Música

Rosalía: «Mi primer contacto con el flamenco fue viendo Cine de Barrio con mi abuela»

La joven cantaora catalana presenta uno de los debuts más prometedores de los últimos años, producido y arreglado por Raül Refree

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Rosalía es muy joven pero ya lleva una década en los escenarios y es una de las voces más prometedoras y personales del flamenco actual. Conocedora de la tradición pero con actitud contemporánea y gran dedicación al estudio del cante, ha trabajado con la Fura dels Baus, Chicuelo o Rocío Márquez y ahora presenta junto a Raül Refree su álbum de debut, «Los Ángeles», en el que ambos caminan por la cuerda floja del flamenco aunando la tradición con la experimentación. El disco se compone de cantes muy antiguos y está grabado sólo a voz y guitarra, crudo y emocional, desde el conocimiento y el respeto por la tradición hacia un lenguaje en el que conviven con naturalidad Manolo Caracol y la Niña de los Peines con el minimalismo norteamericano y otras muchas influencias más allá del flamenco.

La pareja estará presentándolo en el Teatro Lara de Madrid el 16 de marzo dentro de los conciertos SON Estrella Galicia, con las entradas ya agotadas.

Lleva ya tiempo dedicándose a la música, pero hasta ahora sólo como colaboradora, no como protagonista.

Sí, he hecho muchas colaboraciones con otros músicos, y siempre he intentado que fueran mayores que yo, para poder aprender de ellos. Siempre he sido la más pequeña, la que menos sabía, y eso te hace ponerte las pilas. A Raül lo conocí de una forma muy natural, nos presentó un amigo común y nos dimos cuenta de que escuchábamos música parecida y que entendíamos la música también de forma parecida.

Sorprende que alguien tan joven se interese tanto por el flamenco sin venirle de familia. ¿Cuál fue ese momento en el que lo descubrió?

Fue un día estando con mis amigos en el parque, solían poner música en sus coches y abrían las puertas para que lo escucháramos todos. Un día alguien puso a Camarón, y ese fue mi primer contacto, en la calle. Si me voy más para atrás, también recuerdo pasar muchos ratos con mi abuela viendo pelis de la uno, de esas que ponían los domingos y salían Antonio Molina, Lola Flores...

¿Cine de barrio?

¡Sí, eso, Cine de Barrio! Esos fueron mis primerísimos contactos.

Pero de interesarse por el flamenco a dedicar tiempo y esfuerzo a estudiarlo a fondo, hay un trecho. Eso es lo que verdaderamente sorprende de alguien tan joven, que vive en una sociedad con tantísimos estímulos inmediatos.

Pues eso es interesante. La verdad es que echando la vista atrás me estoy dando cuenta de que empecé súper entregada, muy firme. Me gustaba tanto que me comprometí a estudiarlo y comprenderlo. Le dediqué muchas horas, y a la vez que aprendía flamenco, también aprendía a dedicarle horas a algo. En eso fue fundamental el maestro que conocí, José Miguel Vizcaya, «El Chiqui de la Línea», que fue quien me inculcó el estudio y me enseñó a tirar para atrás en el tiempo al investigar el género. Para mí el flamenco era Camarón, algo de estética gitanista, y al ir hacia atrás encontré muchas otras cosas que me encantaron.

¿Cómo se encontró con «El Chiqui»?

Pues ya ni me acuerdo, es que era muy pequeña. El entorno del flamenco en Barcelona es tan pequeño que al final todos nos conocemos y los encuentros son tan naturales... Cuando descubrí a cantaores como Niño de la Huerta o «El Gloria», «El Chiqui» me enseñó a escuchar y apreciar su cante, ¡porque sus grabaciones suenan muy mal! A la gente de nuestra edad ese sonido nos parece terrible.

Sí, en su generación suelen gustar mucho el auto-tune y el Pro-Tools...

A mí me gustan las dos cosas, lo antiguo y lo moderno. Por ejemplo el auto-tune me parece un recurso más dentro de lo que son las sonoridades urbanas.

Confieso que aluciné cuando supe que le gustaba el trap.

En ese mundo no todo es bueno, por supuesto, pero hay gente como Yung Beef que sí tienen éxito porque detrás de la tecnología de sonido hay una verdad, una mala hostia con la que la gente conecta, que lo convierte en punk por mucho auto-tune que haya detrás.

Sus conciertos con Refree serán todo lo contrario: absoluta desnudez de guitarra y voz. ¿Supone un reto, o están muy rodados?

Sí, es una reivindicación de que no hace falta nada más para emocionar con la música. Hay un minimalismo, una verdad en la que prima la emoción. Entre los dos hay mucha conexión, porque ya desde el primer concierto que dimos, sin el repertorio rodado ni nada, se nos dio genial. Pero sí es un reto, porque son cantes difíciles, muy antiguos, y aunque yo me permito algunas cosas sí que estoy todo el rato intentando respetar las melodías.

¿Cómo escogió los cantes?

Hice mi investigación, y busqué letras que de alguna forma no fueran contextualizables en un momento concreto de la historia, sino que tuvieron atemporalidad para que pudiera conectar con ellas cualquiera, una persona de veinte años o de ochenta.

El término «fusión» es de uso delicado, ¿no?

Sí, sí. Es difícil ese debate. Yo creo que entre la gente joven, lo de la fusión flamenca es algo que identifica con un movimiento muy concreto de músicos, que ya pasó hace algunos años. Ahora la fusión es tan natural que ni se menciona, se hacen experimentos que no son tan cerrados como los de esa época que ya pasó. Ya no se hace rock con flamenco, o jazz con flamenco, o bossa nova con flamenco. Lo que se está haciendo ahora es más abierto, y no hay una palabra que pueda describir todo el abanico de sonoridades. El lenguaje ahí sería limitador.

Volviendo al tema del trap, sus colaboraciones con gente como C. Tangana han sorprendido a muchos, también porque se le achaca cierto machismo al género. En ese sentido, usted dijo que «la música no debe tener moral», lo cual es interesante.

Creo que en el arte se tiene que poder hablar de todo. No creo que haya que censurar nada, sino tener actitudes críticas ante todo, y tener sentido del humor, que eso también es importante. Además, la gente se cree que los músicos siempre hablan de sí mismos en sus letras, de lo que piensan, y eso es un error. El artista puede encarnar muchas cosas en sus letras. Además, para responder a esta cuestión habría que empezar por responder a la pregunta de qué es el arte. Y ahí hay que tener cuidado, porque hay quien dice que el arte siempre tiene que ser bueno, bonito y verdadero, las tres «bes» (sic). Pues no. No tiene que por qué ser así, eso sería muy limitador. El arte puede ser algo impactante, o trascendental, muchas cosas distintas, pero ninguna en concreto.

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