Morante de la Puebla se dobla con el cuarto toro
Morante de la Puebla se dobla con el cuarto toro - efe

Dulcísimos toros para la estética en Illumbe

Morante pincha una preciosa faena; Castella y Talavante cortan una oreja

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En el día de la Asunción de la Virgen, el central de la Semana Grande, San Sebastián es verdaderamente una fiesta. A la multitudinaria y preciosa Salve a la Virgen ha vuelto a asistir el alcalde, después de años de ausencia. Este sábado, los donostiarras pueden disfrutar con regatas, Gigantes y Cabezudos, carreras de caballos, la ópera «Tosca» (en la Quincena Musical), fuegos artificiales, toro de fuego... Y una corrida de toros, por supuesto. La Plaza de la Constitución conserva sus balcones numerados de la época en que servía como coso taurino: igual que tantas Plazas españolas, antes de que los ilustrados construyeran recintos para las corridas.

Lo dijo el gran escritor Luis Fernández Salcedo: «Una Semana Grande sin toros sería inconcebible...» Pero se hizo realidad: primero, por el derribo del Chofre; después, por la prohibición de Bildu.

Recuerdo las tertulias taurinas: en el Cristina, en un café del Boulevard, en el Bar Basque. Allí he visto y escuchado a Domingo Ortega, a Luis Calvo, a los Dominguines, a Cañabate, a Corrochano, a ganaderos y aficionados, venidos de toda España... Es bueno que volvamos –en parte y con dificultades– a la normalidad.

La gastronomía guipuzcoana incluye también la repostería: cuajadas, delicias de yema y almendra, cigarrillos y tejas... Juan Pedro Domecq ha enviado cuatro auténticos bombones, que los tres artistas han saboreado a placer. [Así lo contamos en directo] ¡Lástima que no les acompañara la fuerza y la casta! Sin eso, la Tauromaquia se reduce a pura estética, pierde emoción.

Morante se ha atrevido a pedir a su abogado, Joaquín Moeckel, que presente una demanda por injurias y calumnias contra el vegano Peter Janssen, vecino de Don Benito, profesional de saltar a los ruedos, por llamarle públicamente «asesino taurino y torturador de animales». Recibe con verónicas suaves y una media primorosa al primero, que empuja en varas (aguanta bien Cristóbal Cruz), flojea pero embiste de dulce. El comienzo de faena es torerísimo, con naturalidad y gracia sevillana, presagia una gran faena pero el toro se viene abajo muy pronto y el goce se queda a medias. Dibuja verónicas cargando la suerte en el cuarto, que de salida ya cae y hay que sostenerlo con el capote a media altura; en la muleta, apenas aguanta. Se suceden las caídas, en medio de muletazos de cartel de toros. La clase del diestro logra sacar deliciosos sorbos de un pozo casi seco. Y lo remata con esa repajolera gracia –y buena técnica , no lo olvidemos– que encandila también en el Norte. Mata a la segunda y pierde trofeos pero deja el sabor del arte auténtico. (Un diestro tan cuidadoso de los detalles clásicos no debería saludar con la toalla en la mano).

En vísperas del Puerto

La víspera de su reto en El Puerto, Castella no se reserva, disfruta con el segundo, que humilla mucho pero cae ya antes de varas (y después): otro toro de dulce, nobilísimo, que embiste como un carretón lento; «una Hermanita de la Caridad», decían antes. Sebastián le da pausas, aprovecha su bondad con muletazos templados aunque el toro apenas transmite. Estocada fulminante: oreja y bronca al presidente por negar la segunda. También flojea el quinto, antes de la vuelta de campana. El muletazo cambiado calienta el ambiente pero el toro dura poco, se le para a mitad del pase y le lanza dos pitonazos. La gente está con él, por su valor, pero la faena no puede remontar. Escucho a una señora: «El toro es más vago que yo». Pero un toro así no lo compensa con otras cosas... Mata con seguridad.

La bondad del tercero –también claudicante y soso– le permite a Talavante desplegar su fantasía con el capote, ligar muletazos muy suaves, muy aclamados. Escucho un comentario: «Es tan bueno que parece tonto» (el toro, supongo, que acaba rodando por los suelos). Mata con facilidad: oreja. En el último, vuelve a brillar con el capote... hasta que el toro cae (más de una vez); además, embiste irregular, pegando cabezazos, sin clase. No cabe el lucimiento.

Para los toreros, ha sido un encierro ideal, «para disfrutar». Algunos aficionados exigen más: más fuerza, más casta, más toro. Sólo una estética refinadísima (Morante, por ejemplo) logra compensarlo.

Postdata. Se acaban de cumplir diez años del fallecimiento de Manolo Vázquez: un sevillano serio, un matador clásico, que volvió a poner de frente el toreo, cuando estaba demasiado de perfil. (¡Cuántas cosas importantes habría que volver a poner de frente, en la España actual!). En San Sebastián, donde tantas veces triunfó, bajo un dulce «sirimiri», recuerdo a mi gran amigo y artista inolvidable.

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