Crítica de «El viaje más largo» (***): Amor pasado, amor presente

Llega la primavera, se acortan las mangas, se alargan las pasiones y llega el cine hecho de la literatura de Nicholas Sparks

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Llega la primavera, se acortan las mangas, se alargan las pasiones y llega el cine hecho de la literatura de Nicholas Sparks. La semana pasada se estrenó «Lo mejor de mí», y valdría todo lo dicho para recibir ahora el estreno de «El viaje más largo», aunque bien es cierto que en esta película, dirigida por George Tillman Jr., hay otros elementos que conviene apuntar.

El primero y esencial es que está protagonizada por Scott Eastwood, un calco en lozano de las virtudes físicas de su padre Clint que la cámara de David Tattersall se preocupa en captar para regodeo y solaz de al menos la mitad de los espectadores.

Es la historia de un joven cowboy de rodeo con un sueño, llegar a lo más alto en la monta de toros bravos, y su relación de amor incontenible con una chica que tiene otro sueño, trabajar en una galería de arte en Nueva York.

El relato de conflicto pasional y «laboral» se adereza con otro aún más romántico en «flashback» que recuerda el viejo Alan Alda, y del cruce de ambos (pasado y presente) surge un suave paisaje de amores plenos, de vida rápida, al estilo de aquel de Carl y Ellie en el genial pasaje de « Up». Película «bonit» y muy intensa que sabrán apreciar los que van a ella conscientes de lo que verán, y despreciar los inconscientes.

Dirección: Geroge. Tilman Jr.

Intérpretes: Scott Eastwood, Britt Robertson, Alan Alda, Oona Chaplin, Jack Huston.

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