La acción de Carlos Maciá con sus dibujos por las calles de Usera está representada en CentroCentro
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ARTE

Como en casa, en ningún sitio

Dos exposiciones en Madrid reflexionan sobre los conceptos de casa o vivienda: la del coleccionista, en la Fundación Lázaro Galdiano, y la del artista, a veces taller, en CentroCentro

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A lo largo de los últimos años, artistas contemporáneos de diferente pelaje han ido dialogando con la colección histórica del Museo Lázaro Galdiano. Hasta ahora nadie lo había hecho con el edificio, con su Historia. Ese es el reto que se plantearon Alicia Ventura (asesora de la colección DKV) y Amparo López (conservadora-jefe del centro) cuando decidieron mostrar parte de los fondos del primer conjunto insertos entre los del segundo, de forma que esto no fuera una nueva «colonización» de un espacio artístico concreto con una colección más. Hacía falta un discurso.

Y la decisión se tomó bajo uno de los grandes frescos que decoran las estancias de la institución (precisamente, el que representa a Galdiano como mecenas), únicos «chivatos» hoy del uso que en el pasado la familia daba a cada estancia, y que la museografía actual de la institución obvia por completo.

Por eso, el recorrido de « Rehabitar el espacio» (que cubre todo el edificio con obras de casi 50 artistas, reunidas por otro tipo de mecenazgo: el empresarial) debe hacerse mirando de arriba –el techo– a abajo –paredes y suelos–, transformando al pintor Eugenio Lucas Villaamil en improvisado guía. Un detalle más: a Villaamil lo rescató Galdiano de la indigencia cuando buscaba obras de su padre. Y le pidió pintar su palacete. Las fórmulas de mecenazgo son de lo más variadas.

Devolver reflejos

Para que entiendan lo que les decía, reparen en los frescos de la llamada Sala de Tocador. Sabemos que lo fue porque los protagoniza Venus. Esta acoge hoy la obra de un artista invitado, y allí se presenta ahora una pieza concebida para este entorno, fruto de una beca de producción de DKV y la Casa de Velázquez: «Intervallum», de Manu Blázquez, es un bello ejercicio matemático basado en una sucesión de números, pero el material de sus planchas, el cobre, convierte la obra en un espejo que devuelve los reflejos del lugar.

Bajen ahora a la planta primera, la que se dedicaba al servicio y por donde entraban las obras que adquiría Galdiano. Allí se quedaban hasta que este les encontraba emplazamiento. La muestra recrea cómo sería ese momento si el coleccionista viviera. Con un Antonio Montalvo –que es además la última obra adquirida por DKV– junto a otras de Guillermo Mora, Nuno Nunes-Ferreira (un guiño a la labor de editor del mecenas), Nico Munuera (cuyas pinturas dialogan con la colección de vidrieras) y «Transparencia 0», de Karmelo Bermejo, otro guiño: su instalación reproduce la colección artística de un conocido director de museo.

«Primera cena», de Rosana Antolí

«Rehabitar el espacio: presente, pasado y futuro». Colectiva

Museo Lázaro Galdiano. Madrid. C/ Serrano, 122. Comisarias: Alicia Ventura y Amparo López. Colaboran: DKV y Casa Velázquez. Hasta el 15 de enero

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