Pedro Salinas tuvo una relación breve con Katherine Whitmore, pero esta dejó una honda huella
Pedro Salinas tuvo una relación breve con Katherine Whitmore, pero esta dejó una honda huella
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Katherine Whitmore, la mujer en la sombra

Pedro Salinas y Katherine Whitmore vivieron una pasión que saltó a la poesía, y que sus cartas nos acercan

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A la muerte de Pedro Salinas, en 1951, se escribieron artículos que indagaban acerca del misterioso tú al que iba dirigida su trilogía de poesía amorosa, «La voz a ti debida», «Razón de amor» y «Largo lamento». El volumen de « Cartas a Katherine Whitmore», editado por primera vez en 2002 y reeditado ahora, resuelve la incógnita y nos permite ser testigos de la apasionada historia de amor que vivieron Pedro Salinas y Katherine Whitmore.

Fue Katherine Whitmore –de soltera Reding– la que mantuvo esas cartas alejadas de la luz pública. Mujer discreta, «every inch a lady», como la describió Julián Marías, esta culta hispanista y profesora norteamericana nunca quiso ser señalada con la temible frase de «esta es aquella».

Pasaron más de cuarenta años desde la muerte de Salinas hasta que ella cedió las cartas a la Houghton Library, en la Universidad de Harvard, donde pueden consultarse desde 1999. Trescientas cincuenta y cuatro cartas fechadas entre 1932 y 1947, de las que se han seleccionado 151 para esta magnífica edición de Enric Bou.

Como un relámpago

La cronología de su relación «real» –la que tuvo lugar fuera de las cartas– no ocupa mucho espacio. Whitmore y Salinas se vieron por primera vez en Madrid en el verano de 1932 y, pese a que más tarde el poeta escribiría aquello de que «Conocerse es el relámpago», el primer encuentro fue casual. Una amiga de Katherine le recomendó matricularse en el curso sobre la Generación del 98 que impartía Salinas; eso fue todo.

Después de aquel primer verano en Madrid, Whitmore volvió a su país, pero regresó a la capital española para pasar el curso académico 1934-1935. Fue entonces cuando trató de poner fin a la relación con el poeta después de que la mujer de Pedro Salinas, al corriente del «affair», intentara suicidarse. Posteriormente Katherine se casó con Brewer Whitmore, profesor como ella en el Smith College, y adoptó su apellido, y aunque volvió a ver a Salinas en alguna ocasión, la relación había muerto. Se vieron por última vez en 1951, poco antes de que Salinas muriera; ella ni siquiera sabía que estaba enfermo.

A esta relación tan corta en el tiempo –y quizás también a su imposibilidad– le debemos algunos de los poemas más bellos de la literatura española. «Tú eres lo que me está pasando siempre», le dice Salinas en sus cartas. Pero, aunque encontremos entre sus cartas declaraciones de intenciones como «yo me casaría contigo sin vacilar», la realidad siempre fue otra y fue la que venció.

Universo cerrado

Las grandes ausentes de este epistolario son las misivas de Katherine Whitmore; no nos ha llegado ninguna, por lo que este documento nos adentra en un universo claustrofóbico y cerrado, el de un amor que se retroalimenta a sí mismo. Los temas de las cartas son los celos, la doble vida, el amor, la distancia y, en cierto modo, explican y acompañan a los poemas.

Es en el epílogo cuando Katherine toma la palabra por primera vez. En unas páginas escritas en 1979 echa la vista atrás para recordar su historia con el poeta y cuenta que en el último encuentro entre ellos, mucho después de su ruptura, ella le preguntó si había llegado a entender por qué había acabado con la relación. «No, la verdad es que no. Otra mujer, en tu lugar, se habría considerado muy afortunada», le respondió Salinas. Ser la destinataria del amor de un poeta entrañaba ese riesgo: el de ser amada no tanto como persona real sino como un ideal al servicio de la creación.

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