El estudio de Françoise Vanneraud en el Palacio de Santa Bárbara
El estudio de Françoise Vanneraud en el Palacio de Santa Bárbara - Ernesto Agudo
ARTE

Acordarse de Santa Bárbara porque truena

El Palacio de Santa Bárbara, en Madrid, se convierte en sede durante cuatro meses del estudio de cuatro artistas bajo la supervisión de Eugenio Ampudia. Creadores a los que, además, se les invita a medir sus fuerzas con prestigiosos cocineros

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En realidad, el Palacete de Santa Bárbara siempre estuvo allí, al final de la calle Hortaleza, en Madrid, con su porte señorial. Volvimos a entrar en él los dos últimos febreros gracias a Casa Leibniz y comprobamos lo bien que le sentaba a sus estancias el arte contemporáneo.

Por eso, la segunda vida que este le otorga este verano es motivo para congratularse. La razón es la iniciativa privada de una marca (en este caso, cervezas Mahou), concepto este y el de patrocinio que suele levantar suspicacias entre cierto sector del arte joven. El caso es que esta firma (que comienza a entrar con fuerza en otras iniciativas del sector. Prueba de ello es su implicación con PHotoEspaña'16), y que ya el pasado estío utilizó este mismo entorno para potenciar un cierto acercamiento entre arte y gastronomía, se toma en 2016 su propio reto más en serio promoviendo un «suculento» (por su proximidad a los grandes chefs) y generoso (por su dotación económica) programa de residencias.

Un gran desahogo

Para ponerlo en marcha, se contactó con Eugenio Ampudia, encargado de seleccionar a cuatro creadores (Julia Llerena, María Platero, Françoise Vanneraud y el colectivo Play Dramaturgia), que se benefician de un estudio en Santa Bárbara hasta octubre y una ayuda de 7.000 euros aproximadamente, desahogo económico para no tener que preocuparse más que de su labor.

«Lo que unifica a los cuatro artistas –explica Ampudia– es que responden a mi idea de que el arte es un sistema de comunicación abierto y eficaz». Para seleccionarlos consultó a comisarios expertos en arte joven, cuyas sugerencias dieron pie a una lista de 25 nombres que se pulió en función a varias premisas: que fueran artistas sin estudio, que ofrecieran un trabajo de calidad y un buen proyecto para desarrollar aquí, y que se complementaran entre ellos.

Es la iniciativa privada de cervezas Mahou la que ha puesto en marcha este programa de residencia

Los nuevos inquilinos del palacete se comprometen a desplegar el proyecto a puerta abierta, de forma que se les puede visitar. De hecho, para que el que decida hacerlo no se encuentre con un entorno vacío los artistas se han llevado hasta allí algunos de sus trabajos anteriores. Por esa razón las habitaciones albergan pequeñas retrospectivas de cada uno de ellos.

María Platero se centrará en su serie «Cosas que caen», una reflexión, para la autora, sobre cómo los planes no siempre salen como uno quisiera, a veces incluso para bien, base de su interés por la relación arte-ciencia y la extrañeza que le gusta introducir en lo «normal». La sevillana Julia Llerena aprovecha la oportunidad para desplegar todos los conjuntos que ha realizado en el último año y que nunca ha podido ver juntos o en toda su extensión: «Es un disfrute absoluto. Podré documentarlos, desarrollarlos mejor. Y plantearme definitivamente que necesito un estudio». Paralelamente, dará forma a «Nacidos para la gloria», inspirada en Tom Wolfe, dotando de nueva vida a obsoletas cintas de VHS.

Más grande, más radical

El de Vanneraud se titula «Pensar como una montaña», y pasa por dotar al dibujo de volumen y de incidir en aspectos como el de caminar: «Tener más espacio me facilita hacer piezas más radicales, más grandes, más instalativas, con materiales que no puedo usar en casa». Play Dramaturgia, a caballo entre el cubo blanco y la caja negra, e interesados en lo performativo y la memoria, traslada la estructura de «Los detectives salvajes» de Bolaño a la búsqueda de una compañía teatral que trabajó en Madrid hasta 2010 y cuyo influjo aún recibimos. Un chéster en el taller servirá para conversar con aquellos que sí lo hicieron, antes de salir en su búsqueda gracias a una beca INJUVE: «Precisamente esa beca nos cierra todas las ayudas públicas, de forma que la llegada de capital privado y los recursos materiales que ponen a nuestro servicio son como agua bendita».

Porque Mahou luego no se queda con la obra. Tan solo les ha puesto un segundo reto, un diálogo con cocineros para dar pie a «obras de arte que se comen», y que se pueden degustar, bien visitando los estudios, bien participando en las cenas que se celebran de martes a sábado y cuyo menú han conformado chefs y artistas. Hasta el 16 de julio es el turno de María Marte de Allard Experience, que ha transformado la pieza «Siderurgia» de Llerena en postre de las veladas y uno de los paisajes de Platero en un huerto comestible, mientras que ha cubierto los paisajes montañosos de Vanneraud con capas de arroz de sabores y se ha inspirado en el óleo que Goya aplicaba en los labios de la Duquesa de Alba en « Volaverunt» (que se rodó precisamente aquí) en un nuevo «maquillaje» al alcance de los curiosos. Tras ella llegarán los chicos de TriCiclo (segunda quincena de julio y primera de septiembre), y Roberto Ruiz de Cascabel ( Punto MX), entre el 20 de septiembre y el 8 de octubre. Bueno es acordarse de(l palacio de) Santa Bárbara, porque allí está tronando.

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