David Morán

Agua y sed: Pau Donés y el secreto del éxito de Jarabe de Palo

El músico barcelonés encontró en la mezcla de suave ligereza latina y rock pespunteado de blues el mejor libro de estilo para dar forma a canciones como «Grita», «El lado oscuro», «Agua» y, claro, «La Flaca»

Pau Donés, en 2017, durante la presentación de «50 palos» Efe
David Morán

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El éxito, ya se sabe, crea ojeriza, y a Pau Donés nunca se le perdonó que calcinase emisoras de radio y convirtiese el estribillo de «La Flaca», con su color negro de La Habana y sus dos soles en la cara, en canción del verano de 1997 y, ya puestos, en salmo responsorial del rock latino. El éxito, ya se sabe, genera anticuerpos, por lo que en cuanto Jarabe de Palo alcanzaron la cima de los 600.000 discos vendidos empezaron a aparecer los listillos que arrugaban el gesto y liquidaban todo aquello como rumbosa flor de un día. Visionario y sagaz, yo mismo publiqué una crítica de un concierto de 2001 con el atrevido titular de, ejém, «Se acabó el fenómeno». Sí, en 2001.

Luego vendrían «Depende», «De vuelta y vuelta», «Bonito»... El chascarrillo estaba servido e incluso cobró forma en un programa de televisión de TV3 en el que Jordi Évole, metido aún en su papel de Follonero, le vino a decir a Donés en horario de máxima audiencia que, diantres, todas sus canciones eran iguales. «¡Lo que pasa es que en vez de Jarabe de Palo son Jarabe del mismo palo¡», le soltó en un encontronazo que, pese a estar debidamente preparado y guionizado, persiguió a Donés durante años en giras y entrevistas.

«Decir que 'La Flaca' se parece a 'Bonito' me parece casi un pecado musical. Y no creo que sea una percepción general: la gente no es tonta ni compra discos para más de lo mismo», replicaba el propio músico en una entrevista con este diario en 2003, Y por más que, en efecto, la gente no sea tonta, sí que existe un algo, un personalísimo sello de autor, que hermana todas las canciones de Jarabe de Palo y despeja su camino hacia el éxito.

Puede que, como decía Donés, no se parezcan a primera vista, pero todas comparten la suave ligereza de lo latino encamándose con el rock and roll; ese mirar de reojo al blues para que la paleta quedase ligeramente salpicada de negro; ese deje arrastrado de unos versos tras los que siempre aparecía, ni que fuese esbozado, el brillo de la esperanza… Con los años, es cierto, todo fue perdiendo interés, pero las canciones de Pau Donés siempre fueron las de alguien dispuesto a exprimirle todo el jugo a la vida y, ahora queda más claro, a agarrarse a ella con uñas y dientes. A gritar, deambular por el lado oscuro, bailar, volar y, en fin, apagar la sed con tragos largos, larguísimos de vitalidad concentrada. Agua y sed, que diría él mismo. Él tenía lo primero y su público lo segundo. Así de simple.

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