«Apagar el teléfono, como se hace en el teatro, es hoy en día una actitud muy radical»

El dramaturgo británico Simon Stephens asistió al estreno en Madrid de su obra «El curioso incidente del perro a medianoche»

El dramaturgo Simon Stephens, en Madrid Efe
Julio Bravo

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En apenas dos horas toma el vuelo de regreso a Londres y se disculpa: «solo tengo veinte minutos». Pide un segundo café -tiene ante sí los restos del primero en un vaso de plástico-, lo que unido a un leve enrojecimiento de sus ojos delata su falta de sueño. Es lógico, el día anterior acudió al estreno oficial de la producción madrileña de «El curioso incidente del perro a medianoche», una obra que él escribió hace seis años, y que se ha convertido en uno de los grandes fenómenos de la escena internacional. Se llama Simon Stephens; nació en Manchester en 1971, y es uno de los más destacados dramaturgos británicos de nuestros días.

¿Cómo surgió la idea de adaptar la novela de Mark Haddon, todo un best seller, al teatro?

Mark y yo nos conocimos en un curso en el National Theatre y nos hicimos amigos. Tenemos una edad similar, con hijos de edades parecidas y muchas cosas en común. Conocíamos nuestros respectivos trabajos, y un día me llamó para proponerme que hiciera la adaptación de «El curioso incidente del perro a medianoche». Me contó que le habían llamado muchas veces para pedirle los derechos, pero siempre había dicho que no. Supongo que pensó que había algo en mi sensibilidad que resistiría la sentimentalidad de la novela, y que yo podría lograr que no fuera una obra excesivamente sensiblera. Mark no quería hacer él mismo la adaptación del libro igual que un cirujano no puede operar a sus hijos, que no podía lograr la distancia necesaria; así que confió en mi. Sin embargo, me lo tomé como un experimento, ya que nunca había hecho una adaptación de una novela al teatro, y le puse como condición que si no me veía capaz podría dejarlo. Lo hice para mi, pensando solo en Mark y en mis hijos, que tenían entonces 11, 8 y 3 años; no podían ver obras mías como «Punk Rock», pero esta sí.

«Los jóvenes no se preocupan tanto por cómo se tiene que comportar en el teatro. Si encuentran algo divertido, se ríen; si encuentran algo impactante, gritan; si encuentran algo triste, lloran -si no se avergüenzan-; y si se encuentran algo aburrido, hablan con sus compañeros»

¿La obra es un cuento para todas las edades?

Creo que sí... Bueno, para niños menores de nueve años quizá no. Pero sí para personas de entre nueve y noventa años.

¿Tenía la novela suficiente teatralidad o tuvo mucho que adaptar?

Mark me hablaba mucho de que la novela no era dramática, pero estaba equivocado. La principal dificultad a la hora de llevarla a escena es que muchas de las cosas que suceden en el libro están basadas en la belleza y en cómo se construyen en la maravillosa mente de Christopher. Y el teatro no tiene nada que ver con la mente de los seres humanos; habla del comportamiento. Uno de los problemas de la adaptación es que te puedes distraer con la mente de Christopher, con sus razonamientos matemáticos y su forma de ver el mundo. Así que tuve que leer la novela de manera detenidamente buscando los comportamientos de los personajes; pero en realidad están muy presentes en el texto de Mark, a él también le interesan mucho. Hice el ejercicio de transcribir todos los diálogos directos de la novela, y el resultado fue muy revelador; fue una manera de eliminar muchas cosas, porque Mark solo hace hablar a los personajes para que cuenten algo fundamental para la trama. No usa el diálogo para contar historias secundarias o exponer algo. Es un dramaturgo natural.

Carmen Mayordomo y Alex Villazán, en «El curioso...» David Ruano

¿Qué le pareció la versión española?

Bella, muy bella. Me encanta José Luis Arellano, el director. Su versión de «Punk Rock» fue extraordinaria, y vi este verano en Birmingham «La edad de la ira» y «Play Off», de La Joven Compañía, que me encantaron también. No le había visto trabajar en un montaje tan grande como es el de «El curioso incidente del perro a medianoche», y lo que descubrí anoche fueron las imágenes que creó, especialmente en colaboración con el videoartista, que son extraordinarias. Pero más allá de esto, me impresionó el detalle con que busca conseguir la verdad. La combinación entre ambas cosas es excepcional.

Ha citado a La Joven Compañía, con la que ya ha colaborado y con la que creo que tiene más proyectos previstos. Trabaja sobre todo para el público adolescente. A usted, como dramaturgo, ¿le interesa este público joven?

Sí, por supuesto. Vi «Punk Rock» en Sevilla, en una función matinal para estudiantes, y fue extraordinario. El público joven tiene una relación muy directa, no se preocupan tanto por cómo se tienen que comportar en el teatro. Si encuentran algo divertido, se ríen; si encuentran algo impactante, gritan; si encuentran algo triste, lloran -si no se avergüenzan-; y si se encuentran algo aburrido, hablan con sus compañeros. Así que, como dramaturgo, es muy importante ir hacia ellos y llamar su atención.

En estos tiempos todos estamos, y los jóvenes especialmente, abducidos por las pantallas. ¿Qué puede hacer el teatro, cuál es su arma, para conseguir la atención del público?

Implantar la norma de apagar el teléfono en el teatro durante la función... El teatro siempre se ha considerado un espacio muy conservador. Pero de pronto se ha convertido en un espacio radical; lo es llegar a un lugar y sentarte al lado de alguien a quien no conoces de nada, y que probablemente tenga opiniones muy distintas a las tuyas. Eso es muy chocante hoy en día, porque actualmente, en general, evitamos a quienes opinan de manera diferente, y solo nos relacionamos con los que tienen nuestras mismas ideas. Además, tienes que apagar el teléfono y ver algo que está sucediendo en directo en la misma sala. Eso, en estos tiempos, es algo muy radical.

«Hay que conseguir que el teatro sea un hogar en el que es posible vivir y al que es posible volver. Ser amable, en este mundo en el que vivimos, es una actitud muy radical, lo cual es muy terrible»

¿Que sea un arte vivo es lo que le garantiza al teatro su supervivencia?

Nada está garantizado... Pero es su esencia, sí. Es increíble estar en la misma sala que unos seres humanos que hacen cosas increíbles. Por ejemplo, estar en la misma sala que Alex Villazán, el protagonista de «El curioso incidente del perro a medianoche», cuyo trabajo es extraordinario. Es como ver un partido de fútbol en directo, a un ciclista, a un atleta. Te hace recordar lo increíble que puede llegar a ser el ser humano. Es muy hermoso.

¿Cómo puede incluirse el teatro en la educación para generar nuevos públicos?

El trabajo que hace en este sentido La Joven Compañía es muy inspirador. Cómo construye una relación con profesores, alumnos; hablando con David Peralto, el director de la compañía, me contaba que hay jóvenes que empezaron a ver sus obras con trece años y siguen haciéndolo cuando tienen dieciocho. Y confían en la «marca» de la compañía.

¿Como dramaturgo, hay temas que le interesen especialmente en estos momentos?

Cada vez que empiezo a escribir una nueva obra siento que empiezo un nuevo camino, y después me doy cuenta de que estoy una y otra vez en el mismo camino. He escrito treinta obras y siempre he sentido lo mismo. Pero lo importante es crear un espacio de empatía en un mundo que normalmente la obstruye; conseguir que el teatro sea un hogar en el que es posible vivir y al que es posible volver. Ser amable, en este mundo en el que vivimos, es una actitud muy radical, lo cual es muy terrible. Cuando el discurso político está definido por la desconfianza y la crueldad, ser amable y confiar en los demás es lo más importante que podemos hacer. Y ahí debe estar el teatro.

¿Cuál es su próximo estreno?

Voy a presentar una nueva obra en Hamburgo, en el Thalia Theater. La dirige Sebastian Nübling, y es una nueva obra llamada «Maria»; es sobre una madre soltera de diecinueve años, que es una heroína del siglo XXI.

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