CÁDIZ

LOS CIBERCOBARDES

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El terrible asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, ha vuelto a servirnos como cursillo acelerado de sociología. Para recordarnos cuán ruín puede ser la raza humana. No hablo de la asesina, ni de las circunstancias concretas de este lamentable suceso. Que también. Es imposible saber los motivos por los que alguien es capaz de empuñar un arma y pegarle cuatro tiros a otra persona. Y además acompañada de su propia hija, cómplice del crimen. No hay razonamiento lógico que lo justifique, por lo que solo cabe confiar en que la Policía y la Justicia hagan bien su trabajo.

Me refería más bien a los miserables que, aprovechando el alcance de las redes sociales y de internet, han sacado a pasear sus más mezquinos instintos. Algunos incluso ocupando puestos de responsabilidad pública. Teniendo que dimitir posteriormente. Lógico. Por ruines y por torpes. Sin embargo, la mayoría, como casi siempre, lo ha hecho desde el anonimato. Miles de mensajes en Facebook o Twitter celebrando el asesinato de la presidenta leonesa. E incluso incitando a que haya más. Ellos, los cobardes que, desde la habitación de su casa y en pijama y zapatillas no son capaces de mirar a nadie a la cara. Solo a través de una pantalla.

Hace bien el ministro del Interior al afirmar que las fuerzas de seguridad serán implacables con esta gentuza, como el chaval de 19 años detenido el viernes en Jerez. Este tipo de cosas hay que cortarlas de raíz. ¿Qué hubiera pasado si hace dos décadas, en pleno apogeo de ETA, hubiese existido Facebook? En esa coyuntura, un arma de comunicación tan potente en manos de semejantes descerebrados hubiese supuesto un serio problema para el Estado de Derecho y quizá hoy nuestra realidad sería distinta a la que es. Las redes sociales sirven para comunicar, pero también para magnificar las cosas. Quizá no sean tantos los descerebrados, pero lo parecen, y se pueden crear corrientes de opinión muy peligrosas.

Cobardes los ha habido siempre. La diferencia es que antes se quedaban rumiando su cobardía en su casa y ahora pueden tener visibilidad. Por eso hay que ser implacables con ellos. Con un único matiz. Esa firmeza debe mostrarse siempre. En todos los casos. No solo cuando la víctima es un político. Uno de los suyos.