el oasis catalán

Populismo

Cuando leo a esos profetas iluminados huyo de un pensamiento alternativo prêt-à-porter que tiene solución para todo y me agarro a una democracia formal y un consenso constitucional

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El populismo -en su manifestación local: chavismo, syrizismo, nacionalismo neoperonista o consejismo neomarxista constituyente- se instala en algunos ayuntamientos catalanes. Y muchos alertan de las consecuencias del fenómeno en materia de inversión económica, política impositiva o paralización de proyectos en curso. Pero, no solo de economía vive el ciudadano.

Al respecto, recomiendo la lectura del libro de Gerardo Pisarello -número dos del Ayuntamiento de Barcelona e inspirador de su filosofía- titulado Procesos constituyentes y subtitulado Caminos para la ruptura democrática. El autor plantea un proceso «destituyente» una «ruptura democrática» que liquide el «consenso constitucional» que -dice- estableció y consolidó en España una oligarquía liberal-capitalista que coarta la participación ciudadana. Destituido el orden existente, se trata de constituir otro distinto que devuelva la soberanía al pueblo rompiendo la «asociación entre capitalismo y gobierno representativo» e instaurando una «nueva democracia en su sentido original y plebeyo» que se fundamentaría en «alternativas populares que surjan desde abajo con consignas igualitarias».

Un detalle: los sujetos activos de lo nuevo deben ser «las generaciones más jóvenes, que no participaron en la elaboración de los marcos constitucionales vigentes». Y de ese nuevo orden al paraíso que tutelará «de manera sostenible y generalizable las necesidades básicas, los bienes comunes, la paz y la diversidad cultural y nacional». ¡Solo falta la fraternidad universal!

Cuando leo a esos profetas iluminados -populismo, demagogia, apelaciones al pueblo, juvenismo, nueva política, verdadera democracia- huyo de un pensamiento alternativo prêt-à-porter que tiene solución para todo -de hecho, un proyecto integrista de ingeniería social deliberada- y me agarro a una democracia formal y un consenso constitucional que, pese a las insuficiencias, ha deparado un largo período de estabilidad y desarrollo ahora difuminado por la crisis.

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