San Isidro

Esperando a «Barrenero» en Las Ventas

Emilio de Justo corta la oreja al mejor toro de Victorino Martín, en el centenario de Albaserrada

Emilio de Justo remata con una media el saludo al sexto Paloma Aguilar

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Gran ambiente, ilusión por ver los toros de Victorino. Después de los dos primeros, la tarde va declinando, con faenas prolongadas sin necesidad, como ahora es habitual, reses que flaquean y estocadas caídas. Felizmente, todo remonta en el último (parece el signo de esta Feria): un gran toro y una emocionante faena de Emilio de Justo, que pudo ser de dos orejas, por la vibración de la gente, y se quedó en una, al caer la espada algo baja. Pero eso ha servido para que la gente salga de la Plaza, una vez más, con la sonrisa en los labios y comentando lo que ha visto. Asiste Don Juan Carlos , al que los tres espadas brindan su primer toro.

Coincide la corrida de Victorino con el centenario de la presentación, en Madrid, de los toros del marqués de Albaserrada. (Los seis, por cierto, «procedentes de la ganadería de su hermano, Santa Coloma»). Recibió una cornada Cocherito de Bilbao y provocó un escándalo Gaona, al que le tocó el quinto, «Barrenero», un toro excepcional. Lo cuenta así don Gregorio Corrochano , en ABC: «Yo nunca vi un toro igual. Grande, serio, poderoso, feroz en la acometida, duro al castigo… costaba trabajo desprenderle de los caballos. "Ya salió un toro de verdad", gritaba el público, que presenció la pelea puesto en pie».

Lo que maravilló fue su comportamiento en varas: «En la primera, metió entre barreras a un caballo con su correspondiente caballero… Cuando lo sacaban, esperaba en el tercio, quieto, valiente, fiero, en espera del nuevo enemigo. Y, así, siete veces, destrozándose con el peso de los caballos, que siempre suspendió en las astas y arrojó sobre el lomo. Un ejemplar de toro duro al castigo como no vi otro igual». Y, a la vez, bravo y noble, «del que se hubiera burlado un niño con un pañuelo». El público pedía que no lo mataran; por miedo, Gaona se negó a matarlo. Al final, se le apuntilló: «Con las mulas al paso y toda la plaza aplaudiendo, se le dió dos vueltas al ruedo».

Como dice Jorge Manrique , «vengamos a lo de ayer». El cartel reúne a las dos revelaciones del año pasado, Octavio Chacón y Emilio de Justo , con un diestro, Daniel Luque , que intenta volver a la primera línea. ¿Veremos un nuevo «Barrenero»?

Octavio Chacón lidia bien al primero, que se arranca tres veces de lejos al caballo. Intenta someterlo, bajando la mano; por la izquierda, vuelve como un rayo. El diestro acaba trompicado. Resume mi vecino: «Por la derecha, listo; por la izquierda, imposible». Con oficio, le busca las vueltas. Mata desprendido. El cuarto es pegajoso pero humilla. Corre bien la mano Octavio, el trasteo tiene emoción porque el toro repite pero no le deja quedarse quieto ni estar a gusto. Saca algunos naturales con mérito pero ha prolongado la faena sin mucho fruto. Se repite la historia: estocada efectiva, de rápido efecto, mientras suena el aviso.

El segundo sale con muchos pies, empuja en el caballo. Molesto por el viento, Luque intenta lances suaves. El toro es menos agresivo, le permite algunos muletazos templados, con garbo y buen estilo. Mata con decisión pero la espada queda desprendida; suena un aviso, porque la faena ha sido larga. El quinto sale frenándose, echando las manos por delante; se deja pegar, en varas, flaquea un poco. Al comienzo de la faena, dos fuertes arreones sorprenden al diestro. Pasa la muleta a la izquierda y logra mejores resultados pero le afean la colocación y se produce la división, tan habitual en esta Plaza. Algunos muletazos son aceptables pero también surgen enganchones. En conjunto, la faena ha quedado a medias y mata mal. Después de un pinchazo hondo, descabella tres veces y todo queda en nada. Es un diestro claramente recuperable, sus condiciones son innegables pero, con su experiencia, debe saber que la afición madrileña, en su parte más exigente, exige torear de otra forma, colocándose más de frente y adelantando la muleta.

La afición espera con ilusión a Emilio de Justo , triunfador, en esta Plaza. El tercero, el más chico, levanta algunas protestas. Además, embiste rebrincado porque flaquea de atrás, y el malestar aumenta. En la muleta, la flojera del toro impide cualquier brillo. No hay nada que hacer. Mata Emilio de Justo sin confiarse, a la tercera. La emoción de la tarde inicia un declive, la gente empieza a charlar de sus cosas. El último Victorino sale embistiendo con temple, le permite dibujar buenas y lentas verónicas. Miden el castigo del toro, que gazapea. Banderillea bien Morenito de Arles y se libra de un percance Ángel Gómez, al perder pie. Sin probaturas, Emilio de Justo logra naturales hondos, clásicos, que levantan el mayor clamor de la tarde. Se cruza al pitón contrario en lentos y templados derechazos, con un toro que humilla muchísimo. Acaba con naturales de frente, rematados con impávidos de pecho. Entra a matar con decisión pero la estocada no queda arriba. A pesar de eso, la gente exige la oreja, que se concede, y se ovaciona con fuerza a «Director»: no ha sido un «Barrenero» pero sí, un gran toro. Un final feliz, para una tarde que se había venido un poco abajo, con faenas demasiado prolongadas y estocadas que no quedan arriba.

Vuelvo al final de la crónica de Corrochano, en ABC: «No sé si dar la enhorabuena al marqués de Albaserrada… Si da Ud. dos corridas así, ganará el primer cartel de ganadero. Pero, ¿encontrará Ud. toreros para sus toros? Según estén las cosas, temo que no. Media sangre, poco poder, mansurrones, éste es el patrón del que quiera ser ganadero predilecto de los toreros». (Podría escribirse hoy mismo). Lo mismo debieron decirle a Victorino padre y logró derrotar la profecía…

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