Alba Sabina Pérez: «Escribo la mitad del tiempo y vivo la otra mitad»

La poeta y narradora publica «Ya nadie lee a Penti Saaritsa», una de las grandes revelaciones líricas del año

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Es una mujer sorprendente. Tan joven como deslumbrante, la voz más rompedora de las que ahora mismo palpitan con brillantez en las Afortunadas, con apenas treinta años,Alba Sabina Pérez(ya en su nombre ha heredado la luz del amanecer, del alba, y la leyenda de las sabinas milenarias del archipiélago). Escribe veinticinco horas diarias, apenas duerme y (que nadie se chive) es un cormorán que quiere volar a Madrid. Talento no le falta y ya lo ha demostrado en sus fantásticos relatos («Quién cuidará de mis guardianes») y en su novela «Silence», y en un libro de poemas como éste, «Ya nadie lee a Pentti Saaritsa» (Ed. La Palma). Prepárense, Alba Sabina les romperá en dos la vida.

-¿Es verdad que usted nació con poderes?

-Recuerdo el momento en el que nací, el lugar exacto, desde que era muy pequeña. Años más tarde, pasamos por un hospital y lo señalé: «¡Ahí nací yo!» Era el psiquiátrico. No lo había visto nunca, pero se me aparecía en sueños desde antes de tener voz. Mis padres aseguran que soy legítima y biológica y que nací en la Residencia de la Candelaria exactamente a los nueve meses de gestación, mientras Rami iba a por tabaco y a por«La casa de los espíritus», la novela que leía en ese momento. Al llegar, nació Alba en el libro y por eso me llamo así.

-Algunas leyendas cuentan que usted ya escribía poesía dentro del vientre de su madre...

-Lo primero que escribí al aprender (aún hacía las «e» al revés) fue a los seis años en mi deprimente colegio, un poema: «La felicidad no tiene precio». Desde los veintidós a los veinticinco abandoné la poesía porque me recordaba a un novio poeta que murió un año después de dedicarme un verso suyo: «La edad la había partido en dos».Walt Whitmanme enseñó a cantar y Leonard Cohen, que los polizones siempre comen naranjas.

- Y esa leyenda también apunta a que pasa usted ahora más tiempo escribiendo que haciendo otras de las maravillosas cosas de la vida.

-Escribo la mitad del tiempo y vivo la otra mitad, es decir, escribo siempre. Leo menos de lo que querría, porque una sola frase lúcida me deja días dentro de una noche interminable. Duermo tres horas cada veinte y, cuando lo hago, siempre tengo pesadillas en forma de poesía. Casi nunca escribo a mano porque una vez me rompí la muñeca izquierda y tengo un dolor crónico en ella. Tengo un diario donde apunto frases sueltas en otros idiomas y no las traduzco nunca: invento lo que significan.

Mis hobbies son traducir a Seamus Heaney y a E. E. Cummings, y leer a Patricia Highsmith y a J. D. Salinger. Veo el amanecer con mi vecina Gloria una vez al mes en Costa del Silencio. A las ocho de la mañana ayudo a mi vecino Georges a poner las mesas porque me gusta su soledad inquieta, y para que me sirva antes el café. Me gusta ir de noche con mi novio a tomar un Campari con naranja a Westhaven Bay, y hablar con mi amiga Raquel de Sylvia Plath y de parques de atracciones destruidos.

Subo cada dos semanas a ver a mis padres y discuto fervientemente de política, Carlos Fuentes y electrónica con Rami; y me río a carcajadas con la forma de conducir de mi madre y con sus chistes ingeniosísimos. Hablo cada semana con mi ex novio Samy de series de TV durante horas; y con mi mejor amigo Julien de Cara, nuestra camarera y life coach, del París Saint Germain y de El Mundo Today y el Garofi.

Pienso en tres idiomas. Sueño en francés y soy incapaz de aprender más de cuatro palabras de alemán; pero me encanta escuchar a Celan recitando «Todesfugue» en youtube. Viajo poco porque no tengo dinero, pero he viajado demasiado para lo que mi mente puede soportar. Viviría un año en Miami trabajando de profiler en el F.B.I., y veo unas treinta series de TV cada temporada. No me gustan los actos ni las conferencias ni las presentaciones; pero voy a todas las que puedo porque me gusta fumar con libreras, poetas y caminantes cuando terminan los diálogos. Mi sueño realmente es ser cantante, tengo todas las cualidades menos voz, talento, oído musical y ritmo. Nunca corrijo lo que escribo en el blog.

-Tengo que recurrir a una pregunta típica y tópica, ¿cuáles son los autores que siempre tiene usted cerca de sus manos y de su ánimo?

-Me gusta Joycem aunque no entienda ni la mitad de lo que escribe. Llevo un año leyendo «Voyage au bout de la nuit» porque trato de hacerlo en francés siendo demasiado osada. Leí treinta veces aproximadamente El guardián entre el centeno, y nunca leeré El lobo estepario porque me pone demasiado triste; pero releo cada cierto tiempo a Hesse, al igual que a Camus y a Kafka. Me obsesiona Nadja, de Breton, pero tampoco creo entenderlo. Entiendo a Pessoa, a Sylvia Plath, a Rilke, aunque sólo he leído seis poemas suyos, a Pentti Saaritsa y a Lewis Carroll. No puedo evitar llorar con algunos relatos de Cortázar y Bryce Echenique, y leer con demasiada avidez a Bukowski; aunque me digan que es malo. Adoro a Frank O’Hara y a Dante. No he terminado de leer «El paraíso perdido» ni «El Quijote»; pero suelo decir que sí. No leo a casi ningún autor vivo.

-El cine y la música también son importantes en su vida personal y creativa.

-A los diecisiete años quería ser guionista de cine o de series de televisión. Quería ser Jerry Seinfeld, Larry David, Truman Capote, Aaron Sorkin, Lone Scherfig y Fritz Lang. Lo sigo queriendo pero el cine y la televisión, salvo como espectadora apasionada, tienen una relación bastante mala conmigo. Adoro la interpretación, pero no me gustaría conocer a ningún actor al que admiro. En realidad no tengo especial interés por conocer a nadie salvo a Camus, y está muerto.

-No sólo eso, me cuentan que le apasiona la cultura norteamericana.

-Sí. Quizás me apasiona de ella que es relativamente fácil conocerlo todo desde su nacimiento. Esa idea de un país que nació de un montón de borrachos emigrantes y exiliados esperanzados me llama la atención. Durante una época también me sentí inspiradoramente europea, pero se me pasó rápido. Me gustaría quizás ser holandesa, pero en realidad no me gustaría ser casi nada salvo ser.

Cuando leí a Faulkner, se me cayó el llamado Realismo Mágico por los suelos salvo Rulfo, y considero que he leído muy poco cuando me comparo con Iván Cabrera Cartaya, Mario Domínguez Parra y Antonio Martín Medina, las tres personas más cultas que conozco. Me gusta el Folk americano y me siento más identificada con Dylan que con cualquier cantante español; pero siempre diré que The Beatles son el mejor grupo de música de la historia.

-Y este hombre, Pentti Saaritsa, completamente desconocido, al menos en la Península, ¿quién era, quién es, por qué le tiene usted tanto aprecio?

-He contado muchas versiones diferentes de cómo descubrí a Pentti Saaritsa. Me gusta inventármelas porque ninguna es cierta y las mías son más divertidas. Me ha pasado con algunos poetas y escritores, cineastas, guionistas o pintores. Me he reído de sus nombres o de su aspecto, y luego al ver lo que hacen me ha conmovido hasta la médula. Creo que Pentti vive en un asueto psicológico parecido al mío y, aunque no es mi intención reivindicar su poesía, quería expresar que en cualquier sitio del mundo puede existir alguien brillante al que ya nadie lee. Ese nadie de alguna forma también somos muchas personas. Cada lector ha sacado una conclusión. Yo no tengo ninguna, como de casi nada. Gracias por esta entrevista.

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