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Una escena de «El Buscón» - ABC

«El Buscón»: Alfonso Zurro lleva a las tablas la novela picaresca de Quevedo

La compañía Teatro Clásico de Sevilla presenta en el teatro Fernán-Gómez el montaje

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Francisco de Quevedo creó en «Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños», obra publicada en 1626, una de las piezas esenciales de la rica literatura picaresca española, y trazó en ella el retrato de un personaje fascinante. Teatro Clásico de Sevilla, una compañía creada, según las palabras de sus propios responsables, con el prime objetivo de «acercar piezas clásicas del teatro español a un público cada vez menos acostumbrado a ellas», ha vuelto sus ojos hacia este texto, que cuenta con versión y dirección de Alfonso Zurro (que hace pocas semanas presentó en este mismo escenario, el teatro Fernán Gómez, su obra «Historia de un cuadro»).

«Los clásicos nos interesan -dicen los responsables de la compañía-por su valor artístico y literario, porque conectan con el imaginario colectivo autóctono y con el de más allá de nuestras fronteras, y porque con el paso del tiempo, más que hacerlas envejecer, introducen nuevos y ricos matices en ellas».

Entre sus producciones figuran «La estrella de Sevilla», «Carmen», «Don Juan Tenorio», «La Celestina», «La dama boba» y «La vida es sueño».

Esta producción, que se estrenó en junio del pasado año, cuenta con una escenografía y un vestuario diseñados por Curt Allen Vilmer, y un reparto que integran Pablo Gómez-Pando, Manuel Monteagudo, Manuel Rodríguez, Antonio Campos, Juan Motilla, Mª Paz Sayago y Paqui Montoya.

«Todo clásico -dice Zurro- siempre se ve desde los ojos de la época del espectador que lo lee o contempla. Es su experiencia vital la que le hará observarlo de una u otra forma. Pero siempre desde su tiempo. Es imposible para un espectador actual entrar en la miserable realidad del siglo de oro. Y aunque lo intente llevará en su bagaje la perspectiva de las desventuras actuales, las hambrunas africanas, las migraciones desesperadas, las imágenes de las pateras cruzando el estrecho… La aldea global, la intercomunicación, un mundo al alcance de la mano… También esos sucesos históricos que ha vivido y que le dan otro giro histórico: las torres gemelas, el 11M, la guerra del golfo… Todo suma, uno no puede sustraerse y sentirse un espectador virginal del siglo XVII. Queramos o no estamos en nuestro tiempo y desde él observamos el pasado».

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