ARTE

Entre los trastos renacen las flores

La sede italiana de la Collezione Maramotti acoge el nuevo proyecto de los suizos Lutz & Guggisberg, una visión de un «jardín» en el que las plantas y los desechos de la civilización no se enfrentan, sino que juegan

«Offerta di granoturco», una de las intervenciones sobre fotografías de Lutz & Guggisberg
Manuel Muñiz Menéndez

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El espacio que acoge el nuevo proyecto de los suizos Andres Lutz (Wettingen, 1968) y Anders Guggisberg (Biel, 1966) resulta muy adecuado a su propuesta. Su «jardín» brota en la antigua fábrica de la empresa textil Max Mara , actualmente transformada en la sede de la colección de arte creada por el fundador de la compañía, Achille Maramotti . Este espacio industrial reconvertido (situado a las afueras de la localidad italiana de Reggio Emilia) pone un buen marco al juego que plantean los artistas entre los residuos sobrantes de la civilización y la naturaleza que cíclicamente intenta volver a brotar entre ella.

«Juego» es la palabra justa , ya que –pese a partir de la basura y los deshechos– toda esta exposición está impregnada de una actitud lúdica. «Nos hemos divertido» es una de las primeras cosas que dice, espontáneamente, Andres Lutz cuando charlamos con él acerca de la exposición. Y se nota. Quizá sea por el colorido de las piezas, o por el hecho de que este surge de la pura serendipia: la base de la exposición son las fotografías tomadas por en un jardín urbano abandonado que solían ver de camino a su antiguo estudio en Zúrich. La llegada de la primavera lo convirtió en una amalgama de flores y trastos abandonados que los artistas decidieron tomar como «patio de juegos» para retratarla, sin ninguna puesta en escena. Y, a partir de esas ruinas de la presencia humana, ponerse a construir.

Extrañas criaturas

Siguiendo la tendencia a combinar distintos soportes que ha marcado toda su carrera, el siguiente paso de Lutz & Guggisberg fue intervenir estos paisajes de cobertizos derruidos, tulipanes, sillas de jardín, tubos de plástico de colores, margaritas y cajas viejas pintando sobre las fotografías. La lírica deslavazada, casi postapocalíptica, del lugar es amplificada mediante distintos elementos. Algunas imágenes están manipuladas de forma muy leve, con líneas y toques de color que casi se camuflan entre los de los objetos retratados. En otras asoman figuras, pequeños ídolos o curiosas criaturillas que parecen estar habitando este jardín y jugando en él. Pero también hay casos en los que los artistas hacen que el cielo cambie de color y las fotos son ocupadas por extrañas presencias. Invasores que aumentan la sensación de que estamos en un jardín de otro planeta , o más allá del fin del mundo.

La exposición la completan una serie de instalaciones creadas empleando materiales encontrados en los almacenes de Max Mara y cachivaches que los artistas habían ido acumulando en su estudio. La lógica de los objetos encontrados está bien aprovechada y de nuevo el resultado son piezas coloridas, eclécticas y con un aire dvertido; los propios autores comparan su búsqueda de materiales en el almacén con escoger juguetes . Sin embargo, quizá se echa de menos en estas instalaciones la presencia de la naturaleza que crea la tensión en las fotos entre lo creado por el hombre y lo que brota espontáneamente. Rompen la monotonía del espacio y conectan bien con las fotos, pero quizá diluyen un poco el mensaje.

Una serie de instalaciones creadas con objetos encontrados en almacenes industriales complementan a las fotografías

Ese mensaje de revolución –en el sentido de cambio cíclico– entre la creación y la ruina industriales y el renacimiento natural sirve, además, como hilo de unión de esta exposición con el otro gran acontecimiento cultural que está teniendo lugar durante estos meses (hasta el 17 de junio) en la ciudad italiana : el festival Fotografía Europea , que este año tiene por tema «Revoluciones, transformaciones, cambios, utopías». En esta edición (la decimooctava de este festival de fotografía) destaca especialmente la muestra dedicada a las primeras décadas –años 60 y 70– de la carrera del estadounidense Joel Meyerowitz . Otros nombres presentes son Mishka Henner, Clément Cogitore o Elio Ciol . Y merece mucho la pena visitar las secciones dedicadas a la fotografía iraní y a «Sexo y revolución», un recorrido en imágenes –no sólo fotográficas– por la historia de la revolución sexual y de la creciente presencia del sexo en las artes y en la esfera pública.

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