«Repintar Miró», pieza de Ignasi Aballí de 2016
«Repintar Miró», pieza de Ignasi Aballí de 2016
ARTE

Ignasi Aballí, cuestión de tiempo

El premio Joan Miró de 2015 a Ignasi Aballí se materializa en una exposición en la fundación homónima de Barcelona en la que el galardonado repasa su trayectoria de forma particular

Barcelona Actualizado: Guardar
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La instalación de siete vídeo-proyecciones «Tiempo como inactividad» (2016) es una de las quince nuevas obras del total de treinta y cinco con las que Ignasi Aballí protagoniza su particular retrospectiva con motivo del Premio Joan Miró 2015, que además coincide con el 40 aniversario de la institución que lo otorga. Y todo ello en los nuevos espacios habilitados para exposiciones temporales en la planta primera del edificio diseñado por Josep Lluis Sert.

«Tiempo como inactividad», pieza compuesta de proyecciones de vídeo simultáneas con relojes de arena de distintas dimensiones y, por tanto, «duración», nos da la clave del significado de toda la muestra: una reflexión sobre lo temporal, concebido en una especie de bucle que señala la idea de continuidad infinita y repetición abierta con espacios interrelacionados, fruto de encuentros y desencuentros, pero nunca de recorridos lineales y finalistas.

Dos polos, un problema

Con obras fechadas entre 1998 y 2016, el relato expositivo –para el cual se ha buscado un título muy «ad hoc»: « Secuencia infinita»– pasa a convertirse en un ir y venir por algunos de los temas recurrentes en Aballí: su pasión por el archivo; su cuestionamiento de las imágenes y de la percepción; las presencias y ausencias de la pintura; su obsesión por el índice y el inventario... Temas con los que busca «cuantificar la realidad» no partiendo de cifras inventadas, sino que se apoyan en situaciones reales.

Sin duda, para esta suerte de retrospectiva, Aballí ha puesto énfasis en los dos polos de un mismo problema: el paso de la imagen pictórica fija a la imagen en movimiento o fílmica. En un primer grupo de trabajos, «El color a diario (espectro cromático)»; «14 colores» o «66 colores» (obras todas de 2016), el artista descuartiza milimétricamente el gesto pictórico en sus más elementales componentes físicos: cartas cromáticas que, como sostiene Martina Millà, abordan el color en la prosa de James Joyce e incluyen trabajos sobre sus teorías, así como distintas reflexiones sobre la naturaleza del negro.

También en este apartado incluiríamos sus reflexiones sobre aspectos tan intangibles como la invisibilidad, la transparencia o la idea de representación, que introducen un nuevo elemento central en los pensamientos de Aballí: sus análisis del paso del tiempo, que se visualizan en distintas series fotográficas («Polvo I,II,III,IV»), de 1996, o «Ventana (estudio/polvo)», de este año, que recogen el «poso» de polvo en las ventanas del estudio del artista (en una manera similar al cultivo del mismo que hizo Duchamp).

La exposición avanza por otro de los temas recurrentes del catalán: su gusto por indexar. Como en «Indice (veinte palabras)», de 2016, una intervención en espacios no específicamente expositivos de la Fundación Miró, en la que proyecta sobre una superficie de cristal una serie de términos que facilitan que lo exterior pueda ser visto desde el interior. Y también su pasión por la textualidad (o la relación entre texto e imagen), en obras como «Wrong Idea» (2012) y «Mil palabras» (2016), esta ultima, una impresión digital que recrea el dicho popular de que una imagen vale más que mil palabras, y que apuesta por la complejidad del texto más allá de la inmediatez de la imagen.

Sorpresa final

Pero donde creemos que Aballí ha conseguido asombrarnos, aún dentro de su previsibilidad muy en la lógica del archivo, es en la última sala, con cuatro proyecciones en las que, como sostiene el artista, no sólo se interesa por la Historia del cine, sino también con jugar con sus elementos: los carteles, sala de proyección, la película, las imágenes que la componen y los subtítulos. Ejemplo de ello lo constituye la vídeo-proyección «Reflexion (Passion)», en la que, partiendo del filme de 1982 de Jean-Louis Godard « Passion», reúne las dos grandes pasiones del cineasta y posiblemente las suyas propias: el amor y el trabajo; el hecho creativo y la realidad a caballo entre la pintura y la fotografía.

Pulsiones que se pueden detectar en las otras tres proyecciones, una exaltación del «minimalismo» tan habitual en Aballí. En una de ellas («Película de una imagen», 2016), un bucle de 20 minutos repite monótonamente una imagen fija, sin sonido, con subtítulos cambiantes en tres idiomas (inglés, castellano y catalán), mientras que en las otras dos, un fondo monocromo negro muestra una frase fija («Avalable» y «This is not the end», ambas de 2016). Todo un acto de iconoclastia y de vacío cinematográfico, con la paradoja de que se produce en el reino de las imágenes móviles. Como sostiene muy pertinentemente su autor: «Me gustaba esta idea de construir una película con una sola imagen, un ejercicio que parecería una negación del cine, donde en cada segundo se muestran hasta veinticuatro».

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