Carnaval de Cádiz 2022

Sin lunes no hay coros ni paraíso

La condición laborable del día de hoy convierte la celebración dominical en una cadena de citas minoritarias sin especial incidencia en la memoria, la hostelería o el tráfico

Los tablaos y las esquinas de Candelaria, El Palillero o el Mercado Central atraen algo de público pero no evitan que los carruseles de coros sean desangelados

La plaza de Mina, al inicio de los carruseles de este domingo, alrededor de las 20.30 horas. Nacho Frade

La Voz

El tiempo. Las horas. El reloj. El calendario. Se supone que son inventos que nos damos para poder dividir lo más esencial de la vida y organizarla, para poder fragmentar lo que importa. Y lo que no. Pero sí. De tanto fingir, resulta que importa. Nos acostumbramos. Nos damos importancia. Así que resultó ser un domingo antes de un lunes. Laborable, claro. En Cádiz y en su entorno. En cualquier otro lugar de Andalucía. Miles de lugareños y visitantes decidieron reservarse, dedicar la tarde a una película, un café, a Nadal o a nadar pero lejos de los excesos que tienen que ver con una fiesta como el Carnaval. El Ayuntamiento de Cádiz, un centenar de agrupaciones, varios millares de aficionados pretendieron que fuera un domingo de carnaval y lo lograron sólo a medias . O menos.

Desde primera hora de la tarde, o sobre todo a primera hora de la tarde, quedó claro que sería una jornada dominical y carnavalesca muy distinta . El clima general –formado por esa amalgama extraña de tráfico, hostelería y ocupación de las calles del centro– era extrañamente calmado y pausado. Muy lejos de las imágenes que cualquier gaditano, cualquier aficionado a la fiesta con trienios de experiencia, tenga grabadas en una jornada similar.

Si algún detalle marca los domingos de carnaval son los coros, los carruseles . Aunque se les preste más o menos atención, son la excusa, la esencia, sobre la que circulan las chirigotas callejeras y el resto de rituales.

Ayer, este domingo, además de ser muy tardías las caravanas de bateas, resultaron desangeladas, insuficientes . No atrajeron al público en la medida mínima que acostumbra la tradición, la fiesta, la afición. El cambio de calendario, con un lunes laborable y un domingo lleno de competencia en playas, ferias, romerías o sofás hizo estragos.

Para que los ausentes traten de hacerse una idea gráfica: si uno se acercaba a una determinada esquina del Mercado Central, del Palillero, la plazuela del Cañón, la plaza de Mina o Candelaria (con su escenario muy activo) podía encontrar cierta expectación, unas decenas, algún centenar de aficionados. Si se separaba de ese polo 30 metros, el clima era el mismo que un domingo cualquiera en el centro. No el mismo que un día cualquiera. Idéntico a un desértico y melancólico domingo cualquiera .

Es evidente que la afluencia de visitantes y de gaditanos fue asombrosamente menor que en cualquier día similar de un carnaval precedente . Incluso el del pasado febrero. Tampoco tiene que ser una desgracia ni un drama.

Los que disfrutan de las fiestas cuando están menos concurridas pueden saborearlas algo mejor, incluso. Menos molestias.Más agrado. Menos bulto. Más claridad. Los hosteleros, los camareros, se miraban entre ellos con gestos de contrariedad. Lo visto no era lo previsto, fuera por calendario laboral o por competencia externa . Por calor no sería porque el Poniente ha tenido la deferencia de hacer acto de presencia tanto en sábado como en domingo. La rebeca era más necesaria que el abanico.

Los carruseles de coros previstos en esta rara cita preveraniega eran dos, los dos domingos de junio incluidos en el programa oficial, ayer y el próximo. También hay uno previsto este lunes aunque da pavor imaginarlo dado el precedente inaugural. Son dos recorridos con siete coros cada uno: alrededor del Mercado Central y en el entorno de la Plaza de Mina.

El recorrido de ambos carruseles era circular con un inicio situado a las 20.30 horas. En la plaza de Mina se pudo ver a ‘Los babeta’, ‘El telón’, ‘Carrera oficial’, ‘Tierra y libertad’, ‘Gades no paga traidores’ o ‘Químbara’.

Alrededor del Mercado Central cantaban ‘Pachamama’, ‘Su majestad’, ‘La fábrica de conservas’, ‘El carromato de los niños’, ‘La gaditana que vuelve’, ‘Los dueños de Cádiz’, ‘El coro de La Isla’.

Escenas tristes

Por momentos, resultó descorazonador verles, incómodo. En algunos tramos de Cánovas del Castillo, en Mina o incluso en la celebérrima calle Libertad, símbolo de esta costumbre, había más gente cantando sobre las bateas que abajo escuchando. Hubo momentos en los que se planteó si merecía la pena cantar para tan escaso público. Si no hay interés, nos vamos. Ese parecía ser el comentario entre algunos integrantes de las agrupaciones.

Con el anochecer apareció algo más de ambiente aunque siempre fue limitado, aislado. Por ejemplo, en la plazuela del Cañón, presunto templo de la tradición corista, era mayor la aglomeración de público. Sobre todo, por las pequeñas dimensiones del espacio. Pero siempre, todo, muy lejos de un domingo de coros convencional. En la calle Feduchy, en San Francisco, era doloroso ver a chirigotas callejeras esperando a que media docena de espectadores se detuvieran. No pasaba. No cantaban.

Candelaria (una esquina), El Palillero (dos esquinas), eran polos de atracción. Ni siquiera la Peña La Estrella era capaz de reunir a varios centenares de espectadores que, sencillamente, no existían en todo el casco antiguo.

La fluidez del tráfico –incluso con Cuesta de las Calesas y avenida principal cortadas– eran el síntoma de que la afluencia era mínima. San Juan de Dios acogía una batucada con menos espectadores de los que tiene cualquier mañana de cruceros. El domingo del carnaval veraniego fue un pinchazo. Probablemente por culpa del lunes, o del Rocío, la playa, o la Feria del Colorado. Qué más da. El resultado final es que el calendario pesa más de lo que creemos. El almanque no es tanto invento cuando influye en nuestras decisiones. Para qué vamos a engañarnos.

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