Lorca como futuro

Crítica de «LORCA. La correspondencia personal», de Histrión Teatro

«LORCA. La correspondencia personal», de Histrión Teatro ABC

Alfonso Crespo

La obra comienza con el desmantelamiento de la escena, ésa a la que se acostumbran los ojos del espectador en la butaca, quien la recorre a la espera de que todo comience. Se trata, precisamente, de un salón coqueto y costumbrista, donde podría haberse puesto en escena, por ejemplo, «Doña Rosita la soltera» , u otra pieza de esas que —así lo declaró el baturro— le provocaban ganas de vomitar a Don Luis Buñuel . Algo de Lorca se esfuma ahí, con el borrado drástico de lo que se creía fijo, un cliché con casi toda seguridad, pues la pareja de actores que irrumpe —más que entra— en escena reivindica a otro dramaturgo, a otro poeta, a otra persona.

La nueva escena recuerda a Kafka y a Welles , incluso a Lang : una vida disuelta en una estantería de ficheros. Los restos de la tragedia íntima e histórica por todos conocida, los trazos que la vida deja en papel (deseos, anhelos, vivencias, desilusiones) y que quedaron para siempre como electrificados tras la mala muerte y el mal enterramiento, conforman la guía del viaje. La pareja en escena — Gema Matarranz y Alejandro Vera , brillantes en la difícil tarea de ser algo más y algo menos que un actor— pasan así de maestros de ceremonia a otra cosa ya difícil de definir, quizá una poderosa criatura andrógina que se apodera de los recuerdos y los reactiva de la única forma posible tras el desastre: como diálogo tanteado, cauto, a veces desesperado, que entablara esta suerte de escisión de la personalidad de Lorca , este dúo de contrarios inseparables, como aquellos hermanos incestuosos caros a Musil o a Duras.

Esta «correspondencia personal» se añade así al esfuerzo de seguir madurando el teatro de Lorca después de Lorca, suturar la herida al tiempo que se celebra las posibilidades de un legado interrumpido. Y aunque a veces prevalezca una denuncia que se vehicula a partir de tics escénicos en exceso solemnes, luce mucho más el desparpajo valiente de unos actores enrabietados que nombran a Lorca con la mirada hacia delante, en busca de algo nuevo.

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