Salvador Dalí
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LOS Paisajes DEL arte

Los lugares que inspiraron el genio de Dalí

Pulverizó todos los récords de visitantes en sus retrospectivas en el Pompidou y el Reina Sofía. El público adora al más excéntrico de los pintores, que llegará en noviembre a Shanghai en la primera exposición del artista en China desde 2001

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«En este lugar privilegiado lo real y lo sublime casi se tocan. Mi paraíso místico comienza en los llanos del Ampurdán, rodeado por las colinas de Les Alberes y encuentra su plenitud en la bahía de Cadaqués. Este país es mi inspiración permanente». Dalídixit. Sus amados paisajes se concentran en la provincia de Gerona, en el triángulo daliniano por excelencia, formado por Figueras, Portlligat y Púbol. Fue el propio artista quien quiso crear en vida la Fundación Gala-Salvador Dalí, que gestiona los tres espacios dedicados a su vida y su obra.

Quien quiera conocer a Salvador Dalí en toda su complejidad es visita obligada el Teatro-Museo Dalí de Figueras, un escenográfico espacio cien por cien Dalí –está enterrado en la cripta, bajo la cúpula–.

Es su particular país de las maravillas surrealistas (los huevos de la fachada, un sofá-labio, homenaje a Mae West; el Cadillac lluvioso, «Busto de mujer retrospectivo»...), inaugurado el 28 de septiembre de 1974. La colección contiene más de 1.500 piezas que repasan toda su trayectoria en los tres espacios de que consta. El principal es el viejo teatro municipal. También está la Torre Galatea, un edificio que se adquirió en 1981 y que fue bautizado así por Dalí en honor a su musa y esposa: Gala. El pintor vivió allí hasta su muerte en 1989. Por último, está el espacio Dalí-Joyas, que atesora una colección de 37 piezas de oro y piedras preciosas. Hasta el 31 de este mes se puede visitar el mágico Teatro-Museo en horario nocturno (de 22 h. a una de la madrugada).

Portlligat y Cabo de Creus

Si el teatro de Figueras es esencial para conocer al Dalí creador, la casa Dalí de Portlligat, muy cerca de Cadaqués –donde nació su padre y donde pasó parte de su infancia–, lo es para conocer al Dalí más íntimo y personal. «Me he construido sobre estas gravas: aquí he creado mi personalidad, descubierto mi amor, pintado mi obra, edificado mi casa. Soy inseparable de este cielo, de este mar, de estas rocas, ligado para siempre a Portlligat». Hoy es una preciosa y acogedora casa blanca junto al mar, donde Dalí y Gala vivieron su amor, pero en origen fue una barraca de pescadores, que fueron remodelando y ampliando con los años. Se abrió al público en 1997. Recorremos el comedor, la biblioteca, la sala de los modelos, el dormitorio (muy recargado), el patio, la piscina... A apenas 7 kilómetros, el impresionante Cabo de Creus, que siempre fascinó al pintor y que no puede dejar de visitar.

Un castillo para Gala

La última parada del triángulo daliniano es el castillo de Púbol, que Dalí regaló a Gala, siempre Gala, en 1970. Ésta aceptó con una condición: que solo fuera a visitarla previa invitación. Hubo que reconstruir el viejo castillo. Dalí se implicó en la decoración: pintó el techo del Salón de los Escudos para que «cuando Gala levante los ojos me vea siempre en su cielo». Sentía una devoción reverencial casi enfermiza por esta mujer rusa (Elena Ivanovna Diakonova), musa de surrealistas, a la que conoció en 1929. Fue durante un viaje a Cadaqués, al que acudió con su entonces marido, el poeta Paul Éluard; la hija de ambos, Cécile; René Magritte y Luis Buñuel, entre otros. Fue un flechazo exprés. «Estaba destinada a ser mi Gradiva», decía Dalí. Se enamoraron irremediablemente. Ya nunca se separarían. En el jardín de castillo, que abrió al público en 1996, un elefante daliniano de largas y finas patas; en el garaje, otro Cadillac. Muerta Gala, Dalí se quedó a vivir en el castillo llorando a su musa. Sufrió graves quemaduras en un incendio en su habitación.

La Colina de los Chopos

Antes de partir hacia Francia, nos detenemos en Madrid para visitar dos lugares muy dalinianos. Por un lado, la Residencia de Estudiantes (Pinar, 21-23), en la Colina de los Chopos. Hasta allí se trasladó, a finales de 1922, Salvador Dalí cuando llegó a Madrid para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Vivió en este lugar cuatro años, hasta 1926. Pepín Bello fue quien lo presenta al resto de residentes, entre los que se encontraban Buñuel y Lorca. Una amistad que hizo historia. Con su nuevo grupo de amigos, frecuentaba el ambiente literario y artístico de la capital (el Museo del Prado, las tertulias en el Café de Pombo...) y el Madrid nocturno, con Buñuel, Maruja Mallo y Barradas. Ojalá pudiéramos viajar en el tiempo para asistir a las representaciones del «Tenorio», en las que participaron Buñuel, Lorca y Dalí. Fueron años muy creativos, en los que estos proyectos de genios creaban experimentos lúdico-artísticos, como los «Putrefactos».

Visita obligada también en Madrid, el Museo Reina Sofía, que atesora en su colección destacadas obras del artista, como «El gran masturbador», «El enigma de Hitler» o «El hombre invisible». En 2013 le dedicó a Dalí una retrospectiva que batió todos los récords de asistentes: 732.339 personas se acercaron a verla. No se recuerdan colas semejantes en este museo.

París, «mon amour»

Abandonamos España y ponemos rumbo a Francia. Al llegar a París, lo primero que hizo Dalí, antes incluso que ir al sacrosanto Louvre, fue visitar a su idolatrado Picasso. Al comentárselo a Picasso, éste le dijo:«Hizo usted muy bien». El Instituto Cervantes de la capital francesa ha publicado una ruta por el París de Dalí, creada por Montse Aguer, una de las personas que más y mejor conoce al artista. No en vano es la directora del Centro de Estudios Dalinianos. Aunque en esta ruta hay muchísimos lugares (La Coupole, el Dôme, la Rotonde, la Sorbona, la galería Goemans, Maxim’s, el Cine Studio des Ursulines, el Cine Studio 28...), ella recomienda dos especialmente.

Por un lado, el Museo d’Orsay, desde donde Dalí cogía el tren hacia la estación de Perpiñán, que el artista consideraba «el centro del mundo». «En ella –decía– se me ocurren las ideas más geniales». Entre las obras maestras que exhibe, hay una que siempre obsesionó a Dalí: el «Angelus», de Millet. La segunda recomendación de Aguer es el hotel Le Meurice, donde Dalí se alojaba cuando estaba en París. Son legendarias sus excentricidades, como cuando pidió que subieran a su suite todas las ovejas que encontraran para dispararles con una pistola balas de fogueo. No dejó alfombra persa ni cortina viva Babou, el ocelote (un tipo de felino) que le acompañaba como mascota. También se le veía paseando por París con un oso hormiguero. El restaurante del hotel, que lidera el prestigioso chef Alain Ducasse, fue bautizado «Le Dalí». Además, atesora importantes obras del artista el Pompidou (fueron suyas las dos exposiciones más visitadas de su historia). Es innegable el tirón popular que tiene en todo el mundo. En noviembre, su obra se exhibirá en una muestra en Shanghai.

El sueño americano

Y cruzamos el charco, como en su día hiciera Dalí. América tiene un papel destacado en su biografía. El matrimonio se fue a vivir a Estados Unidos de 1940 a 1948. Allí el artista coquetea con el cine: Hitchcock, Walt Disney... Cuando estaba en Nueva York siempre se alojaba en el hotel St. Regis, donde conoció a Andy Warhol. ¡Menuda pareja! Como ocurriera en Le Meurice de París, también son innumerables las anécdotas. Acabamos este recorrido daliniano en Florida. Concretamente, en St. Petersburg, donde se halla el Dalí Museum. Fue inaugurado en 1982 con los fondos de los Morse (Albert y Eleanor), mecenas y amigos de Dalí durante muchos años y que lograron reunir la mayor colección de obras de Dalí fuera de Europa (96 óleos y un centenar de acuarelas, dibujos, fotografías, esculturas y objetos de arte). En 2011 el museo cambió de sede a un nuevo y espectacular edificio frente al mar.

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