LA VIDA EN NEGRO

Sherlock Holmes sigue vivo

Conan Doyle logra en «El sabueso de los Baskerville» una perfecta combinación de terror y misterio con un final brillante

Imagen de «El sabueso de los Baskerville», película de 1959 dirigida por Terence Fisher y protagonizada por Peter Cushing, André Morell y Christopher Lee
Pedro García Cuartango

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Casi todos los críticos y lectores valoran El sabueso de los Baskerville como la mejor obra salida de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle . Fue publicada en 1902 tras el relato en que el creador de Sherlock Holmes despeñaba por las cataratas de Reichenbach en los Alpes suizos al genial detective. Los lectores no albergaban ninguna duda de que el malvado Moriarty había logrado su propósito de acabar con el inquilino del 221B de Baker Street . Pero, presionado por miles de cartas de sus seguidores, Conan Doyle se vio obligado a resucitar a Holmes diez años después de su muerte.

Antes de eso, el autor escocés escribió esta novela sobre la historia de la saga de los Baskerville en el páramo de Dartmoor , una desolada meseta de granito al sur de Inglaterra, donde se esconde un enorme mastín que sale por las noches para cobrarse las vidas de quienes encuentra a su paso.

Sobrecoger la imaginación

La obra tuvo el esperado éxito, dado que Conan Doyle ya era un escritor de culto. Pero es que además la narración consigue introducir al lector en un ambiente de terror y misterio , con descripciones sobre las tierras movedizas, la niebla y el viento helado del páramo que sobrecogen la imaginación.

El sabueso de los Baskerville ha inspirado media docena de películas, entre las que destaca la versión de Terence Fisher con Peter Cushing y Cristopher Lee , estrenada en 1958, que tanto contribuiría a amplificar la leyenda de este relato.

Lo que muy pocos saben es que un mediocre escritor llamado Rodger Garrick-Steele acusó a Conan Doyle de haber plagiado la obra a un difunto amigo suyo, llamado Bertram Fletcher . Pero no se conformó con esa calumnia ya que además afirmó que la esposa de Fletcher había sido amante de Doyle y que ambos se habían puesto de acuerdo para asesinarle.

Pero las desgracias del autor y médico escocés (había nacido en Edimburgo en 1859) no acabaron cuando falleció en una pequeña localidad inglesa en 1930, ya que un grafólogo español, apellidado Delgado, le acusó de haber sido Jack El Destripador tras analizar su escritura. Me imagino a Conan Doyle revolviéndose en su tumba tras enterarse de esta fabulación.

Su vida no fue nunca fácil porque estudió Medicina y jamás pudo dedicarse a su profesión , salvo en el periodo en el que se embarcó en un ballenero como cirujano. Abrió una consulta en Londres, pero, como carecía de clientes, optó por la literatura con un éxito que desbordó sus expectativas.

En El sabueso de los Baskerville el detective de Baker Street se esconde en las cuevas de Dartmoor para seguir los pasos del misterioso asesino de Charles Baskerville , heredero de una vieja maldición. El aullido del mastín en la noche, la fuga de un preso peligroso y las rencillas de un pasado oculto trazan una trama que concluye con un desenlace perfecto en el que Holmes anuda todos los cabos para desenredar el ovillo que ha tejido con extraordinaria habilidad.

Métodos científicos

Pocos autores han sido capaces de resolver una obra de misterio con tanta brillantez . Pero Conan Doyle lo consigue sin dejar ni un cabo suelto en una maraña de contradicciones y dobles personalidades que hacen imposible adivinar el desenlace. Resulta difícil pasar un rato más divertido que con la lectura de esta gran novela, convertida en un clásico de todos los tiempos.

Tiene mucho que ver en ello la magnética personalidad de Holmes , un personaje que trasciende al autor. El maniático y metódico detective es el primer investigador en la historia del crimen que recurre a los métodos científicos para descubrir al culpable a través de pistas invisibles que sólo él es capaz de observar y analizar.

Su perfecto contrapunto es el doctor Watson , un médico y militar jubilado, que aporta calor a la inexistente vida personal de Holmes, obsesionado en su estudio por desentrañar los más arduos misterios, pero carente de la mínima empatía.

La fascinación que he sentido desde niño por Sherlock Holmes me llevó a subirme en un tren desde Lucerna para viajar a Meiringen, junto a las cataratas donde murió , para rendirle tributo. Subí andando hasta el mirador sobre el río Aar, construido en el lugar donde falleció Holmes. Allí descansa para siempre o eso me pareció a mí.

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