El portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, el martes en la Cámara baja. :: SERGIO BARRENECHEA / EFE
ESPAÑA

El PSOE avisa al PP de que deberá olvidar la reforma electoral o imponerla

Su secretario de Organización avanza que ni siquiera se plantean sentarse a negociar para que gobierne el alcalde más votado

MADRID. Actualizado: Guardar
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O renuncia a su pretensión de reformar la ley electoral antes de las próximas municipales de mayo o tendrá que atreverse a aprobarla en solitario, un hecho inédito en la historia de la democracia. Así de claro se lo ha dicho el PSOE al Partido Popular. Tanto, que los socialistas ni siquiera se plantean sentarse a negociar la propuesta que el partido de Gobierno pretende llevar al Congreso en septiembre para que a partir de ahora gobierne el alcalde que más votos haya sumado en las urnas.

El PSOE fijó su posición durante el debate de anteayer de la Diputación Permanente de la Cámara baja y ayer la ratificó su secretario de Organización, César Luena. «No nos vamos a molestar en participar en el teatrillo del PP», dijo el número dos del partido. Luena tampoco escatimó críticas a la hora de describir la propuesta lanzada por los populares, a la que dedicó calificativos como «tramposa, ventajista y chapucera».

El principal partido de la oposición no está solo en el rechazo frontal a negociar con el PP. La práctica totalidad de las formaciones del arco parlamentario expresan la misma opinión; que la proposición del PP sólo busca salvaguardar el amplio poder municipal que ostenta en la actualidad el partido de Gobierno y que, a tenor de los resultados de las últimas europeas, perderá en muchas poblaciones tras las municipales de mayo. «No se puede avalar ni por activa ni por pasiva el pucherazo inmenso», insistió ayer en esa línea el coordinador federal de Izquierda Unida, Cayo Lara. Incluso partidos como Esquerra, que a priori resultaría beneficiado del cambio legislativo al adjudicarse nuevas alcaldías, ha negado su respaldo a la iniciativa por considerarla «insensata» y «oportunista».

CiU es la única formación que no se ha cerrado en banda a discutir la reforma. Eso sí, advierte de que su apoyo conllevará contraprestaciones que los populares hasta ahora siempre han rechazado y un consenso amplio. Si se añaden las tensas relaciones entre los nacionalistas y el Ejecutivo de Mariano Rajoy a cuenta del proceso soberanista, el cúmulo de factores hace improbable que CiU pueda llegar a apoyar el cambio electoral.

Aunque el PP no ha dejado claro si hará uso del rodillo de la mayoría absoluta para sacar adelante su propuesta antes de mayo, sí ha insistido en que no piensa renunciar a una medida que, considera, supone un gran paso en la regeneración democrática. Lo dejó claro el presidente del Gobierno el pasado lunes en Santiago de Compostela cuando aseguró que esta modificación debe salir adelante porque «es mejor que sea alcalde el que elijan los ciudadanos que uno fruto de un pacto entre tres, cuatro o cinco partidos».

Cumplir el programa

El Partido Popular también se escuda en que esta reforma está incluida en el programa electoral que le llevó a la Moncloa en 2011. En su página 174 se señala que se promoverá «la reforma del sistema electoral municipal para respetar la voluntad mayoritaria de los vecinos garantizando, al mismo tiempo, la estabilidad de los ayuntamientos». Lo que no detalla el programa, ni tampoco hasta ahora lo han hecho los dirigentes de la formación, es si la reforma incluirá un la mayoría de concejales para los candidatos o las listas que alcancen el 40% de los sufragios o si las dos opciones más votadas se medirán en una segunda vuelta. La segunda opción podría gustar algo más entre las filas socialistas pero, en ningún caso, la apoyarán antes de las municipales.

Lo único que ha quedado meridianamente claro tras semanas de debate es que el PP, si quiere llevar a cabo el cambio, habrá de hacerlo en solitario. Una posibilidad que ha llevado a la oposición a recordar durante los últimos días las palabras que el presidente pronunció en febrero de 2013, cuando afirmó que nunca llevaría a cabo una reforma electoral sin un gran consenso.