El interiorista, el pasado viernes en uno de los rincones de Vejer que le cautivaron para siempre hace casi tres años. :: FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

«No creo que Vejer sea una moda pasajera. Creo que no ha hecho más que empezar»

De los profesionales más prestigiosos de España, alterna su trabajo para multinacionales con la transformación de locales en su pueblo adoptivo Gaspar Sobrino

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Dicen los sabios que cabe mucho amor en las matemáticas, que la química es la esencia que debe manejar todo perfumista, que hay en la pintura tanta pasión como geometría. Si el buen gusto fuera ciencia exacta, Gaspar Sobrino sería un habitual en las anuales apuestas al Nobel. Suyo es el método que provoca la sensación, el talento para crear lugares placenteros, emocionantes para casi todos. Es el mecánico del placer, el técnico de la estética. Si los números que marcan las pernoctaciones en los hoteles o los pasajeros en el aeropuerto forman la prosa del fenómeno turístico, especialistas como él son los encargados de la lírica, de las ideas y propuestas que provocan la seducción, la repetición y la difusión.

Por fijar un ejemplo, a Gaspar Sobrino le das un teatro abandonado durante 80 años y es capaz de proponer un restaurante, Las Delicias, en Vejer, que el mayor divulgador de la gastronomía provincial y andaluza, el periodista Pepe Monforte, rebautizó en su enciclopédica web como «El sitio del ¡oh!». Cada persona que lo descubría lanzaba idéntica onomatopeya nada más entrar y levantar la vista. Es uno de los trabajos románticos, provinciales, que le han convertido en una personalidad entre los empresarios hosteleros y turísticos de Cádiz. Y, lo mejor: entre sus clientes. Antes, fue el responsable de poner cara y cuerpo a Garimba Sur, otro local de referencia en la Plaza de España de Vejer. Luego llegaron locales como La Pájara o la transformación en enclave gastronómico del Mercado de San Francisco, por encargo del Ayuntamiento. También tiene en marcha la transformación de un célebre colmado vejeriego, Palomita, en una de las renovadas tabernas que arrasan como hedonista método de regreso a la memoria. Y Arcos de la Frontera le confió la resurrección hostelera de su pequeño mercado de abastos también. Debe de ser una realidad en cuestión de semanas, está a la espera de última luz verde. También prepara una exposición sobre la Virgen de la Oliva. Tendrá distintos emplazamientos, repartidos por el recorrido tradicional que hace la imagen. Le tiene preocupado como ningún proyecto: «Hablamos de pura fibra sentimental, de memoria y vivencia de muchas familias de Vejer, de vejeriegos que vuelven cada año para ver a su Virgen... Hay que andar con mucho cuidado, con mucho cariño y respeto cuando manejas algo así». Pero esta trayectoria gaditana, llamativa desde aquí, es una mínima parte de su historial. Considerado desde principios de siglo, pese a tener sólo 45 años, como uno de los más brillantes interioristas de España, fijo y estelar en las citas profesionales de su «oficio», su nombre se unió con la provincia hace poco y de forma casual. Pero posiblemente crónica.

Love story

Llegó a Vejer a finales de 2011. Incluso señala a la «culpable». Fue otra célebre colega y amiga, la diseñadora y pintora Blanca Gortari. «Yo había estado en Vejer 20 años antes unos días, unas horas pero lo que me encontré no tenía nada que ver con lo que recordaba». Surgió un romance entre profesional y población, entre interiorista y paisaje que aún está en pleno crecimiento.

Cuando se le pregunta si viene mucho por Vejer responde con indisimulado orgullo que es vecino: «Vivo aquí, compré casa y me quedé. Es mi hogar, sobre todo. Mi refugio, el descanso del guerrero, mi sitio y mi salvación. Vine por el pueblo, me quedé por el pueblo, me enamoré de este lugar y aunque tuve ciertos problemas cuando llegué, todo quedó atrás enseguida gracias a la gente, que es lo mejor de Vejer. La gente entendió enseguida que llegaba con respeto, que venía a sumar, a aportar, jamás a restar y por eso la relación se mantiene. Los vejeriegos y los que viven aquí entendieron que yo también quería impulsar lo que queríamos impulsar todos y conservar lo que ellos quieren consevar. Enseguida dijeron 'este no viene a jodernos' y desde entonces soy uno más de ellos. O quiero serlo. Vine a poner mi granito y en eso seguiré».

Aunque su fascinación por Vejer y el reflejo que ese apego tiene en la hostelería local sea deslumbrante, sólo es una parte de su trabajo, el que le hace recorrer medio mundo casi todos los meses. Para entender en qué división juega, uno de sus encargos actuales es cambiar la imagen de las tiendas de El Corte Inglés: «Hemos empezado con el de la calle Serrano de Madrid, con siete plantas. Esa transformación servirá de patrón para el resto de centros de toda España». También tiene entre manos la trasformación, nunca decoración, de un restaurante en Detroit y otro en Barcelona. Trabajó ocho años para Inditex, el grupo de Amancio Ortega, como responsable mundial del aspecto de marcas como H&M, entre otras. Ahora atiende a otro gran gigante del mismo sector, el alemán C&A.

-¿Cómo es posible que un profesional que maneja esos presupuestos enormes, esos encargos internacionales, acabe transformando locales pequeños en un pueblo situado a mil kilómetros de cualquier gran urbe?

-Por amor a Vejer y por amistad. Cuando llegué, conocí a gente que tenía proyectos. Me los contaba y ya no pude evitarlo. Eran amigos que tenían un sueño: abrir un restaurante, una tienda. Amigos que iban a dar un enorme salto al vacío, que pedían un crédito brutal o se jugaban los ahorros de toda su vida. No podía dejar de ayudarles si me lo contaban. No podía quedarme al margen.

-¿Así que ha sido por amor? ¿Por hacer favores? ¿Por no saber decir que no? ¿Sólo por eso han surgido algunos de los locales o espacios más llamativos de la oferta turística provincial en Vejer?

-Ellos tenían el sueño y yo les ofrecí lo que pude, como pude. Pero para mí también fue una oportunidad de crecimiento. En otros aspectos, distinto al de las grandes cifras y las grandes empresas. Yo estoy muy agradecido por la confianza que me ha dado tanta gente aquí. La gratitud es lo más preciado que puedes tener de la gente. Yo tengo la de mis amigos y ellos tienen la mía. Incluso el Ayuntamiento se portó de forma increíble, me aceptó y confió en mí. El proyecto del Mercado de San Francisco es un regalo a Vejer por todo lo que me ha dado. Eso sí podemos decir que no lo cobré porque ya está publicado. El resto de los proyectos se queda entre mis amigos y yo.

-Vejer parece que está de moda: Aparece en los listados de pueblos más bellos de España, novelistas internacionales ambientan su obra aquí, la nueva oferta gastronómica y hotelera destaca como de las más atractivas de Andalucía ¿Ha sido usted el que le ha hecho al pueblo el traje de gala? ¿Se siente participante de ese auge?

-Creo que soy más humilde que eso. Yo no he vestido Vejer, ni la he preparado para nada. Me dieron algunas oportunidades e hice mi parte. Como otros muchos. Quizás, he tratado de contribuir a democratizar el interiorismo, a quitarle esas etiquetas tópicas de la alta decoración, de frivolidad. Yo quiero transformar espacios que me confían, no de decorar. El primer interiorista de la Historia de España es Diego de Velázquez, que fue el primer aposentador real. Estaba encargado de crear el espacio que quería la Casa Real antes de que sus miembros llegaran a cualquier lugar. Fue la primera figura de un oficio que no es tan frívolo. Ahora, además, está arrasado por el intrusismo.

-¿Teme que el auge turístico de Vejer sea una moda efímera, que se evapore con injusta rapidez?

-No lo temo. No creo que sea una moda pasajera. Vejer no ha hecho más que empezar. Todo el que viene, de cualquier país, con cualquier edad, como sea, flipa. Y lo difunde, pone en marcha el boca-oreja. Eso no hay quién lo pare. Hace unas semanas estuvo la hija de Amancio Ortega en Montenmedio, en una competición hípica. Vino a Vejer a pasear una tarde porque había escuchado hablar. Volvió cada día de los que estuvo aquí. Todos los siguientes. De ese efecto hablo.

-Pero hace ya casi tres años que usted llegó. Ya se habrá pasado el enamoramiento inicial. No sea tan pelota. Tiene la perspectiva del que llega. Algo le faltará a Vejer ¿Qué le cambiaría?

-Cambiar, nada. Pero faltar, le faltan cosas. Como a todo. Quizás, oferta cultural. Creo que se echa de menos, y bastante, una cita atractiva de cine o teatro. No hablo de algo grande, hablo de algo bien hecho, que se consolide a base de prestigio, que esté construido sobre la calidad. Se han intentado cosas pero creo que no han salido. En otros apartados, quizás hay problemas de aparcamiento alrededor del casco antiguo. Es cierto. Sobre el transporte aéreo, las distancias o las dificultades para llegar no cambiaría nada [risas]. Que no venga más gente. Que ya somos bastantes los que conocemos Vejer.