Escena de «Las tres luces», de Fritz Lang
Escena de «Las tres luces», de Fritz Lang - ABC

Fritz Lang, el viaje al futuro del cine mudo

Digitalizan «Las tres luces», una de las obras maestras del cienasta alemán

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Mucho antes de la era Hollywood, Fritz Lang ya sentenció en Berlín que «el cine es el gran arte de nuestro tiempo». Y aunque su poder de intuición difícilmente pudo adelantar el grado de poderío expansionista con el que la producción audiovisual se apoderaría del alma de la cultura occidental, sí pareció ver el futuro y, en consecuencia, se dedicó desde principios de los años 20 a rodar obras maestras como «Las tres luces» (1921), que ahora nos devuelve en todo su esplendor el grupo Bertelsmann.

Lang contaba que, durante una grave enfermedad, tuvo un sueño en el que creyó ver a la muerte, que venía a por él. En el caldo de cultivo de las numerosas frustraciones, injusticias e impotencias de la Alemania del Tratado de Versalles, en la desenfrenada búsqueda de sentido de la cultura Weimar, aquella imagen onírica arrastró al cineasta a un profunda reflexión sobre la pérdida, sobre la irreversibilidad del destino y sobre los caminos alternativos que permiten sublimarlo.

Esta era, al menos, la historia que contaba en los cafés berlineses de la época.

Lo cierto es que había además una muerte que Lang cargaba sobre su conciencia personal. Su primera mujer, la actriz Elisabeth Rosenthal, había fallecido a causa de un disparo del revolver Browning que Fritz guardaba en el cajón de su escritorio, en el piso del barrio de Charlottenburg en el que se habían instalado después de la boda, hacía poco más de un año. La policía concluyó que se había suicidado tras descubrir la infidelidad del director con su inseparable guionista y futura segunda esposa, Thea Von Harbou. El sentimiento de culpa nunca le abandonó.

Fue precisamente con Thea con quien escribió de principio a fin el guion de esta película, que filmaría después él mismo y que gozó de un lanzamiento a todo trapo. En 1921, Deutsche Bank se había hecho con la mayoría de acciones de la UFA e invirtió a lo grande en un negocio que ya se oteaba muy lucrativo. Por aquel entonces la UFA ganaba al año 8,5 millones de marcos sobre un capital fundacional de 25 millones y la nueva directica, con Felix Kallmann al frente, la fusionó rápidamente con Decla-Bioscop y fichó a golpe de chequera a la élite del cine alemán. Con directores como Ludwig Berger, Johannes Guter, Carl Froelich, Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Wendhausen y el propio Fritz Lang, se proponía plantar batalla a la creciente influencia de la industria estadounidense y una de sus primeras bombas en aquella guerra cultural fue esta cinta, titulada originalmente «Der müde Tot» (La muerte cansada).

El estreno tuvo lugar el 7 de octubre, simultáneamente en la Mozartsaal de la Plaza Nollendorf, con música de Giusseppe Becce, y en el U.T. del Kudamm. El Berliner Illuistrierte Zeitung dejó constancia del glamur de la actriz protagonista, Lil Dagover, y de la gran impresión que causó en el público Bernhard Goetzke como materialización de la muerte. Su imagen sigue causando escalofríos hoy, en su escenificación premonitoria de acontecimientos actuales. La escena de la muerte con el bebé en brazos, que se ha hecho realidad en aguas del Mediterráneo, en medio del rescate de cuerpos de refugiados ahogados, nos recuerda que el misterio del destino trágico que atormentó a Fritz Lang sigue aún sin ser resuelto.

Pero al margen del eterno elemento existencial, el sentido de esta restauración digital, presentada en la Berlinale y proyectada ahora en el cine Palafox, es la preservación y puesta en valor de una herencia fundacional. El trabajo, realizado por la Fundación Friedrich-Wilhelm-Murnau, propietaria de los derechos, y financiada principalmente por Bertelsmann, ha recuperado su tinte de color histórico guiándose por cintas contemporáneas, y algunos subtítulos que se habían perdido y han aparecido en copias de Praga y Bruselas, no consultadas hasta ahora.

La fotografía y ambientación expresionistas del cámara Fritz Arno Wagner, el mejor en la Alemania de la época, logró una fascinante visión de la muerte, que muchos críticos vincularon en el extranjero con el «espíritu germánico». Curiosamente, en Berlín, se acusó al film de ser poco alemán y recibió duras críticas en el estreno. Pero la UFA no se rindió y consiguió un mayor éxito en el reestreno. Y sigue sin rendirse. Todas las copias en 35 mm conservadas son generaciones fotográficas posteriores en blanco y negro, por lo que ha sido necesario devolverle el aspecto con que se proyectó en 1921, teñida (coloración del soporte) y virada (coloración de la capa fotográfica). «La coloracón más compleja ha sido la del reino de los muertos, la sala de las velas», reconoce la responsable del proceso, Anke Wilkening, «nos guiamos por otras escenas en espacios oscuros como en El alcalde de Zalamea (Decla-Film-Gesellschaft Holz & Co., 1920, Ludwig Berger), una cinta en la que los calabozos aparecen virados en azul y teñidos en verde claro, o en la cueva del opio de Las arañas (Decla-Film-Gesellschaft Holz & Co., 1919, Fritz Lang), que está teñida en amarillo y asimismo virada en azul».

«El cine mudo es una parte esencial de nuestro legado cultural. Con la restauración de una cinta tan relevante queremos dejar patente que las obras cultural e históricamente importantes necesitan protección», asegura Fernando Carro, presidente de Bertelsmann España. «Nos encontramos en una carrera contra el tiempo: lo que no se digitalice en los próximos años corre peligro de desaparecer para siempre», advierte el presidente de la Fundación Friedrich Wilhelm Murnau, Ernst Szebedits, recordando que «hoy en día son pocos los cines que cuentan con proyectores aptos para copias analógicas».

Ver los comentarios