ARTE

Centro Botín, el diálogo obligado

El espacio santanderino acude a obras emblemáticas ligadas a su trayectoria y la de su fundación para hablar de arte y arquitectura

«196 x 230 x 141», pieza de 2007 de Miroslaw Balka

Noemí Méndez

Arte y arquitectura: Un diálogo es el título elegido por el director artístico del Centro Botín -y comisario de esta muestra- Benjamin Weil , para ocupar la planta superior del edificio. Se reúnen allí obras de artistas que en su día dirigieron algún taller de artes plásticas de la Fundación Botín y expusieron sus trabajos en Santander, junto con piezas creadas por antiguos beneficiarios de la beca de artes plásticas que concede la fundación. Un binomio ya clásico para el centro que, constante en su labor pedagógica, revisitan de diversos modos las obras que forman parte de la colección.

Para el comisario, la muestra es un modo de situarnos en la delgada línea entre objeto artístico y elemento arquitectónico y también, en definitiva, señalar cómo la arquitectura, al igual que el arte, afecta en el bienestar social. Por esta parte, el reto está conseguido, ya que el espacio ocupado, diáfano, con las vistas deslumbrantes de la Bahía de Santander de fondo, se torna como un relajo y un remanso dentro de la desbordante situación y la complejidad de los vientos en la ciudad.

Calidad evidente

La muestra está destinada principalmente a residentes, ya que pocas visitas de fuera pueden recibirse en estos tiempos. Pero, sin duda, lo que no se puede atribuir como mérito del comisario es la calidad de las piezas, ya que con el nivel de los trabajos expuestos de Leonor Antunes, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Martin Creed, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez Blake, Muntadas, Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Juliâo Sarmento , la muestra no podría ser fallida ante casi ninguna lectura comisarial profesional.

Lo que si podemos atribuirle como mérito es la buena ubicación de las piezas en sala, lo que permite al visitante olvidarse por un instante del estrés suscrito a cualquier recorrido en el que, como peatones, haríamos en un espacio arquitectónico. También, como positivo, hay que destacar la adquisición de obra nueva del Centro en la situación actual.

La propuesta se presenta como la primera exposición que entabla un diálogo directo con el edificio del Centro Botín, pero lo cierto es que casi todas las exposiciones, incluso la anterior de Anri Sala que cegaba el espacio (y de la que se mantienen dos extraordinarias piezas), se ven obligadas a conversar con él y con su arquitectura de un modo u otro. El museo, sus vistas, su luz, marcan poderosamente la lectura de cualquiera de las muestras que se realizan en él, sin ser condicionante, eso sí, para generar discursos que nos hagan abstraernos de la misma.

Muchas de las piezas seleccionadas ahora ya han sido vistas por los visitantes habituales del centro, las dos mencionadas de Sala, o las de Carlos Bunga, Julie Mehretu o Garaicoa (que formó parte de la primera muestra inaugural)… No obstante, siempre es agradable revisitarlas, estas y otras como el mural de Martin Creed que, cargado de optimismo y juego, algo habitual en su trabajo, nos llena de energía positiva y nos supone un relajo ante el actual paradigma. Y más aún otras, como las del también «inaugural» Höller , con una instalación de puertas automáticas que se abren a nuestro paso como tránsito a una metafórica libertad.

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