Joan Margarit: «Un viejo sabio se puede mantener, pero un viejo idiota es algo insufrible»

El gran poeta catalán ha sido galardonado con el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que reconoce el valor de toda su obra

Con motivo de la muerte del escritor recuperamos esta entrevista, realizada en mayo de 2019

El poeta Joan Margarit, fotografiado en 2018 Maya Balanya
Bruno Pardo Porto

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Dice Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938), desde la altura de sus casi 81 años, que los extremos de la vida, alejados del lío turbio que hay en el medio, se parecen más de lo que creemos. Son épocas, la infancia y la senectud, más claras, más transparentes, más nítidas que eso que hemos dado en llamar madurez. Son épocas, también, donde el humor aflora con total libertad, quizás porque las formas importan menos que la sinceridad, que es el ingrediente fundamental de sus poemas.

A lo largo de toda su trayectoria, este autor ha desgranado su intimidad en una treintena de poemarios, que ha publicado tanto en catalán como en castellano, convirtiéndose en uno de los grandes referentes de la lírica en España. En su haber tiene un buen puñado de premios, como el Nacional de Poesía de 2008, y ahora suma a su palmarés el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que acaba de recibir. «Es un galardón importante, pero con estas cosas siempre tienes la duda de si te lo mereces o no», comenta al otro lado del teléfono, nada más conocer la buena nueva.

Entonces, ¿le quema esa duda?

El poeta nunca va a saber realmente si la suya es una gran obra de poesía o no. Se sabe al cabo de una o dos generaciones. El que presume se equivoca.

Así que se lo toma con humildad.

Claro, cómo vas a tomártelo si no sabes si eres grande o no. Hombre, me alegra. Alguna posibilidad de ser un buen poeta tendré. Pero moriré sin tener esa certeza.

No es novedad, pero llega este premio en un momento convulso en las relaciones con Cataluña. ¿Cree que la cultura y gestos como este reconocimiento pueden tender esos ansiados puentes que tanto se mientan?

La cultura es lo único capaz de arreglar todos los desaguisados, pero tiene un inconveniente: para fabricar esa herramienta de arreglo de conflictos se necesitan muchos años, pero para echarla a perder muy pocas sesiones bastan. Es una herramienta fundamental, no hay otra, pero está en manos de cualquier idiota cargársela. Y rehacerla es un esfuerzo titánico.

Algo se podrá hacer, ¿no?

Lo que pasa es que ha de haber una labor de fondo, de decir que pase lo que pase vamos a promover la cultura. Pase lo que pase. Esto está en manos de unos personajes muy complejos que son los políticos. Y la degradación de la política es precisamente esto: cuando se abandona este gran principio es que la política no funciona. Por ejemplo, la etapa que estamos viviendo de judialización o de politización de la cultura es un indicativo de esto. Contra la fragilidad de la cultura no hay más que una afirmación tajante: «Pase lo que pase promocionaremos la cultura».

¿Cree que la cultura es indispensable para la democracia?

Yo me imagino una dictadura con un pueblo analfabeto, perfectamente, pero no me imagino una democracia con un pueblo analfabeto. Todos los regímenes tienen una exigencias. El régimen político opuesto a la democracia, el más lejano, que es la dictadura, tiene unas exigencias clarísimas: necesita un ejército, una policía, una gente dispuesta a pegar trompadas al que se salga del camino… Eso es una dictadura. Necesita esto. Una dictadura sin ejército no existe. Y yo pregunto al otro lado: ¿y una democracia sin cultura?

«Contra la fragilidad de la cultura no hay más que una afirmación tajante: "pase lo que pase promocionaremos la cultura"»

Eso: ¿y una democracia sin cultura?

¿Te imaginas a un pueblo de analfabetos votando cada cuatro años? Un pueblo de analfabetos al que le preguntas si se debe hacer una revisión de la ley de la eutanasia o no se debe hacer esta revisión… Yo no me lo imagino. Cuando veo que una clase política no está por la cultura la temo muchísimo, porque veo el alcance de esto.

¿Tiene confianza en que se pueda arreglar?

Esto no te lo voy a decir, porque la confianza es un tema muy personal.

¿Pero le preocupa mucho la política o ya le pilla aburrido?

Extraordinariamente aburrido. Yo la justifico, la entiendo: no podríamos vivir sin política. Pero no me pidas que a mis ochenta años me preocupe demasiado. Creo que tengo derecho a decir: «Ya os apañaréis».

Ya que menciona la edad, ¿cómo se ve la vida desde esa altura?

La vida no se ve nunca igual, ese es el trato. Nunca se ve igual porque nunca es igual. Pero me gustan todas las etapas. No cambiaría ninguna de ellas por otra.

¿Se siente más libre ahora?

La libertad es un atributo que un poco te lo ganas tú y un poco te lo da la propia vida. Esta sensación de libertad solo es importante al principio y al final de la vida. Son un poco simétricos estos dos extremos.

¿En qué sentido?

Si me preguntas qué zonas son más claras, más transparentes, más nítidas, más limpias de la vida, diría los dos extremos. Lo del medio es un lío turbio, y así ha de ser. Luego, contemplado desde la distancia, dices: «Pero qué locura, qué idiotez». Pero no es una idiotez. La especie, para mantenerse, para sobrevivir, necesita esta inmensa mentira que es la propia vida.

¿Y después de todo ese lío llega la calma?

Vas avanzando y ves las cosas más como son. Y esto no es que te produzca necesariamente unas alegrías tremendas, pero sí un contentamiento importante. Y además ves que la vida tiene una trayectoria que está muy bien que sea así, que no la mejorarías tú si tuvieras medios para corregirla.

«Las zonas más claras, más transparentes, más nítidas, más limpias de la vida son los dos extremos. Lo del medio es un lío turbio, y así ha de ser»

¿Sigue escribiendo a diario?

Hombre, esta pregunta no sé si me abochorna. Cuando un oficio está dentro, cuando está en el interior de una persona, y forma parte de la cultura, no se abandona nunca. Es el problema de los viejos que no han interiorizado ningún tipo de relación con la cultura. Yo creo que esa es una vejez desolada. Cuando eres joven esto puede esconderse, puede disfrazarse. Pero cuando uno es viejo es brutal: a estas edades la visión de una mujer o un hombre sin cultura es de lo más dramático. Si en algún momento la cultura es imprescindible es en la vejez.

¿Por qué?

Porque un viejo sabio se puede mantener, pero un viejo idiota es algo insufrible.

Siempre habla de la poesía como una forma de conocimiento: conocer la vida, con su trayectoria, conocerse a uno mismo.

Es que es una forma de conocimiento, y de las más importantes. El conocimiento en general tiene un factor terapéutico, o más que terapéutico –no me gusta esta palabra porque parece que te van a poner una inyección–, consolador. Y esto es la característica principal del conocimiento. No aspiramos al conocimiento porque sí. El conocimiento no es erudición. Conocimiento es intentar alcanzar el porqué de las cosas, por qué las cosas son como son, suceden de la manera que suceden y qué actitud has de tomar ante estas cosas que suceden a tu alrededor y dentro de ti. Eso es conocimiento.

¿Qué le ha revelado la poesía a usted?

Me ha revelado muchas cosas. El poema es una caja negra. ¿Por qué? Lo que se sabe de una caja negra es qué información entra y qué información sale, pero nadie sabe qué pasa dentro. Por muchos profesores que hayan hablado de ello, nadie ha explicado nunca qué coño pasa dentro de un poema. Nadie. Ahora bien, yo sé que si entro en un poema con un grado de desconsuelo, de angustia, de pena, de obsesión, y si es un buen poema, salgo con un grado mayor de consuelo y satisfacción y un grado menor de angustia, desconsuelo, etcétera. Eso lo sé. Pero ha de ser un buen poema.

¿Y qué es un buen poema?

La principal característica de un buen poema es que no puede decir mentiras. Es la antítesis de la política. Por eso no encontrarás nunca ningún político al que le importe un carajo la poesía. Porque la poesía no existe si no es verdad.

¿Verdad?

No me refiero a la verdad evidente de que digas que Madrid está en el centro de España. No. Son verdades profundas, que no tolera el poema que las conviertas en mentiras.

«Un buen poema no puede decir mentiras. Es la antítesis de la política. Por eso no encontrarás nunca ningún político al que le importe un carajo la poesía»

Por cierto, ¿cómo conviven en usted el español y el catalán?

Conviven porque tuve la suerte, que no fue, de nacer en pleno franquismo, en plena guerra. Disfrutar del franquismo no fue una maravilla, pero me dejó una cosa buena: que siendo yo catalán, me dejó el castellano. Pero a porrazos. Uno de mis primeros recuerdos es ir con un compañero mío de la escuela, con seis años o una cosa así, por un pueblo de Cataluña hablando catalán. En la escuela estaba prohibido el catalán, estaba prohibido en los sitios públicos. Pero claro, el crío hablaba con su compañero en la lengua en la que se entendían en la calle. Y de repente me pegan un coscorrón, un coscorrón importante, y aparece una figura con uniforme que me dice: «Habla en cristiano, chico».

Vaya...

A un niño de seis años no le puedes decir que lo que está hablando no es cristiano. Es una salvajada. Una salvajada de un calibre tremendo. Y si uno no entiende estas salvajadas no entiende nada de todas las historias que hay en esta puñetera península en cuanto a las lenguas y a las diferencias y a los insultos y a los malos rollos y a todas esas cosas. Porque la lengua une y separa un huevo. Nos guste o no nos guste.

Pero en su caso no ocurre así.

Pero yo soy fruto de una contingencia histórica brutal. La gente de mi generación que estuvo en Cataluña, que eran catalanes, tuvo que aprender por la fuerza el castellano en unas condiciones de violencia. Los hay que no se han repuesto de esto. Repuesto del susto, del odio. Yo tuve la suerte de que lo que adquiría, que era una lengua nueva, acabó siendo mucho más importante que todos esos odios. Además, el día que pude hacer un poema del guardia que me dijo que hablara en cristiano, lo hice en catalán y en castellano. Yo soy un afortunado. Lo único que la dictadura me ha dado a mí como un regalo precioso ha sido una lengua magnífica y maravillosa, que tiene una gran poesía. ¿Cómo voy a renunciar a ella? Si es lo único bueno que me ha dado… Ni loco la desecharía.

«Disfrutar del franquismo no fue una maravilla, pero me dejó una cosa buena: que siendo yo catalán, me dejó el castellano»

Volvamos a la poesía. ¿Cuánto diría que pesa su biografía en su obra?

No hay ningún buen poeta que pueda buscar sus poemas fuera de sí mismo. Si yo soy un novelista, yo puedo hacer una novela con tu vida, pero si yo soy un poeta, no puedo hacer un poema con tu vida.

¿La propia vida es siempre la fuente de inspiración del poema?

La intimidad del poeta es de donde salen todos los poemas. La intimidad del poeta está compuesta de millones de cosas horrorosas, feas, que no tienen ningún interés. Y entre estas, la infancia –por eso Rilke decía que la infancia era fundamental– dejó algunas cosas. Dejó poemas ahí en medio. Posibles poemas. La vida los tapa, los mezcla con las cosas más horrorosas que tiene, y los echa al mar. Pero algunos personajes que son artistas salvan de la quema esto sin enterarse. Y tienen una cierta capacidad de meterse dentro de sí mismos, y entre todo aquel embrollo de cosas que no me interesan ni a mí, que son millones de cosas, tienen la capacidad, y a eso se le llama inspiración, de decir: «Coño, esto que luce ahí abajo es un poema».

¿Y después qué?

Hay que empezar a sacar eso, llevarlo a la superficie, que lo reciban las palabras y que las palabras no lo estropeen. Tienes que saber manejar el lenguaje para transportar eso con palabras a alguien que no conoces. Y luego que este alguien coja el papel con palabras, lo ponga en el atril de su instrumento y toque aquella partitura, que lea el poema. Y el final de este proceso, si el poema es bueno, y el lector tiene un instrumento y sabe tocarlo, el lector mira aquello y dice: «Este soy yo». Qué tranquilidad. Qué consuelo. Es un proceso milagroso.

Decía antes que la vida nunca se ve igual, ¿pero ocurre lo mismo con la muerte? ¿Cómo la ve ahora?

La palabra muerte es romántica. En seguida muerte es «la muerte». Y entonces se dice que es una señora, y que esa señora es flaca, y que no sé qué… Joder, «la muerte», déjate de llamarle muerte a un pequeño acto que dura una décima de segundo. Déjate de glorificar esta décima de segundo. Te vas. ¿Pero qué quieres hacer? ¿Cuál es la alternativa? ¿Quedarse? ¿Quedarse a qué? ¿Ir para atrás? No tiene ningún sentido. Si está todo muy bien hecho.

¿No tiene miedo?

No quiero decir que soy un superhombre. Las pasaré canutas, como todos. Pero es lo que toca. Y con un poco de suerte ni eso. Ese es el final. Sería mucho más horroroso pasarlas canutas y seguir aquí.

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