tribuna abierta

El hecho diferencial

No hay nada más homogeneizador que la vieja política decadente de los últimos años y de buena parte de las prácticas de sus líderes

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A estas horas ya sabremos el resultado del eufemístico proceso participativo del domingo. A pesar de CiU , PP y PSOE, verdaderos artífices de la prostitución de la propuesta más democrática y determinante concebida inicialmente, hace una horas que voté y espero que haya ido todo bien. Lo he hecho desde un cierto escepticismo. Había depositado muchas esperanzas en la celebración de una verdadera consulta que se erigiera de una vez por todas en la elaboración colectiva de una clara hoja de ruta que pudiera diseñar el futuro de Cataluña.

En una consulta que acabara con la indefinición y el desgobierno. En una consulta que nos convirtiera en un país nuevo, más justo y decente. En una consulta que resolviera atávicos problemas de encaje (o no) entre Cataluña y España.

Mucho me temo que la prevalencia del miedo a navegar lejos del acogedor puerto del sistema, de eso que se ha convenido en llamar status quo, será el agua que el star system político de la transición volcará en el vino de mis esperanzas.

Porque resulta sorprenderte observar la miopía política de aquellos que no se han dado cuenta de que, como dice el nonagenario Zygmunt Bauman, es posible que ya estemos en medio de una revolución. La miopía de aquellos incapaces de observar que por encima de cuestiones identitarias, que también, el proceso catalán gira en buena parte sobre un eje de tintes revolucionarios contra ese mismo status quo. Un proceso de raíces antidependentistas contra un sistema, contra unos políticos de escuela cínica, contra un Estado caduco, contra unos medios de comunicación subvencionados desde determinados intereses de clase. Contra una demoledora corrupción sistémica.

Un proceso catalán que no dista en exceso de otros movimientos de transformación radical propuestos en Europa, buena parte del mundo e incluso en España. Porque por desgracia no hay nada más homogeneizador que la vieja política decadente de los últimos años y de buena parte de las prácticas de sus líderes. A un Narcís Serra le corresponde un Rodrigo Rato, vicepresidentes ambos. A un Millet, un Bárcenas. A un Madrid del Florentino de Cástor, un Barça de un Messi defraudador. A un Pujol, un Matas. A un Monago, una Capdevila. A un Púnica, un Mercurio…Hasta la salsa rosa sociopolítica nos iguala: a una Pantoja, una Caballé. A una Vicky, una Olga María.

Quién esté libre de culpa que construya un nuevo país, por favor. Ese sería el verdadero hecho diferencial, el que al menos en Cataluña, están reclamando a gritos una amplia mayoría de ciudadanos : un nuevo país, más libre, más justo, más decente. .

Jordi del Río es profesor de Comunicación en la UAB.

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