Editorial

Algunos síntomas, algo de esperanza

El hecho de que varias empresas hayan vuelto a interesarse por proyectos hoteleros en la capital gaditana parece anunciar al fin un cambio de ciclo

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Alguna vez miraremos atrás y resultará difícil creerlo. Como todo trance superado, quizás quede minimizado, suavizado por el tiempo. «Si lo superamos, no fue para tanto» suele decirse el ser humano una vez aliviada la aflicción. Pero la realidad es que se trata de la peor etapa económica que han vivido varias generaciones. Y la más larga. Desde 2008, de forma cruel. Y falta por encontrar una fecha en la que, según coincida una razonable mayoría, haya llegado el fin. Podría hablarse, perfectamente, de ocho años, quizás, más. Pero poco a poco empiezan a acumularse cifras que sin servir ayuda para miles de parados, para miles de familias que han perdido todos sus ingresos, iluminan cierta esperanza. Esos números, esos gestos sirven de poco ahora y sólo se podrán entender como útiles si crecen, si acaban por llegar a las calles para repartir riqueza a través del trabajo bien remunerado. Pero empiezan a coincidir, a sumar. Una excepcional temporada turística o las mejores cifras en venta de coches, los grandes almacenes que hacen acopio de reservas ante la previsión de que venderán más esta Navidad. Entre esas señales en el horizonte, el Ayuntamiento de Cádiz admite que, tras cinco años de silencio sepulcral, en el que no se movía una hoja, de pronto hay contactos, empresas que preguntan por proyectos hoteleros en terrenos abandonados, en espacios privilegiados e inertes como Campo de las Balas o Valcárcel. También hay pretendientes para el hotel en el Carranza y hasta el empresario de la Casa del Almirante, zancadilleado por la nula colaboración financiera, asegura que resucita el proyecto. Sólo son guiños, intuiciones por confirmar, pero parece que alguien espera que el dinero y las personas (clientes, viajeros o trabajadores) vuelvan a moverse pronto.