ANTONIO WEINRICHTER

El cuento tenebroso de Fritz Lang

Se presenta una restauración digital de «Las tres luces»

ANTONIO WEINRICHTER
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La política de los autores ha entronizado a Fritz Lang por su carrera americana, pese a que Hollywood le relegó a menudo a los confines de la serie B. Pero antes de huir de Alemania, Lang había sido uno de los grandes maestros del cine silente y del primer sonoro en la mítica productora UFA: inventó el primer serial killer del cine con «M, el vampiro de Dussseldorf» y el thriller de conspiraciones con sus «Spione» y las dos entregas del malvado doctor Mabuse, por no hablar de su monumental utopía «Metropolis». También cultivó el imaginario nacional germano en la saga de Los Nibelungos y, con menor estruendo, en «Las tres luces», la película que según Buñuel le abrió los ojos a la «expresividad poética» del cine.

Esta poco vista obra maestra se presenta ahora en una restauración digital, con su teñido de colores fiel al original, y con acompañamiento musical de un DJ de chill-out (el cinéfilo aún tiembla al recordar la «Metropolis» musicada por la luminaria de música disco Moroder: esperemos que esto no se parezca). «Las tres luces» tiene como subtítulo, «Una canción folklórica alemana en seis versos» y narra -la guionista Thea von Harbou se inspiró en cuentos de Andersen y Grimm- la tarea que la Muerte, la muerte cansada del título alemán, le impone a la Joven (Lil Dagover) si quiere recuperar a su amado: buscar otras vidas que salvar en Bagdad, Venecia y China. Exóticos decorados que le permitieron a Lang crear indelebles imágenes que según Tom Gunning son una impecable adaptación al cine del concepto de alegoría estudiado por Benjamin respecto al drama barroco: toda una delicatessen visual y conceptual.

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