Bases de datos matemáticas en el siglo XIX: los inicios de la modernidad matemática y la aportación española

Los profesores Pedro J. Miana y Antonio M. Oller escriben sobre los primeros intentos de crear bases de datos internacionales con las obras matemáticas del momento y el papel clave que tuvo el español Zoel García de Galdeano

Zoel García de Galdeano fue clave en la conexión de la matemática española con la que se realizaba en los países más avanzados. El documental «El Legado de Galdeano» relatará la importancia de su papel

PEDRO J. MIANA/ANTONIO M. OLLER

La investigación científica en general, y en matemáticas en particular, se basa de una forma esencial en el acceso a las fuentes de información . En plena era digital, este acceso a las fuentes es, en general, bastante aceptable, encontrando en la cuestión económica su principal obstáculo. Las suscripciones (en papel o electrónicamente) a las revistas de prestigio, así como el préstamo o digitalización de los fondos antiguos dependen fundamentalmente de los recursos económicos de los que dispone el investigador o la institución en la que trabaja.

Los inicios

Antes de la era digital, cuando el acceso a las fuentes originales podía ser incluso más complicado, se desarrollaron ya diversas bases de datos que permiten una búsqueda relativamente sencilla y directa, atendiendo a epígrafes como autor, título, palabra clave o clasificación temática. En muchos casos, estas bases de datos incluyen también pequeñas recensiones de los artículos en cuestión. En matemáticas, algunas de las más conocidas y usadas diariamente por los investigadores son Mathematical Reviews (creada en 1940 por la American Mathematical Society) o Zentralblatt MATH (creada en 1931 con sede actual en Berlín). Estas dos bases de datos se editaban inicialmente de forma periódica en papel y ahora ambas se actualizan en formato digital accesible on-line. Recientemente, con un carácter algo más comercial y directamente en formato digital, han aparecido herramientas como Scopus o Web of Science .

Los repertorios bibliográficos son obras de consulta cuyo objetivo es aportar información de referencia de forma ordenada sobre otras obras impresas. La clasificación se produce siguiendo algún sistema de clasificación y se describen las obras citando sus descriptores esenciales: título, autor, materia, palabras claves, etc. Los repertorios bibliográficos nacen estrictamente con la invención de la imprenta. Se suele mencionar como primer repertorio conocido la obra De liber scriptoribus ecclesiasticis (1494) de Johann Tritheim (1462-1516). Los repertorios se multiplican a partir del siglo XVI y se diversifican, abundando los biográficos. Ya en el siglo XIX en Paris se publica el repertorio biográfico más completo, Biographie universelle ancienne et moderne de Louis Gabrie Michaud (Paris, Desplaces, 1843-1865), de 45 volúmenes.

Especial interés tiene la figura del bibliógrafo belga Paul Otlet (1868-1944). Otlet dedicó toda su vida profesional a facilitar el acceso a la información a través de sus originales iniciativas bibliográficas en el Instituto Internacional de Bibliografía. Sus ideas anticipaban una plataforma de conocimientos que incluía hipervínculos o subredes de intereses comunes que se compartían. Su obra Répertoire Bibliographique Universel , (1893-1895) en colaboración con el futuro premio Nobel de la Paz Henri La Fontaine, buscaba el registro y referenciación de todos los documentos impresos desde el siglo XV hasta finales del siglo XIX . La clasificación se realizaba utilizando la Clasificación Universal Decimal creado por los mismos Otlet y La Fontaine, y que permitía cubrir todo el conocimiento de la humanidad. Este repertorio había de crear una nueva forma de catálogo bibliográfico. El uso de fichas móviles, clasificadas según el lenguaje universal permitía actualizar el repertorio de forma rápida y eficaz, así como su utilización en el mundo entero.

Volviendo a la ciencia, y a las matemáticas en particular, ambas experimentan un crecimiento vertiginoso en la segunda mitad del siglo XIX . Se crean algunas de las principales sociedades científicas (y matemáticas), que publican sus revistas científicas; se fundan universidades, academias, escuelas e institutos que acogen a científicos profesionales y éstos producen numerosos trabajos. Para ilustrar este crecimiento, estudios estadísticos estiman en 100000 publicaciones científicas en el año 1890. Un poco más adelante, la producción en 1900 es de 20000 libros, 76000 revistas y 600000 artículos científicos. Este crecimiento vertiginoso, que no ha hecho sino aumentar con el paso del tiempo, implica que iniciativas generalistas como la de Otlet y La Fontaine dieran paso a proyectos similares, pero centrados en disciplinas concretas.

Repertoire Bibliographique des Sciences Mathématiques

En este artículo recorremos brevemente la historia de la base de datos del Repertoire Bibliographique des Sciences Mathématiques (RBSM) de la Société Mathématique de France (SMF). Esta base de datos fue un desafío colosal cuyo objetivo era recopilar, ordenar y clasificar la principal producción matemática del siglo XIX y hacerla accesible para los investigadores interesados. Fue una empresa que buscaba sobrepasar fronteras e idiomas. Durante casi 27 años involucró a 50 matemáticos de 16 países que llegaron a clasificar más de 20000 referencias bibliográficas en más de 300 publicaciones. La tarea desarrollada puede ser comparada con otros desafíos del conocimiento como la creación de la tabla periódica o la decodificación del genoma humano. Además, cabe señalar el carácter altruista de la empresa puesto que no existía motivación alguna más allá del deseo de (en palabras textuales) «evitar a los estudiosos largas y penosas investigaciones». Este altruismo sigue presente en algunas de las bases de datos actuales, puesto que muchos de los matemáticos que aportan recensiones de trabajos lo hacen de forma prácticamente desinteresada.

Pedro J. Miana (izquierda), profesor del Departamento de Matemáticas y secretario del Instituto Universitario de Matemáticas y Aplicaciones (IUMA) de la Universidad de Zaragoza. Antonio M. Oller (derecha), profesor del Centro Universitario de la Defensa de Zaragoza y miembro del IUMA de la Universidad de Zaragoza.

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