San Isidro: el paraíso de los últimos toros

Don Juan Carlos presidió otra corrida en la que los más grande aguardaba en el sexto, con una faena verdadera de Emilio de Justo a un notable victorino

A precio de colmillo de oro de Victorino se cotizaba en la reventa la cita de Roca con Adolfo

Emilio de Justo, en un fantástico natural Paloma Aguilar

Rosario Pérez

Al filo de las nueve de la noche apareció un cárdeno bragado y meano de preciosa estampa. Herrado con el número 66, de 542 kilos, Emilio de Justo lo saludó con delicias a la verónica. «¡Por fin vemos torear con el capote!», dijo un señor relamiéndose los labios. Se avecinaban tiempos de miel. San Isidro seguía fiel a su teoría de esta feria: en el sexto se halla el paraíso de la bravura y las faenas verdaderas . ¡Cómo metía la cara el victorino ! «Tiene la clase de los albaserradas buenos», sentenció un sabio. Se llamaba «Director» y hacía surcos en esa arena donde se había tatuado el hierro de la A Coronada.

A los pies de esa corona se marchó a morir el primero, «Milhijos », que no agradó a más de uno: «Si no llevaras esa divisa, los veterinarios no te pasaban», apuntaron con cierto mosqueo. Se les olvidó pronto, cuando el negro entrepelado llegó a la muleta pidiendo guerra. Se revolvía la prenda como un rayo y lanzaba miradas nada amigables. «Es el clásico toro de casa que pide nuestro cliente», anotó el ganadero, sabedor de que la alimaña se llevaba el aprobado de un sector. Ni con el malo ni con el bueno, el cuarto -el que más gustó al criador de bravo-, acabó de entenderse Chacón. «No ha tenido su tarde», comentó disgustado un partidario. «¿Luque? Con altos y bajos», añadió.

Don Juan Carlos, con Manolo Piñera, saluda desde la meseta de toriles

La emoción aguardaba en el último cartucho. Una vez más. Frente al «7», Emilio de Justo . La muleta, en la izquierda, en un desafío a «Director» y al viento. Apostó el extremeño, con una obra apasionante: «A la porra la perfección, queremos emociones así», clamó un espectador. Le aplaudían la decisión, la colocación, esa sinceridad que tanto cala en la primera plaza. Se entregó con verdad el cacereño y sintió la entrega de Madrid. La locura se adueñaba del gentío: «¡Así se viene a Las Ventas!», se escuchó. «Es un toro de vacas», señaló Juan Blanco , un veterano abonado del «2». María José se puso en pie con su paisano y mientras arrastraban al victorino: «Si la estocada no se cae, se marcha sin las dos orejas».

Aplaudía Don Juan Carlos aquella gloria. Antes recibió el brindis de los toreros: «Por usted y por España». En medio de una gran ovación, muchos se pusieron en pie para agradecer al Rey de los toros su respaldo a la Fiesta. «Se merece un homenaje de toda la afición en este ruedo», comentó Pedro Sánchez , un veterano aficionado, cuando abandonaba su localidad. «Oiga, especifique que no soy el político. Además, yo soy más guapo», dijo con esa sonrisa picarona típica del inolvidable Victorino Martín Andrés. Y a precio de colmillo de oro del ganadero de Galapagar se cotizaban en la reventa las escasas entradas para la tarde de mayor expectación: este jueves, con Adolfo Martín y Roca Rey.

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