Roberto Abbado, en Valencia
Roberto Abbado, en Valencia - MIKEL PONCE

Roberto Abbado: «Me gustaría dirigir “Parsifal” en Valencia»

El maestro italiano habla de su vinculación con el Palau de les Arts y de sus años como director musical durante la dictadura de Pinochet

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A pesar de haber nacido en una familia de larga tradición musical, Roberto Abbado (Milán, 1954) nunca sintió la presión de tomar el testigo de su padre –el pianista y compositor Marcelo Abbado– o de su tío –el gran maestro Claudio Abbado–. De hecho, su introducción formal a un instrumento se produjo relativamente tarde, a los doce años. En su memoria, sin embargo, la vinculación emocional con la música se retrotrae a la cuna: «Cuando era pequeño teníamos en el salón de la casa un piano de cola, y recuerdo que yo me sentaba debajo del piano a escuchar. Es una experiencia increíble que todos los niños deberían experimentar. El sonido es tan fuerte, todo el cuerpo te vibra y se llena de música».

En esos primeros años que todo lo cambian, dos compositores tomaron protagonismo: Mozart y, cómo no, Debussy. Qué mejor acicate para la imaginación infantil.

Ese niño que quería ser ingeniero aeronáutico –pero que acabó formándose con Franco Ferrara en La Fenice de Venecia– es hoy una de las batutas más solicitadas del panorama lírico y sinfónico. El paso más reciente de su trayectoria es la asunción de la dirección titular de la Orquesta del Palau de les Arts de Valencia, un puesto bicéfalo que comparte con el maestro especializado en repertorio barroco Fabio Biondi. Hablamos con Abbado aprovechando los ensayos de «El sueño de una noche de verano», de Benjamin Britten, que se estrenará el viernes 10 de junio.

-¿Por qué cambió su temprana vocación por los aviones por la música?

-A los doce años nos mudamos a vivir a Pésaro. Fue un cambio duro, dejar a los amigos, la escuela…. Mi padre –que sigue vivo y continúa trabajando como músico– me preguntó entonces si me apetecía apuntarme a una escuela de música. Y así, a una edad bastante tardía, empecé a tocar el piano. De inmediato descubrí que me resultaba muy fácil. En seis meses estudié el programa de tres años, y sin esforzarme mucho. Después, a los quince años, tuve una experiencia que me cambió la vida. Mi profesor de solfeo, que enseñaba el método de Carl Orff (en el que se invita a los niños a interpretar un repertorio concreto con pequeños instrumentos de percusión) me preguntó si quería dirigir un pequeño programa para el concierto de final de curso. Me lancé a dirigir el primer ensayo. Fue una revelación. Como cuando te enamoras por primera vez. La noche siguiente no podía dormir, porque me di cuenta de que yo lo que quería era ser director de orquesta.

-Su último reto ha sido asumir la dirección musical del Palau de les Arts. ¿Qué le hizo aceptar la oferta del intendente actual, Davide Livermore?

-Principalmente, la calidad de la orquesta y de sus músicos. Hay pocas orquestas de este nivel, y con una atmósfera de trabajo tan buena. Quieren tocar, y quieren hacerlo bien. La segunda razón es… ¡mira donde estamos! (extiende su brazo hacia el amplio ventanal de su camerino, que muestra una panorámica del complejo de piscinas y construcciones de trencadís diseñado por Santiago Calatrava para la Ciudad de las Artes y las Ciencias). Me gusta mucho la arquitectura contemporánea. Para mí es emocionante pasearme por aquí. La tercera razón por la que acepté fue que el intendente del teatro es un artista imaginativo y con muchas ideas. (Davide Livermore compagina de hecho su labor al frente del Palau con la dirección de escena de varios espectáculos del teatro).

-El Liceu de Barcelona le invitó en su día a ocupar la dirección musical. ¿Por qué no aceptó?

-Tengo un historial rechazando ofertas importantes. Una de ellas fue la del Liceu, cuando yo tenía solo 29 años. No me sentí preparado para asumir una carga tan importante. Allí hay gran tradición de ópera, y los aficionados están entre los más apasionados del mundo. Al nivel de los de la Scala de Milán. Creo que se quedaron un poco tristes por rechazar la oferta.

-Tres años después aceptó una carga similar en el Teatro Municipal de Santiago de Chile.

-Sí, porque era otra cosa. Y tenía un poco más de experiencia. Los tres años que viví en Chile fueron muy importantes para mi formación musical y humana, porque coincidieron con los tres últimos años de la dictadura de Pinochet.

-¿Cómo fue la experiencia?

-El teatro tenía un buen nivel, con un intendente muy capaz, Andrés Rodríguez, al que han seguido renovando en el puesto todos los gobiernos después de Pinochet porque es el hombre que más sabe de ópera en el país. Fue muy interesante vivir en un país que está cambiando totalmente. También lo fue descubrir por qué me pidieron que fuera director musical. Un año después de aceptar el cargo me di cuenta de que me estaban utilizando porque yo era italiano y de una familia muy cultivada de músicos. Concretamente, yo era el sobrino de una de las máximas celebridades del mundo de la música. Por aquel entonces, mi tío Claudio –que era una persona notoriamente de izquierdas– era el director musical en la Scala. Pinochet quería cambiar su imagen y convencer a los chilenos de que no era un dictador sino un líder democrático. Lo que obviamente no era cierto. En esos años llegué a ser muy conocido. Es impresionante la cantidad de entrevistas que me ofrecían (porque les interesaba).

-¿Llegó a conocer personalmente a Pinochet? ¿Actuó para él?

-No. Lo único que exigí en mi contrato fue que se incluyera una cláusula para eximirme de la obligación de tocar para él ni para algunos de los miembros del gobierno. El Día Nacional de la República, en el que normalmente Pinochet o algún representante del gobierno acudían al teatro, yo no dirigí. No quería formar parte de la mentira. Muchos años después, en dos momentos distintos, me encontré a dos músicos de la orquesta de Chile. Ambos me confesaron que todo el tiempo en el que yo les estuve dirigiendo, ellos eran partisanos en la guerrilla. Por razones de seguridad –porque nunca se sabe– no quiero revelar sus identidades. Pero tengo que decir que estaban entre los mejores de la orquesta.

-¿Cuál es su principal objetivo artístico con la orquesta de Les Arts?

-La próxima temporada solo dirigiré óperas del siglo XIX. También creo que es importante que la orquesta no deje de tocar conciertos sinfónicos. Es importante para mantener el nivel instrumental y para que no pierda su propia tradición como orquesta, que empezó tocando tardo-romanticismo. Personalmente me gustaría dirigir «Parsifal» en Valencia ya que es la sede del Santo Grial.

-¿Cuál es el mejor consejo que ha recibido de su tío Claudio?

-Más que consejo era su propio ejemplo como músico y ser humano. Su manera de trabajar con los demás. Sabía escuchar a los demás y estaba siempre abierto a otras opiniones. La música necesita que los seres humanos se escuchen, sino no puede llegar lejos.

Ver los comentarios