Juan Diego Flórez, durante las propinas en el Teatro Real
Juan Diego Flórez, durante las propinas en el Teatro Real - s. g.

Juan Diego Flórez y su «selfie» en el Teatro Real

El tenor peruano encandiló al público madrileño con un concierto dedicado al repertorio francés, aliñado con canciones populares y la fina ironía del cantante

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Juan Diego Flórez volvió el pasado domingo al Teatro Real. Regresó para presentar su último disco «L'amour», dedicado al repertorio francés. Un repertorio al que se está acercando durante los dos últimos años con mucha precaución. No en vano, sobre él planea la sombra de quien siempre ha sido un referente para el tenor peruano, Alfredo Kraus.

En 2013, Flórez protagonizó, en versión de concierto, «El pescador de perlas» de Bizet en el Teatro Real. El resultado no fue todo lo satisfactorio que el cantante, muy perfeccionista, esperaba, pero estaba decidido a que su trayectoria, cimentada sobre la música de Rossini, se adentrara por esa senda. De ahí que su último disco esté dedicado a él, con partituras de Delibes, Bizet, Meyerbeer, Massenet o Gounod.

Después de presentarlo por todo el mundo en 2014, el tenor peruano lo hizo en Madrid, en un concierto extraordinario de Juventudes Musicales. La cita había levantado mucha expectación, como es habitual, y agotado las entradas hace días.

Flórez, que estuvo acompañado por la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, volvió a demostrar las razones que le sitúan como el mejor tenor belcantista del mundo ( el repertorio francés que aborda está muy próximo a él). Desde «Plus blanche que la blanche», de «Les Hugonotes», hasta el aria que da título al disco, de la ópera «Romeo y Julieta» de Gounod, y, por supuesto, sin olvidarse del «Porquoir me reveiller», de «Werther» -quizá la pieza más esperada-, la interpretación fue sublime y emocionante, provocando ovaciones del público.

A pesar de mostrar ciertas incomodidades en la garganta - las últimas declaraciones de Alagna sobre la sequedad del clima de Madrid sobrevolaron la sala-, Flórez no cedió a ellas y logró rubricar, asistido por un director, Pablo Mielgo, atento a las necesidades del cantante, una emisión sin fisuras, demostrando autocontrol y un dominio del escenario que fue creciendo durante el concierto.

Tras el programa oficial, llegó el turno de las propinas en el que se pudo ver la cara menos conocida de Flórez, al menos aquí en Madrid. Relajado, sonriente y guitarra en mano, interpretó un par de canciones populares, como «Palmero sube a la palma». Y entre bromas -sobre la sequedad del clima de Madrid, confirmando así nuestra sospecha-, abordó el chotis «Madrid», que provocó el delirio el público y otra broma del tenor: «Parece que se van calentando». Llevábamos casi dos horas y cuarto de concierto.

El cantante también se sumó a la moda de los «selfie» y se retrató con el público del Real a su espalda, al que le divirtió su gesto, tras el cual el tenor dejó el móvil en el suelo durante las intervenciones siguientes. Avisado en reiteradas ocasiones por los espectadores para que lo recogiera, temerosos de que lo pisara. Flórez volvió a recurrir a la ironía. «No, estoy grabando. Si lo hacen ustedes también lo puedo hacer yo», bromeó.

Para concluir, como broche final interpretó «Una furtiva lágrima», y cerró con «La donna è mobile», de «Rigoletto», una noche memorable, con un programa y un espectáculo en el que Flórez se retrató con una voz en estado de gracia y una madurez y seguridad sobre el escenario sobresalientes.

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