La cantante y compositora irlandesa Róisín Murphy, durante su actuación
La cantante y compositora irlandesa Róisín Murphy, durante su actuación - efe

El Sónar vuelve a crecer y cierra con 119.000 asistentes

Duran Duran selló ayer una cita que viajará a Escandinavia e Iberoamérica

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Si el año pasado supuso un ligero retroceso respecto a los números de 2013, cuando cerca de 121.000 pasaron por el festival barcelonés, el Sónar cerró anoche su XXII edición recuperando parte del terreno perdido y acercándose a los 119.000 visitantes. Un nuevo paso al frente para una cita que, además de crecer en público, lo hace también en contenido, con el Sónar+D, congreso paralelo dedicado a la creación tecnológica cada vez más afianzado. «Queríamos que fuera algo más que una reunión de conciertos, y el resultado ha sido mejor de lo esperado», subrayó Ricard Robles, codirector de una cita que, sin haber bajado aún la persiana, ya prepara un intenso calendario de escapadas a Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, Copenhague, Estocolmo y Reikiavik, ciudades en las que se celebrarán ediciones adaptadas del festival.

The Chemical Brothers y Hot Chip serán cabezas de cartel de todo el tramo latinoamericano.

El viernes ya visitó el Sonar la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau -«queremos entender que es un apoyo manifiesto al mundo de la cultura», señalaron los responsables de la cita-, aún hubo tiempo ayer para maravillarse con el arrebato de flamenco-rave de El Niño de Elche y Los Volubles o la batidora estilística de Bomba Estéreo. El viernes por la noche, el festival abrió las puertas de su facción nocturna con un duelo de altura: el rapero A$AP Rocky contra la diva del pop Róisín Murphy.

El músculo del hip hop contra la elegancia de la que fuera cantante de Moloko. Al primero, encargado de bregar con un SónarClub aún a medio llenar, le acabó saliendo un concierto un tanto fofo, con más verborrea que ritmo y una incómoda sensación de que aquello no acababa de arrancar. El de Harlem gasta unas producciones imaginativas y sus bases arrastradas empujan un poco más allá el hip hop, sí, pero ayer se le vio más pendiente que reproducir los tics escénicos del género que de exhibir galones de renovador.

Mucho más expeditiva estuvo la irlandesa Róisín Murphy, quien transformó su regreso al festival en una mascarada de house-pop festivo repleto de cambios de vestuario, bases contagiosas e himos sintetizados. Poca chicha y ritmo desigual, sí, pero mucho baile y el público poniéndole ganas para empezar a animar una noche en la que, a primera vista, se veía menos gente de lo normal deambulando por el inmenso recinto nocturno. ¿Menos gente? Nada de eso. Debían de estar todos escondidos, esperando a que apareciese Die Antwoord para tomar el SónarClub al asalto. También la música de los sudafricanos tiene algo de emboscada: atrapan con esos zumbidos hiperventilados y unas proyecciones engañosamente alegres -las primeras, por lo menos- y ya no dejan escapar a nadie mientras reparten puñetazos de rap sintetizado, voces apitufadas y martillazos de harcdore. Demencial.

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