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La independencia de los independientes

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Jordi Llovet reflexionaba hace unos días en las páginas de «El País» sobre el uso que el presidente de la Generalitat estaba haciendo del concepto de «sociedad civil». Artur Mas había expresado su intención de contar con miembros de la sociedad civil en la lista que él mismo iba a encabezar en esas elecciones primaverales que el tiempo finalmente se llevó, y a Llovet ese constructo para referirse a los también llamados independientes le parecía fuera de lugar y equiparable en todo caso a neologismos como «derecho a decidir» o «proceso soberanista», que no dudaba en calificar de sofismas. Que se trata de un sofisma, es innegable —cuando menos en lo tocante a Cataluña—. Pero, contrariamente a lo que cree Llovet, el concepto tiene ya un largo recorrido en ciencia política y sirve para designar a aquellos ciudadanos ajenos al poder que, de forma individual o colectiva, intervienen en los asuntos públicos.

En Cataluña, además, ha sido utilizado con gran pompa por el nacionalismo, antes y después de nuestra guerra civil, para contraponer la vitalidad de la sociedad catalana a unas estructuras del Estado carcomidas por la burocracia y la corrupción. Ocurre, sin embargo, que con la llegada de la democracia esta presunta sociedad civil ha dejado de existir como tal, en la medida en que los distintos gobiernos autonómicos, al margen de su color político, la han ido amamantando copiosamente y exigiéndole, a cambio, una sumisa fidelidad. Dicho de otro modo: cuando Mas expresa su voluntad de incorporar a su lista a miembros de la sociedad civil, no está aludiendo para nada a ciudadanos libérrimos, que actúan en pleno uso de sus facultades, sino a verdaderos gregarios, cuya voluntad ha sido oportunamente comprada mediante toda clase de prebendas. Su condición de independientes descansa sólo en el hecho de que no poseen, que se sepa, el preceptivo carnet de partido. Eso es todo. Pero el deterioro de la política catalana ha alcanzado tal magnitud, la ficción creada es tan descomunal, que hasta los dos líderes independentistas han sido capaces de pelearse durante semanas por unos independientes de cartón.

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