Entrevista Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars: «La mente literal es la del fanático, no soporta ni el humor ni la ironía»

Juan Soto Ivars, periodista y escritor

El periodista publica 'Nadie se va a reír', en donde analiza cómo una sátira sobre el papel de los medios de comunicación con 'la Manada' acabó en condena judicial

Juan Soto Ivars.
Andrés G. Latorre

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Quien haya leído o escuchado a Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) sabrá que no gusta de tópicos y de espacios ya trillados por el 'mainstream'. El periodista murciano se ha convertido en una de las voces tonantes del articulismo patrio con sus crítica a los actuales procesos de creación de opinión. Fruto de ese interés por cómo la ideología, las redes sociales y la tendencia al identitarismo están configurando la sociedad actual es la publicación de 'Nadie se va a reír' (Debate), un libro en el que analiza la historia de Anónimo García y de cómo una 'performance' crítica con los medios de comunicación y su trato hacia el caso de 'la Manada' desembocó en una denuncia y posterior condena judicial.

Acabo de terminar su libro y creo que, de los tres de análisis social, es el más pesimista. En 'Arden las redes' el tono era de «esto es un disparate», en 'La casa del ahorcado' parecía un «ojo a lo que está pasando» y ahora es de «era inevitable»

No sé si he ido resignándome poco a poco. Puede que el cambio de tono sea porque el tema central es algo cercano y absolutamente absurdo, sobre todo, porque implica decisiones incomprensibles del poder judicial y eso ya te deja desarmado. La jueza que termina llevando el caso tiene capacidad de raciocinio, sabe que estaba condenando una parodia, pero aún así, no lo considera a la hora de la condena, y dicta una sentencia terrible por sorda y por ciega. Al menos, el libro ha servido para que la población conozca la historia de Anónimo García (el protagonista del proceso y sobre quien recayó la condena) y, sin la mediación deshonesta de los medios de comunicación, se dé cuenta de que todo el caso es una auténtica barbaridad.

En la historia del falso tour de la manada llama la atención que al principio los usuarios sí detectaron que la publicación era irónica; pero de pronto, entran los medios de comunicación y el público, el gran público, decide creer voluntariamente esa realidad alternativa mostrada en los medios. ¿Estamos ante el primer juicio por posverdad en España?

Se habla mucho de los hechos alternativos y eso es un problema evidente en las democracias. Pero un problema mayor y poco comentado es el de las interpretaciones falsas que pasan por ciertas. Lo vemos todo el rato. Hechos que suceden y se interpretan de forma errónea por aclamación popular y nadie dice nada. De los últimos casos es el del Colegio Mayor Elías Ahuja, con una interpretación interesada. La población interpreta los hechos libremente pero una vez que los medios dan una visión errónea o interesada, ésta cala. En el caso de Anónimo García, esa interpretación falsa llegó hasta el tribunal. Es como si los medios dijeran que el Quijote va de la carrera espacial y que todos lo asumiéramos.

¿Y por qué se renuncia a la investigación o a la crítica?

Porque estas realidades alternativas encajan mejor con nuestra visión del mundo, de cómo son las cosas. Si muestro a los chicos del Colegio Mayor como unos pijos y unos machistas eso encaja con mi visión de la realidad y supone hacer un esfuerzo menor que el plantearme qué sucedió realmente.

Junto a los hechos alternativos, en este caso se juzga la literalidad, como si en la foto de un bebé alguien comentara «me lo como» y me juzgaran por amenazas.

Claro, en Facebook muchas cuentas se cancelan por la incapacidad de detectar la ironía. Y no hace falta denuncia. Un amigo me dijo en un comentario que no iba a venir a una fiesta, le escribí «te mato» y me suspendieron la cuenta por amenazas. Lo triste es que a fuerza de estar regidos por algoritmos estamos empezando a pensar como ellos.

«El estar regidos por algoritmos ha provocado que terminemos pensando como ellos»

Una estrategia de ceñirse a la literalidad que también usan colectivos como el de los Abogados Cristianos.

La mente literal es la mente fanática. No distingue la realidad de la ficción y odia humor, porque éste crea una distancia irónica que el fanático no tolera.

¿Cómo de cerca cree que estamos de que, como ha sucedido con este caso, empiece a juzgarse la ficción?

Según esta sentencia que se recoge en 'Nadie se va a reír', siguiendo sus mismos argumentos, si un judío que hubiera vivido el Holocausto se duele por la película de 'La vida es bella', un juzgado podría condenar a Benigni.

No deja de ser curioso que mientras que a los artistas se les exige esa literalidad y se les somete a juicio, los políticos estén tan desatados.

Se ha producido una traslación extraña. Los políticos se han convertido en una especie de payasos a los que les permitimos los excesos retóricos, una libertad absoluta, mientras que a los artistas les exigimos educación y cortesía. Mientras que a Joaquín Sabina lo criticaron por sus palabras, a Isabel Díaz Ayuso se le aplaude cualquier exceso. Los políticos son los reyes del mambo y se aprovechan.

«Si no hemos visto a ningún carnavalero ante el juez es porque hay mucha autocensura»

No sé si conoce los carnavales de Cádiz. Un año, una chirigota decapitó a un trasunto de Puigdemont en el popurrí. En el momento no llamó la atención, pero cierto sector en Cataluña lo interpretó como una amenaza.

El ridículo de la literalidad, del fanatismo de no querer ver las cosas, llega a ese nivel. El carnaval, en especial cuando tiene un concepto como el de Cádiz, es todo lo que la mente fanática odia, porque supone una suspensión temporal del tabú. Si a esto le unes la sátira, habrá quien se ponga nervioso. ¡Si hasta en la época de la inquisición había momentos del año en que se relajaban los tabúes! Una sociedad que no lo permite, que siempre está vigilando el cumplimiento férreo de la norma social está enferma. Por eso, la fiesta está bajo vigilancia, porque se confunde el humor con el alegato.

¿Cree que queda mucho para que veamos a un autor de carnaval ante un juez?

Creo que si no lo hemos visto ya es porque muchos autores se han acobardado. Algunos resisten, sobre todo en la calle, pero la mayoría se autocensuran. Hay temas que se tratan con pies de plomo, y no te hablo de cosas como decapitar a Puigdemont, sino asuntos como la pobreza, la situación de la mujer, la homosexualidad… No sé si veremos juicios pero sí hemos comprobado el efecto de la censura en la fiesta.

Lo que sí es innegable es que los autores están cada vez más vigilados, en especial en redes sociales.

La persecución al carnaval va relacionada de forma directa con relajación de la clase política. Vamos a revisar las letras machistas y mientras, a estos políticos, les dejamos que comentan delitos o digan barbaridades. El rigor se ciñe sobre la ficción y el libertinaje, sobre la norma real.

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