Reindert Falkenburg, en el Casón del Buen Retiro
Reindert Falkenburg, en el Casón del Buen Retiro - EFE

Reindert Falkenburg: «El Bosco nos sorprende, nos confunde y nos enreda»

Especialista en el pintor, el historiador del arte dirigirá en otoño la VI Cátedra del Prado

Madrid Actualizado: Guardar
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Si hay alguien que no sabe que 2016 es el Año Bosco, debe vivir en otro planeta, dada la repercusión mediática que ha generado. Aunque la gran exposición conmemorativa del V centenario de su muerte es el acto central del Prado, son muchas las actividades programadas por el museo para festejar la efeméride. Ya se presentó hace unas semanas el cómic que la pinacoteca encargó al dibujante Max y la próxima semana le tocará el turno a una película documental que se estrenará en cines y en TV, dirigida por José Luis López Linares, «El Bosco. El jardín de los sueños». El artista centrará un curso de verano de la Complutense, una videoinstalación basada en «El Jardín de las Delicias», un ciclo de conferencias, otro de cine, un concierto...

Incluso será el protagonista, junto con Pieter Bruegel, de la VI Cátedra del Prado, que por segundo año patrocina la Fundación Amigos del Museo del Prado. Tendrá lugar entre el 20 de octubre y el 25 de noviembre y la dirigirá un gran especialista en El Bosco, Reindert Falkenburg, vicedirector de Difusión Cultural e Intelectual de la Universidad de Nueva York en Abu Dhabi. A lo largo de las distintas conferencias, abordará asuntos que se hallan muy presentes en las obras de los dos grandes maestros: la curiosidad, la sorpresa, la conversación, el juego... Se detendrá, además, en algunos de sus trabajos más célebres: «El Jardín de las Delicias», en el caso del Bosco, y «Las Cuatro Estaciones» (Kunsthistorisches Museum de Viena), en el de Bruegel.

«El Jardín de las Delicias», del Bosco
«El Jardín de las Delicias», del Bosco - MUSEO DEL PRADO

Conversación verbal y corporal

A Falkenburg se le atribuye la paternidad de entender «El Jardín de las Delicias» –o al menos, tratar de entenderlo– como una pieza de conversación. Al parecer, ya en el Palacio de Nassau en Bruselas, primer destino del tríptico, sus dueños lo mostraban a la elite de la época y conversaban sobre lo divino y lo humano. A diario, en la sala donde habitualmente se exhibe en el Prado, también el público que se arremolina en torno al tríptico charla sobre los significados de las figuras y los enigmas que encierra. Es más, apunta Falkenburg que «el propio cuadro contiene, además, varias escenas de hombres y mujeres que están hablando entre sí, cuchichean, señalan... Pero la conversación sobre el amor cortés no es sólo verbal, también corporal: los juegos, el intercambio de miradas, gestos... Hay una especie de relación en espejo entre nosotros y ellos»

Falkenburg lleva once años tratando de desentrañar los enigmas de «El Jardín de las Delicias». Está terminado un libro, «Espejo de espejos: El Bosco. El Jardín de las Delicias». Ayer estuvo presente en el Casón del Buen Retiro, donde tuvo lugar la presentación de la VI Cátedra del Prado. Le preguntamos por la exposición: «Es fantástica, hay obras maravillosas. Y el montaje también es fantástico: la sutil iluminación, la claridad, los espacios de formas curvilíneas... Es de una belleza excepcional». Pero tiró de diplomacia al preguntarle por la exposición de Hertogenbosch, ciudad natal del Bosco, y por el polémico informe del comité holandés, que retiró la autoría a tres de los seis Boscos del Prado. «Siempre he evitado pensar que soy un experto con mayúsculas. En Holanda se mostraron muy bien los dibujos. Pero mi corazón está entregado a la exposición del Prado». En realidad, debía tener el corazón partido, ya que se doctoró en la Universidad de Ámsterdam, obtuvo su licenciatura en la Universidad de Griningen, fue director del departamento de Historia de Arte en la Universidad de Leiden e investigador de la Real Academia de Ciencias holandesa.

Otros mundos

Confiesa que lleva años apasionándose por El Bosco, Bruegel y Patinir, su «santísima trinidad» artística. Dice que «los mundos que reflejan sus obras no son sin más representaciones del mundo que les rodea. Rozan otros mundos: lo divino, lo espiritual y metafórico, el mundo interior del hombre... A primera vista, es un mundo onírico. Quedamos atrapados por estas imágenes, nos mantienen embrujados. En el siglo XVI quedarían confusos al verlas. A mí me siguen hoy sorprendiendo, me siento confuso ante ellas. Nos confunden y nos enredan». A Falkenburg le interesa saber cómo entienden los espectadores hoy las obras del Bosco, en relación a cómo las entendían en el siglo XVI. «Es un artista que exige un ojo sofisticado, formado, experto», advierte. Subraya el historiador del arte que El Bosco, de cuya biografía sabemos muy poco, «era muy tradicional en cuanto a la religión, uno de los más tradicionales del siglo XVI, pero plasma un mundo revolucionario artísticamente».

Escribe Falkenburg en el catálogo de la exposición del Prado que, debido a las innumerables reproducciones que podemos encontrar en publicaciones académicas, internet, televisión, documentales, etc., «se ha perdido la sensación de sorpresa y emoción que comportaba el rito de abrir "El Jardín de las Delicias" a los espectadores originales. Se ha ganado, en cambio, la sensación de familiaridad e incluso de intimidad con el cuadro. Esa condición actual de obra transparente y abierta choca, por otro lado, con lo extraño y opaco de su iconografía, en la que hay incluso numerosas figuras difíciles de identificar, no digamos de entender en su auténtico contenido o significado, pues seres humanos, plantas, animales, rocas y arquitecturas se funden a menudo en híbridas combinaciones que no existen en la naturaleza y que parecen proceder de la pura inventiva y creatividad de la mente y la mano del artista».

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