en el esprint. A Jakobsen le enviaron un sacerdote a su cama de hospital. En aquellos días sombríos, nadie creía en su salvación. Casi ni él mismo. Un año después de aquello, la cara reconstruida, varias operaciones, cirugía estética a manta y una prótesis facial, Fabio Jakobsen volvió a ganar en una gran prueba. De vuelta a la vida en el pueblo más frío de España, Molina de Aragón.

« Sé que el accidente es parte de mi vida , nunca se irá, pero quiero dejarlo atrás», cuenta amable Jakobsen ante la batería de preguntas que pretenden saber el contenido de su vida, descifrar o imaginar cómo fue el tránsito desde una cama de la UCI donde sus familiares le visitaban con una protección corporal completa hasta superar él mismo el miedo de volver a incrustarse en un esprint, con la tensión de la velocidad y del recuerdo. De aquel codo de Groenewegen, de las vallas que no pudieron sujetar un golpe a 84 kilómetros por hora en descenso, del charco de sangre en el que se ahogaba el ciclista holandés, del hospital en el que, entubado y medio inconsciente, escuchaba el chirrido de los carritos de aluminio que transportaban cadáveres al congelador.

El interior de la nariz

«Le faltaban los dientes, la mitad del paladar, parte de la mandíbula. Veía el interior de su nariz», describió en una entrevista su novia Delore. «Me costaba mucho respirar , temía asfixiarme por la cánula, una especie de tubo en la garganta, pero también por los pulmones contusionados. Me dieron todo tipo de medicamentos. Mis pies se entumecían, luego mi pelvis, mis manos y hombros y me quedaba dormido. Pensaba: esto es todo, me muero. No lo estaba, pero sentía que sí».

Todos estos pensamientos se han mezclado durante meses en la mente de Jakobsen, quien rehizo su cara, su alma y su vida después de salir del hospital polaco. «Primero fue la recuperación física y después la mental –explica en Molina de Aragón–. Primero se trataba de ser persona otra vez, de recuperar los dientes , de volver a sentir. Y más tarde, volver a ser ciclista».

En Molina de Aragón entienden el significado de la supervivencia. Los inviernos son crudos, dignos de la tundra en Siberia. Eneros, como el último, a -28 grados, nevadas de un metro de grosor y sensación de incomunicación con el mundo que le rodea. Cuentan sus habitantes que existe algún tipo de confluencia astral entre Calamocha, Alcolea y Molina de Aragón para explicar los efectos de la metereología sobre este triángulo del hielo.

En dirección hacia este ecosistema del frío se dirigió un pelotón que devora kilómetros por la estepa de la meseta y que interpreta estos días una partitura a contrapelo de la esencia de la Vuelta. Escapadas consentidas y clausuradas cuando corresponde (ayer, Madrazo, Canal y Bou), los frenazos y angustias de los últimos kilómetros (caída del líder, Taaramae) y esprint para lucimiento de los purasangres.

Jakobsen compitió contra Demare, Matthews y otros de su especie, gente que no frena, sino que asume los riesgos que convierten al velocista en una profesión de riesgo. Remontó por el centro, lejos de las vallas que un día casi lo sepultan, y se llenó de vida con el triunfo en la Vuelta. «Es verdad que ahora soy más cuidadoso , me concentro más los últimos 40 kilómetros, y en especial los cinco últimos. Dejo algo más de distancia, pero no puede frenar mucho, porque si no, no gano».

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